Rodrigo Sánchez-Arjona y la “primera” línea telefónica de España

Versión reducida del artículo que publiqué en la revista Historia de Iberia Vieja, (sección Made in Spain) edición correspondiente al mes de agosto de 2013.

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Don Rodrigo Sánchez-Arjona, hombre de espíritu vehemente, solía hacer viajes al extranjero con el exclusivo objeto de estudiar los adelantos científicos para saborear luego en el retiro de su pueblo, Fregenal de la Sierra, el placer de sus observaciones y sentir el noble afán de implantar en su patria las ventajas de los progresos. A la vuelta de uno de estos viajes [posiblemente a la Exposición Mundial de París de 1878] durante el cual había visto aparatos telefónicos experimentales, trajo la convicción íntima de que el mundo se disponía a entrar en una era revolucionaria de los sistemas de relación humana.

Fragmento de un artículo de José Andrés Vazquez
publicado en la revista Algo el 25 de mayo de 1935.

Los inventores del teléfono

Es cómodo, y muy sencillo, asignar a cada invento o tecnología el nombre de una sola persona como precursor único. Pero, como todo en la vida, las cosas no son tan simples, por eso es universalmente conocido Edison, pero en realidad no “inventó” la bombilla, sino que fue el más exitoso de una serie de pioneros entre los que convendría destacar al casi olvidado Joseph Wilson Swan. Lo mismo cabe decir del gran lío acerca de los inventores de la radio, con Marconi como referente universal que, finalmente, no puede ser considerado en solitario como el inventor de tan maravillosa tecnología. En ese caso nunca debe olvidarse mencionar a Nikola Tesla. Pero, claro está, el tener una idea genial y llevar a cabo una serie de experimentos con éxito no garantiza la fama ni la fortuna. Lo que hace que alguien entre en los libros de historia es, generalmente, la suerte y la fortuna en los negocios. Así, curiosamente, Edison fue todo un depredador de ideas de terceros, pero fue un genio de la aplicación y la comercialización, llegando donde muchos otros antes no pudieron.

Y todo esto viene a cuento de otro invento genial, el teléfono. Hoy día, cuando en occidente incluso los niños cuentan con teléfonos móviles, suena muy lejano el tiempo en que la idea del teléfono se contemplaba como cosa de brujas. Es más, el teléfono ha llegado a ser algo universal y ubicuo, una revolución en la forma de comunicarnos que difícilmente puede encontrar rival, si acaso en la escritura. Y, para algo tan imponente, la simplificación histórica ha encontrado al padre ideal que se encuentra en la memoria de todos: Alexander Graham Bell. ¿Quién inventó el teléfono? Pues muy sencillo: Bell. ¿O no fue así?

No viene al caso aquí entrar en ese terreno, pero sí creo que merece la pena mencionar que la historia real, de nuevo, es más complicada de lo que parece. Bell fue un inventor genial, no hay duda de ello, y tuvo buen visión comercial, además de contar con la fortuna de encontrarse en el lugar y el momento precisos para llevar a cabo toda una revolución en las comunicaciones. Pero, si de anticipación se trata, conviene recordar a un ilustre predecesor. Bell patentó su célebre teléfono en 1876, y esa fecha debemos tenerla en cuenta porque tiene importancia por lo que se refiere a quien será protagonista de la segunda parte de este artículo. Pero, mucho antes, en 1854, un inventor italiano que atendía al nombre de Antonio Meucci, ya había desarrollado y probado un teléfono. El pobre Meucci, además de genial inventor, era alguien rodeado por la mala suerte. Su vida se vio llena de desgracias que impidieron que pudiera continuar desarrollando su idea sobre el teléfono y, aunque Bell y otros precursores de la telefonía conocían su existencia, nada hicieron para que fuera compensado. Es más, no sólo decidieron ignorarlo, sino que hicieron lo posible por hundirlo definitivamente.

El teléfono llega a España

Con Bell como rey del teléfono, se desata la fiebre en todo el planeta por contar con las primeras unidades de tan increíble máquina. Y es aquí donde entra en escena el protagonista este mes en Made in Spain, Don Rodrigo Sánchez-Arjona, que no sólo fue un soñador pertinaz, sino que también se convirtió en un apasionado defensor de la libertad de telecomunicaciones, y eso cuando todavía ni se pensaba en tal cosa. Con la burocracia se estrelló, como veremos a continuación.

Se suele afirmar que Rodrigo fue quien tendió la primera línea telefónica de España, una de las primeras de Europa y la de mayor longitud de su época en todo el mundo. Bien, no andan muy equivocados quienes así lo afirmen, pero tales aseveraciones merecen de bastantes puntualizaciones. Ciertamente, Sánchez-Arjona fue un pionero y logró tender la primera línea telefónica autorizada de España. He ahí el matiz, “autorizada”, porque experiencias anteriores las hubo, yu no fueron menores. Veamos, pues, alguno de esos primeros ejemplos de la telefonía en España antes de pasar de lleno a contemplar la figura de Sánchez-Arjona.

Atendiendo a los exquisitos datos que nos ofrece mi amigo y confidente “colgado de las telecomunicaciones”, Emilio Borque, cabe afirmar que la primera experiencia telefónica en territorio español tuvo lugar en La Habana en el año 1877. Recordemos que por entonces Cuba pertenecía a España. El experimento unió la central de Bomberos de la mencionada ciudad con la casa del industrial Muset. Ese mismo año se llevaron a cabo los primeros experimentos telefónicos peninsulares en la Escuela Industrial de Barcelona. Por entonces, se logra enviar una señal telefónica entre Barcelona y Gerona aprovechando la línea telegráfica existente.

La idea de emplear el hilo telegráfico era lógica, pues se evitaba el tener que volver a tender cable, al menos para las primeras experiencias de la nueva tecnología. El telégrafo eléctrico llevaba prestando servicio público en España desde 1855, apenas cinco años después de las primeras pruebas en nuestro territorio. Mucho tiempo hacía ya que los telégrafos ópticos habían llegado, tal y como ya mencioné en un artículo en esta misma sección hace varios años. El caso es que la telegrafía óptica no resistió mucho al empuje del telégrafo eléctrico y, nuevamente, parecía llegar un competidor que, ciertamente, acabaría con el reinado telegráfico. Los hilos por los que circulaban los puntos y rayas del código Morse sirvieron para dar la bienvenida a la voz telefónica. El Cuerpo de Telégrafos fue el encargado de controlar cualquier aspecto de las comunicaciones de este tipo en España desde su creación, hacia 1856, y eso sólo fue un primer paso para que el Estado se hiciera con el monopolio de las telecomunicaciones. El 11 de marzo de 1884 se cerró definitivamente el paso a la iniciativa privada en este aspecto con el establecimiento del monopolio estatal del servicio telefónico. Por ello, la aventura de los pioneros por cuenta propia apenas duró unos años.

El 30 de diciembre de 1877 el industrial catalán Font unió la Ciudadela con Montjuic a través de una línea de teléfono de cuatro kilómetros de longitud. Recién nacido el año 1878 se pudo contemplar algo mucho más asombroso, comunicación telefónica entre Barcelona y Tarragona, con algo más de cien kilómetros de distancia entre ambos puntos. Mientras tanto, el Cuerpo de Telégrafos realizaba diversos experimentos en Madrid, llegando a establecerse comunicación hasta Andújar, en Jaén, a la pasmosa distancia de 400 kilómetros.

Como curiosidad, cabe recordar que el 4 de enero de 1878 se hicieron pruebas telefónicas entre Madrid y Aranjuez, a lo largo de 42 kilómetros, empleándose dos hilos paralelos de hierro. El día 18 se instaló un teléfono en el Palacio Real de Madrid y otro en su equivalente de Aranjuez, para que la infanta Doña María de las Mercedes pudiera hablar con su futuro marido, el rey Alfonso XII.

Sánchez-Arjona y su teléfono privado

Como puede entenderse, el teléfono era algo novedoso, pero ni mucho menos nuevo, en España. De hecho, todo el mundo hablaba del invento de Bell en Europa, América y, en general, en todo el mundo. Las propuestas para llenar de cables telefónicos la superfie terrestre no tardaron en llegar.

Y ahí es donde entra en juego el inquieto Rodrigo Sánchez-Arjona. A principios de 1881 los periódicos nacionales se hiceron eco de algo sorprendente que había ocurrido en los días finales del año recién concluido. Rodrigo, por iniciativa propia y poniendo dinero de su bolsillo, había logrado comunicar su pueblo, Fregenal de la Sierra, en Badajoz, con Sevilla. Nada menos que 150 kilómetros a través del hilo telegráfico ya existente. Esto, por alguna razón que desconozco, fue considerado como el experimento telefónico más exitos y de mayor distancia de la época en todo el mundo. Como hemos podido ver, no fue así, pues experiencias anteriores superan esa distancia con creces. Pero, la verdad, poco importa, porque lo que logró Sánchez-Arjona fue meritorio, sobre todo por partir de la iniciativa privada de un solo hombre, por muy acaudalado que fuera.

La cosa le venía a Rodrigo de muy lejos. En 1880 había logrado la licencia para construir la que fue primera línea de telefonía fija autorizada en España. Su idea consistía en unir con cable telefónico, cuya instalación pagó de su bolsillo, su propia casa en Fregenal, situada en la calle Santa Clara, con sun finca de “Las Mimbres”, a 8 kilómetros de distancia. Y bien pudo haber logrado tal gesta mucho antes si no hubiera sido porque tuvo que luchar sin descanso contra la burocracia.

Sánchez-Arjona, nacido en Fregenal de la Sierra en 1841, no sólo era empresario, terrateniente y doctor en derecho, sino que había algo en su persona que le diferenciaba del típico hombre de buena posición de su época en España: estaba apasionado por la ciencia y la tecnología. Viajó por media Europa sin descanso para visitar laboratorios y exposiciones en las que poder aprender lo que pudiera acerca de las nuevas tecnologías de su tiempo. Y, como se menciona en el texto que he seleccionado para abrir este artículo, se enamoró de los teléfonos y decidió instalar ese novísimo artilugio en su pueblo. También pensó en extenderlo por doquier, pero ahí la burocracia le frenó por completo.

Las experiencias telefónicas de Sánchez-Arjona utilizaban como terminales dos teléfonos modelo Gower-Bell, atendiendo al encargo que el propio Rodrigo realizó, para comprar por su cuenta y riesgo, tales aparatos en París. El receptor de la petición y del encargo de compra fue Théodore Achille Louis du Moncel, a la sazón uno de los próceres de la telegrafía francesa.

Los Gower-Bell funcionaban muy bien y, además, no sólo le sirvieron al bueno de Rodrigo para llevar sus asuntos a distancia o para compartir comentarios de actualidad más o menos intrascendentes. Nada de eso, porque además fue pionero de la telemedicina. Bien, es una exageración, claro está, pero no deja de tener su encanto que en la noche del 28 de diciembre de 1880 se empleara la línea telefónica abierta entre Fregenal y Sevilla para poner en comunicación a dos médicos. El asunto a tratar era una dolencia que padecía la mujer de Sánchez-Arjona. Así, aquella consulta médica telefónica, posiblemente la primera de su tipo en la historia, puso en comunicación al doctor Antonio Rivera, de la Escuela de Medicina de Sevilla, con el médico de Fregenal, don Enrique de la Rosa. Cabe imaginar hasta dónde hubiera podido llegar don Rodrigo a la hora de extender el teléfono, y sus aplicaciones. Sin duda, hubiera llegado muy lejos, de no haber cortado sus aspiraciones la llegada del monopolio telefónico estatal.