Rupes Nigra

Enigma¿Por qué la brújula se empeña en señalar al Norte Magnético? Vale, hoy día la pregunta no tiene gran misterio dado que se conoce –aunque no con mucho detalle– el mecanismo de generación del campo magnético de la Tierra, causante del comportamiento de las brújulas. Ahora bien, hace siglos ¿qué se pensaba? Había quien recurría, simplemente, a la magia aunque eso, tan socorrido, no es que fuera muy satisfactorio como explicación. Otros, pensando un poco más, sugirieron que si una piedra imán era capaz de atraer el hierro, lo lógico era deducir que allá lejos, en el Polo Norte –más bien en el polo magnético que no es lo mismo que el geográfico– tendría que haber un imán tan gigantesco que fuera capaz de «embrujar» a todas las brújulas del mundo.

Dicho y hecho, era una idea sencilla y, salvando las distancias, correcta. Hoy se sabe que la Tierra se comporta como un «imán», generándose en su interior un campo magnético provocado por el movimiento de partículas cargadas eléctricamente. Como nadie había viajado al Polo Norte… ¿sería verdad que existía tal imán? Más allá de la simple especulación basada en la lógica, la imaginación hizo el resto y así surgió una imponente isla-montaña que se elevaría hasta los cielos en el Polo Norte, compuesta por material imantado, una monstruosa estructura negra a la que se llamó Rupes Nigra.

Rupes Nigra

Septentrionalium Terrarum
, mapa de Gerardus Mercator, 1595.
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Todavía pueden contemplarse recuerdos de esta historia en mapas de los siglos XVI y XVII. Parece ser que la primera cita conocia a la Rupes Nigra procede de un libro ya perdido en las brumas del tiempo y rodeado de todo tipo de leyendas, Inventio Fortunata, de autoría incierta y que podría datar del siglo XIV. A través de narraciones de terceros se cuenta que en dicho libro habría una descripción de la región ártica en la que, rodeando la monstruosa isla negra imantada, habría un imponente océano trubulento a modo de gran remolino, además de otros cuatro pequeños continentes que flanquearían tal océano infernal, más allá de los hielos perpetuos, un «mundo perdido» digno de cualquier novela de fantasía. Hubo quien se lo tomó bastante en serio, porque se llegó a plasmar tal lugar en mapas de lo más serio, como hizo el mismísimo Gerardus Mercator, uno de los pardres de la ciencia cartográfica.

Más info: The Mythic Geography of the Northern Polar Regions, artículo de Chet Van Duzer. (PDF)
Mythical Places
Ilustración superior: Enigma, de mi galería de paisajes virtuales en Flickr.