Sabero, cuna de la siderurgia española

Tal y como avisé el pasado día 3 de agosto, aquí está el artículo dedicado a la Ferrería de San Blas que publiqué en el número de Octubre de Historia de Iberia Vieja, enriquecido con enlaces a fuentes de interés.

imgSi Roma inició el camino, mucho hubo que esperar para que otros siguieran con la gran tradición minera a la que dieron vida, creando paisajes tan sorprendentes como Las Médulas, en la provincia de León. Sin salir de la provincia, situándonos en la Montaña Oriental Leonesa, podemos localizar otros ejemplos de minas muy antiguas, como en Riaño o Lois. Pero si los romanos buscaron ahí metales, tales como oro, plata, cobre o incluso mercurio, fue otro el material que transformó los paisajes de valles cercanos. El carbón, piedras combustible, todavía hoy una de las fuentes de energía más empleadas en todo el planeta, comenzó a explotarse en estas tierras hace casi doscientos años. Hacia 1828 fueron cartografiados, por parte de equipos británicos, los yacimientos de carbón y hierro que rodean al valle de Sabero, en plena montaña leonesa. A partir de entonces se desató toda una fiebre industrial que convirtió a una minúscula aldea montañesa en un emporio minero e industrial efímero, pero apasionante, una de las cunas de la siderurgia en España.

El nacimiento de una utopía

Sabero es hoy un municipio en pleno declive demográfico y económico, al menos si lo comparamos con épocas anteriores, pero ha sabido guardar su historia para mostrarla a quien desee contemplar un pasado sorprendente. Lo que los ingleses comenzaron a principios de la década de 1830, iniciando la explotación de minas de carbón, fue desarrollándose poco a poco hasta convertir a la cuenca hullera de Sabero, la primera que fue explotada en la provincia leonesa, en un referente económico nacional. Nace en 1841 una empresa emblemática, la Sociedad Palentina de Minas, que explotaba varias minas en Sabero y, además, era propietaria de una concesión ferruginosa en un yacimiento cercano. Con esto ya se tenían los dos ingredientes fundamentales para fabricar el preciado metal que da vida a todo tipo de objetos, máquinas y vehículos, el hierro. Teniendo las materias primas a mano, la pionera empresa decidió llevar a cabo el que, desde el principio, fue su objetivo principal, la construcción de una gran industria siderúrgica con altos hornos de cok. Tal empeño chocó, desde el primer momento, con graves problemas que terminaron por arruinar el sueño del progreso a través del hierro en el valle de Sabero. Los métodos de extracción de carbón empleados no eran los más adecuados para las condiciones geológicas en las que se encuentra el mineral en el valle, con lo que el rendimiento era bastante malo y se perdía mucho mineral. Hombres y bestias se afanaban en arrancar el preciado tesoro negro de las entrañas de la montaña para transportarlo al exterior de las galerías, pero la producción era exigua. Aunque el producto lograba colocarse con facilidad en mercados cercanos de Castilla, pronto surgió dura competencia que tenía más ventajas y mayor producción con el inicio de la explotación de la cuenca de Barruelo en el norte de Palencia.

Fue pues la fabricación de hierro la única vía que parecía tener el futuro asegurado en tierras de Sabero. Pocos años después de su nacimiento, el sueño siderúrgico vio ampliado su capital con socios leoneses, se convirtió en sociedad anónima y pasó a llamarse Sociedad Palentina-Leonesa de Minas. Lo que en esos años de la primera mitad del siglo XIX no era sino un pequeño conjunto de casas perdidas en lo profundo de la montaña, con gentes que, a pesar de haber sentido ya el avance de la minería, seguían siendo predominantemente agricultores y ganaderos, junto con algunos artesanos. Esta predominancia de lo agrario cambiaría en pocos años, pues las minas de carbón aumentarán su producción y se mantendrán en funcionamiento hasta finales del siglo XX, pero lo que ya por entonces era un lugar mal comunicado con el resto del país, continuó siendo deficitario en este aspecto, lo que jugó en contra del pretendido desarrollo de la industria siderúrgica local. Sin embargo, parecía entonces una idea muy buena. Aprovechando el carbón y el mineral de hierro producidos en minas muy próximas, se levantó en Sabero su emblemática ferrería que comenzó a funcionar en 1843.

No puedo imaginar lo que supuso aquella empresa. Pensemos un poco dónde se encuentra Sabero, perdido entre montañas, lejos de cualquier gran ciudad o vía de comunicación importante. Nada de esto hizo temblar a los osados inversores locales, decidieron levantar una gran factoría y lo lograron. Gigantescas piezas de metal, imponentes máquinas y artilugios llegaron entonces al puerto de Gijón. No dudo en calificar de asombrosa la tenacidad de aquellos osados obreros que, transportando en carros tirados por bueyes los gigantes de metal subiendo puertos y descendiendo valles, lograron mover todo lo necesario para levantar la industria siderúrgica de Sabero.

Con las novísimas laminadoras, soplantes, hornos y martillo pilón, todo ello lo más puntero de la época, se dio vida a la Ferrería de San Blas, llamada así en honor al santo que habita en una ermita de las cercanías de la factoría. Con el primer horno de carbón de cok de España en marcha y la ferrería produciendo lingotes de hierro colado, todo parecía marchar bien. Fueron los pioneros, abrieron un camino complicado que no tardaron en seguir otros en Asturias pero fue aquí, en Sabero, donde se dieron los primeros pasos de la industria siderúrgica moderna española, claro que, por desgracia, no duró mucho la aventura.

El sueño se convirtió en decepción

imgEl complejo industrial de la Ferrería de San Blas llegó a transformar el paisaje de Sabero de forma radical. En el valle donde sólo se levantaron pequeñas casitas durante siglos, se elevaban ahora dos imponentes torres, los hornos altos de 16 metros de altura y más de diez de diámetro, acompañados por el continuo ruido de los generadores de vapor, los soplantes que inyectaban aire en los hornos, el trasiego de vagonetas con carbón y mineral de hierro para alimentar a los insaciables monstruos ardientes. Todo ello unido a hornos de cok, una gran nave para laminado del metal, hornos de reverbero y refino, el martillo pilón, almacenes y cuadras, creaba una estampa impresionante, como un monstruo humeante surgido por medio de alguna secreta magia en medio de un paraíso montañoso. Gran cantidad de trabajadores llegaron al pequeño pueblo, dando nueva vida al lugar. Habitaron casas construidas para ellos por la empresa que, junto con la factoría, constituyeron un entorno urbano singular e histórico del que se conservan bastantes restos, siendo éste un patrimonio industrial único en su especie.

La fábrica de hierro, al modo de fáctoría inglesa perdida en medio de la Cordillera Cantábrica, con su original arquitectura de amplios arcos apuntados, alimentó el desarrollo de la comarca, animó a que la escasa producción de las minas de carbón creciera y se mantuviera en auge durante décadas y animó a otros a llevar a cabo aventuras similares en otras partes de España. Pero a pesar de que la cercanía de las materias primas constituía una ventaja importante, poco pudo hacer la ferrería para mantener su funcionamiento. El sueño alimentado por la ilusión de ver surgir una verdadera revolución industrial a la británica en el norte castellano murió muy pronto. Llegado el año 1866 el sueño terminó por convertirse en decepción, tras tanto dinero invertido, grandes esfuerzos ingenieriles y sudor de los trabajadores, nada pudo hacerse para competir con otras cuencas mineras y hornos que, en sus lugares de arraigo, contaban con algo que Sabero no tenía, comunicaciones adecuadas para colocar el producto en el mercado. Las minas de carbón siguieron produciendo mineral mucho tiempo, pero la siderurgia de Sabero silenció sus hornos apenas cuando acababa de nacer.

El Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León

Tras muchas décadas de olvido y, a pesar de que las labores de restauración han sido polémicas por diversos aspectos paisajísticos y arquitectónicos, la Junta de Castilla y León ha dado vida al Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, que recupera los restos de la Ferrería de San Blas, mostrando al visitante cómo se fabricaba y trabajaba el hierro a partir de los minerales extraídos de las montañas cercanas. Maquetas, reproducciones de las grandes máquinas de la época y paneles informativos acompañan al visitante a descubrir el pasado de esta industria pionera. Como la cuenca de Sabero cuenta con una historia apasionante, he de aprovechar este espacio para recomendar la lectura, a quien esté interesado en profundizar, de la magnífica tesis doctoral de Jesús Sánchez Melado, Sabero Historia económica de una cuenca minera, publicada en 2007.