El estadounidense Albert W. Stevens, nacido en 1886, no sólo fue un pionero de la aviación y de los vuelos a gran altitud en globos aerostáticos, sino que también destacó como fotógrafo aéreo.
Stevens se graduó en ingeniería eléctrica en 1907 en la Universidad de Maine y al poco tiempo se alistó en el Servicio Aéreo del Ejército de los Estados Unidos. Era el año 1918, al final de la Primera Guerra Mundial. En ese tiempo comenzó a aplicar su pasión por la fotografía a las tomas aéreas. Después de la guerra, Stevens continuó su carrera en la aviación y fue promovido a Capitán en 1919. Hasta aquí, nada extraordinario, pero en los años 30 se embarcó en varias aventuras asombrosas.
A principios de esa década convenció a la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos para adentrarse a gran altitud mediante globos aerostáticos. Con la colaboración financiera de la National Geographic Society llevó a cabo los históricos vuelos de los globos Explorer I y Explorer II.
En 1930, durante un vuelo sobre Sudamérica, Stevens capturó la primera fotografía de la curvatura de la Tierra vista desde grandes altitudes. En 1932, acompañado por el Teniente Charles D. McAllister, logró fotografiar la sombra de la Luna proyectada sobre la Tierra durante un eclipse solar.
El 29 de julio de 1934, Stevens, junto con varios oficiales de la Fuerza Aérea, ascendieron en el globo Explorer I sobre Nebraska con la misión de superar el récord de altitud para vuelos tripulados. La aventura tuvo un giro peligroso cuando el globo se rompió, Stevens y su equipo lograron salir y aterrizar a salvo de milagro.
El susto no le disuadió de continuar soñando con las alturas. El 11 de noviembre de 1935, Stevens y el Capitán Anderson alcanzaron una altitud de 22066 metros a bordo del Explorer II sobre Rapid City, Dakota del Sur, estableciendo un récord mundial de altitud que perduró hasta 1956. Durante este ascenso, Stevens tomó una fotografía histórica desde 7010 metros que capturó el Monte Shasta a una distancia de 531.8 kilómetros, abarcando la mayor extensión de superficie terrestre jamás fotografiada hasta entonces en una única exposición.
Pero lo más asombroso de la imagen fue que mostraba, desde la góndola del Explorer II, la división entre la troposfera y la estratosfera, con la curvatura terrestre claramente visible al fondo (vamos, no es una toma del gusto de los terraplanistas).
La importancia del Explorer II se extendió más allá de los récords de altitud. Equipada con instrumentos científicos, la góndola recopiló datos sobre rayos cósmicos, distribución del ozono, conductividad eléctrica, composición atmosférica y luminosidad de cuerpos celestes.