Hace unos días me enteré, a través del Canal de Historia, de la existencia de un proyecto británico de la Segunda Guerra Mundial, que planteaba la posibilidad de construir gigantescas islas flotantes de hielo a modo de portaaviones.
En un principio la idea puede parecer imposible porque, como es comunmente conocido, el hielo deja de serlo a poco que la temperatura suba por encima de la de congelación. Pero, en este caso, la cosa tenía truco: utilizar un hielo «especial», capaz de aguantar altas temperaturas y tan resistente como el acero.
Nunca llegaron a realizarse tales macroportaaviones, como el propuesto en el Proyecto Habbakuk, pero el material de base continúa siendo bastante interesante.
Se trata del Pykrete, un material compuesto de hielo común en un 86% y un 14% de serrín, inventado por Max Perutz, de fácil fabricación, conserva propiedades del hielo, como la flotabilidad, pero posee un punto de fusión muy alto y una resistencia a las presiones muy alta.