La asombrosa historia del olvidado ferrocarril hacia las nubes de Pasadena

Ciertamente, un trecho pindio. Postal de 1900.

El ferrocarril del monte Lowe fue un pintoresco ferrocarril de montaña construido en el área de Los Ángeles, cerca de Pasadena, Estados Unidos. Fue diseñado como atracción turística en Echo Mountain y el monte Lowe, al norte de Los Ángeles. Fundado por el industrial e inventor Thaddeus S. C. Lowe a través de la empresa Pasadena and Mt. Wilson Railroad Co., el ferrocarril funcionó desde 1893 hasta su abandono en 1938. Fue el único ferrocarril panorámico de montaña construido en Estados Unidos que utilizó tracción eléctrica. La colaboración en ingeniería entre Lowe y David J. Macpherson, un ingeniero civil de la Universidad de Cornell, fue fundamental en el diseño de este extraño ferrocarril.

Fotografía de los primeros pasajeros del ferrocarril al monte Lowe el 4 de julio de 1893. (Imagen Water and Power Associates).

El 4 de julio de 1893 se abrió al público el ferrocarril, que constaba de aproximadamente 11 kilómetros de vía que partían de Altadena. En Echo Mountain se situaba el Echo Mountain House, un hotel victoriano con 70 habitaciones. Cerca de allí se levantó el Echo Chalet, otro hotel con 40 habitaciones. Los turistas que llegaban a lo alto de Echo Mountain podían disfrutar de un gran observatorio astronómico, dormitorios lujosos, un casino, tiendas, un salón de baile y hasta de un pequeño zoológico.

Fotografía de 1893 del segmento de la «gran cuesta». (Imagen Water and Power Associates).

Durante los siete años que Lowe fue propietario de la línea, el ferrocarril tuvo graves problemas financieros y terminó por venderse. La idea era atractiva, pero los números no eran positivos. Varios desastres, incluidos incendios, contribuyeron al problema. Luego llegaron las inundaciones, los corrimientos de tierras y los problemas de estabilidad de la estructura del ferrocarril, por lo que terminó siendo abandonado por completo en 1938. Hoy día quedan sólo algunos restos visibles de aquella gran aventura.

Diagrama que muestra los tres segmentos que componían el ferrocarril del monte Lowe: El transporte hacia el cañón Rubio, la gran suesta y el trolebús al monte Lowe. (Imagen Water and Power Associates).

La terminal de partida, conocida como Mountain Junction, estaba en Altadena. A partir de ahí, el ferrocarril que ascendía a las montañas se dividía en tres grandes segmentos: la Mountain Division, la Great Incline y la Alpine Division. Todo el sistema se movía por medio de electricidad, lo que era una novedad en la época. La energía procedía de varias pequeñas centrales hidroeléctricas (utilizadas cuando había agua en los torrentes de la montaña) y otras pequeñas centrales de combustión.

Imagen de 1893 de las escaleras que llevaban a la plataforma para observar las cataratas del cañón de Rubio (Imagen Paul Ayers).

La Mountain Junction era un tren de vía estrecha, con varias paradas, que discurría por Rubio Canyon hasta la base de Echo Mountain. En Rubio había una gran plataforma que atravesaba el cañón con un pintoresco hotel de 12 habitaciones conocido como Pabellón Rubio. Desde este hotelito se podían contemplar varias cascadas.

Vista del plano inclinado de la «gran cuesta», imagen de 1985.

A partir de aquí la cosa se complicaba bastante. En el tramo de la Great Incline («la gran cuesta») se partía de una plataforma a modo de estación para tomar un ferrocarril de plano inclinado de tres raíles y vía estrecha hasta subir al Echo Mountain, a unos 990 metros de altitud. El mecanismo de este tren inclinado fue diseñado por el inventor del teleférico de San Francisco, Andrew Smith Hallidie. Lo de «inclinado» no era cosa de risa, el tren tenía que superar pendientes fuertes del 62% y otras más suaves del 48%, ganando un total de 580 metros de altura. El Great Incline fue el primer sistema de su clase en construirse con tres raíles, con una vía de paso de cuatro raíles en el punto intermedio. Una característica especial de este sistema era el caballete de tipo Macpherson, llamado así por Lowe en honor a su ingeniero, David J. Macpherson, quien había diseñado esta arriesgada plataforma pensada para cruzar un abismo de granito flotando sobre pilotes de más de 46 metros sobre el valle, algo nada apropiado para gentes con aversión a las alturas.

Ciertamente, un trecho pindio. Postal de 1900.

Lowe quería hacer accesible al ciudadano corriente las montañas que dominan Altadena y Pasadena. Después de mucho planear y explorar a caballo, él y McPherson identificaron una serie de rutas sobre las que se podría construir la línea. Lowe puso su propio dinero en el asunto y pronto el ferrocarril hacia las nubes se convirtió en el sitio de moda en California. Todo el mundo quería subir a la cima de Echo Mountain para disfrutar de su hotel, de los restaurantes, las tiendas, pistas de tenis y del zoológico. El complejo se pintó de blanco reluciente, por lo que llegó a conocerse como la «ciudad blanca del cielo». Los grandes vagones inclinados también eran blancos, brillaban desde lo lejos mientras cuando subían y bajaban de la montaña.

En lo alto del Echo mountain, el reluciente hotel.

Un último segmento, la Alpine Division, se abrió en 1896 y constaba de 5,6 kilómetros de vía estrecha con 18 puentes sobre caballetes. Esta línea disponía de tres vagones para el servicio de lanzadera entre Echo y la terminal, aunque debido a las limitaciones eléctricas sólo funcionaba un vagón a la vez y no había tráfico bidireccional. Este tramo terminaba en Crystal Springs, a 1.522 metros de altitud, lugar donde se construyó el último de los hoteles, una especie de chalet de 12 habitaciones de estilo suizo llamado «Ye Alpine Tavern».

Un grupo de visitantes hacia 1895.

Hasta aquí todo es asombroso y genial. El ferrocarril y los cuatro hoteles dispuestos a lo largo de la línea se convirtieron en una atracción única en el mundo. Pero sólo Lowe había puesto dinero, se había gastado prácticamente toda su fortuna en la idea y en 1898 apenas ganaba para reparaciones. Se llegó a la quiebra y, además, el Gobierno Federal exigió un pago de impuestos por uso de terrenos públicos, con lo que el ferrocarril fue subastado, un golpe del que Lowe nunca se recuperó. Luego llegó una serie de desgracias, uno de los hoteles se quemó en 1900, las estructuras de soporte se dañaban cada poco con las lluvias y finalmente el ferrocarril y los hoteles restantes se vendieron a otros operadores. Se instaló un casino en la cima, pero la cosa no prosperó pues un nuevo incendio, en 1905, terminó con la operación. Hacia 1909 una gran tormenta destruyó el pabellón Rubio, en una tragedia que acabó con varias vidas entre una riada de barro. En 1928 el viento derribó el observatorio. En 1936 la taberna alpina se quemó en otro incendio y finalmente, en marzo de 1938, un gran diluvio destrozó lo que quedaba del ferrocarril. A partir de ahí, los materiales se fueron aprovechando como chatarra y la huella de esta genial obra de ingeniería se fue borrando hasta quedar sólo algunos restos actualmente.

Una de las atracciones del lugar era este «Echo Phone», utilizado por los visitantes para proyectar su voz desde detrás de la Echo Mountain House. (Imagen Mt. Lowe Preservation Society).

Más información:
Water and Power Associates – Early Views of Mt. Lowe Railway