Si alguien nos comenta que va a disfrutar con Doctor Atomic, podemos pensar en que nuestro amigo irá al cine, posiblemente a ver una película de ciencia ficción, o bien se ha comprado un juego de ordenador un tanto friki o, incluso, que se trata de un cómic. Poca gente pensaría que va a la ópera. No es que los temas científicos, aunque sea de refilón, hayan inspirado a muchos compositores a lo largo de la historia, pero no por ello deja de haber óperas con trasfondo científico y técnico. No habrá que viajar muy lejos en el tiempo para encontrar los más famosos, y escasos, ejemplos de ópera cuyo protagonista sea un científico mundialmente famoso. Posiblemente, y lo afirmo sin haber sido exhaustivo en la búsqueda, no habrá más que un puñado de estas rarezas, sobre todo dentro de lo que se ha conocido como movimiento minimalista. La ciencia ha estado presente, de forma más o menos lejana, en varias obras célebres, aunque siempre como aderezo de segundo orden. Recordemos, por ejemplo, al Doktor Faust, de Ferruccio Busoni , estrenada en los años veinte. Se trata de una vuelta de tuerca más al mito de Fausto, en este caso encarnado en un protocientífico que hace un pacto con el diablo, mediante artimañas de magia negra, para lograr el conocimiento absoluto. Pero, si de verdad buscamos óperas con protagonista científico, no encontraremos muchas.
Los minimalistas, puede que por una especie de querencia por lo ambiguamente posmoderno mezclado con fascinación por lo contemporáneo, por la tecnología y la ciencia, han empleado iconos científicos en algunas óperas que, si bien no me atrevo a calificarlas de obras maestras, sí son originales y atrevidas. Hay quien no soporta nada que suene a minimalismo, aunque ya se sabe, en ésto, como en todo, hay grados, muchas obras son simple ruido, otras son oscuras, tortuosas y hasta profundas. Como ejemplo de éstas últimas, escasas, podemos disfrutar de Doctor Atomic, ópera que los «entendidos» llaman post-minimalista, obra de John Adams con libreto de Peter Sellars. Narra esta obra estrenada en el 2005 lo que se vivió en el laboratorio de Los Álamos en torno a la prueba de la primera bomba atómica. El protagonista principal, claro está, es el mismísimo Robert Oppenheimer o, más bien, su figura vista a través de su esposa, Kitty. No debe extrañar la elección del tema por parte de Adams, puesto que suele centrar sus obras sobre temas actuales, como ya hizo en The Death of Klinghoffer, ópera estrenada en 1991 que trata sobre el secuestro del Achille Lauro.
Compañeras de Doctor Atomic, al menos por su tema, pueden ser mencionadas algunas óperas de Philip Glass, el minimalista más conocido. He ahí su Einstein on the beach, escrita junto a Robert Wilson, de 1976, desarrollada a lo largo de cinco horas de sonidos que, para quien no esté advertido, serán extraños y hasta infantiles, pero que guarda en su interior una complejidad digna de ser paladeada. Los temas que Glass desarrolla en sus óperas son bastante inusuales. Galileo Galilei, de 2002, tiene también como motivo central la vida de un grande de la ciencia. Más allá, bordeando la ciencia ficción, Glass ha introducido temas como la vida extraterrestre o incluso en cambio climático en obras como 1000 Airplanes on the Roof o The Making Of The Representative For Planet 8.
Tras este breve repaso sobre óperas «excéntricas» con temas cercanos a la ciencia, puede preguntarse alguien que nunca haya escuchado nada de ellas cómo podrán sonar. Valgan estas píldoras a modo de sencillo ejemplo…
Fragmento de Einstein on the beach.
Fragmento de Doctor Atomic.
Imagen: John Adams.