Dos sensores y dos motores, no hacía falta más para que estos dos graciosos cacharros se movieran sorteando obstáculos en una habitación como si se tratara de modernas escobas eléctricas de esas que «rumbean» por ahí, solo que no se trata de nada del siglo XXI, sino de dos tortugas robot de 1948, ahí es nada.
Son consideradas como las primeras máquinas robóticas autónomas de la historia y, además, una muestra de hardware libre adelantada a su tiempo, porque su creador quiso extender por doquier los secretos de su construcción para que fuera replicada, modificada y mejorada. Pese a sus toscos movimientos, fueron todo un logro de su tiempo.
Grey Walter con sus robots. Fuente: The Anthropo Eccentric.
Eran Elmer y Elsie (más tarde se unió un tercer robot llamado Cora), los robots ideados por W. Grey Walter, estaban diseñados para demostrar que con un número muy limitado de componentes sensoriales se podía crear una máquina autónoma capaz de mostrar comportamientos complejos.
W. Grey Walter (1910-1977). Fuente: Bristol Robotics Laboratory.
Además, Walter deseaba mostrar que se podían replicar con componentes electromecánicos ciertos comportamientos de los seres vivos, sobre todo de los considerados más simples pero, a la vez, capaces de mostrar complejas formas de comportamiento. Las tortugas robot, conceptualizadas como un «sistema nervioso de sólo dos células» eran capaces de expresar cuatro tipos distintos de comportamiento: un patrón de exploración, uno de fototropismo positivo, otro negativo y, finalmente, un patrón para esquivar obstáculos. Todos estos comportamientos, incluyendo experimentos de interacción entre los dos robots, fueron magistralmente descritos por Walter en un artículo de 1950 titulado «A imitation of life» publicado en Scientific American (PDF).
Walter soñaba con crear interfaces entre seres vivos y máquinas así como en impulsar el desarrollo en todo el mundo de algo tan novedoso como eran los robots. Entre 1948 y 1949 creó sus dos primeras tortugas robot y, para 1951, un colega de Walter ya había construido otros seis nuevos robots más avanzados.
Anatomía de una réplica de las tortugas robot de Walter y diagrama del circuito de 1950. Fuente: Bristol Robotics Laboratory.
La hipótesis inicial de trabajo de Walter se mostró como correcta, a saber, que un sistema nervioso muy simple puede ser capaz de generar comportamientos complejos e impredecibles en ambientes diversos. Ese interés por los mecanismos nerviosos por parte de William Grey Walter, neurólogo, neurofísico y experto en robótica que desarrolló su carrera en Inglarra, aunque era norteamericano de nacimiento, le venía de lejos al inquieto genio. Era un tipo asombroso y poco convencional, un bicho raro con intereses dispares. Construyó a Elmer y Elsie en Bristol, donde trabajaba como neurofísico. Los dos robotitos fueron llamados «tortugas» por la similitud de la forma de su caparazón de plástico con el de esos animales.
Una de las tortugas robot con el inventor y su familia. Fuente: Gallimard 1953 / Rutherford Journal.
De construcción realmente simple, sorprendieron enormemente en su tiempo. No se trataba de robots controlados a distancia, ¡eran máquinas autónomas! Eso hizo que Walter y sus tortugas aparecieran en las revistas y periódicos de medio mundo. Las tortugas de Walter constaban de dos receptores, uno sensible a la luz y el otro a los choques. Dos motores, uno de avance y otro de giro, hacían las veces de sistema locomotor. El «programa» de la máquina también era realmente sencillo: la tortuga era atraída por la luz moderada, pero no era gustosa de la luz muy intensa. Eso era con condiciones de carga de batería óptimas pero, y esto es realmente curioso, ese comportamiento cambiaba y, cuando la carga de batería iba cayendo, el robot cambiaba de comportamiento, buscando entonces los focos de luz más intensa.
Elmer y Elsie, bien cargadas sus baterías, circulaban por la habitación huyendo de las fuentes de luz potentes, buscando la penumbra detrás de cualquier objeto o mueble. Si en su búsqueda de las áreas de luz moderada, se interpone un objeto lo suficientemente bajo como para que no hubiera oscuridad a su alrededor, los robots lo esquivaban a través de una caótica danza de «saltos», a veces calmada, otras furiosa, hasta poder sortear el obstáculo. En una serie de experimentos, Walter programó los dos robots para que «jugaran» entre ellos.
Con batería baja, los dos robots buscaban como desesperados los focos de luz más potentes que, como parte del juego, estaban situados en las zonas en que se podían volver a alimentar de energía.
Para finalizar este pequeño recuerdo a las pequeñas tortugas robot de Grey Walter, he aquí un vídeo en el que se puede ver cómo era su comportamiento.
Más información:
- Grey Walter’s Anticipatory Tortoises – The Rutherford Journal.
- Grey Walter and his tortoises. University of Bristol.
- Cybernetic Zoo.