Morphing del siglo XVII

Cuando hace varias semanas visité la exposición temporal La invención del cuerpo en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid (recomiendo esa visita sin duda alguna), me llamó mucho la atención cierta técnica de dibujo que, salvando las distancias, vendría a ser similar al morphing, solo que llevado a cabo sobre papel y en el siglo XVII.


La invención del cuerpo por morgancrea en Vimeo.


El protagonista del asunto es Charles Le Brun, uno de los pintores franceses más célebres del siglo XVII. Pero no es a sus coloridas y bien conocidas composiciones a las que me quiero referir, sino a una serie de experimentos singulares que llaman mucho la atención por su apariencia. El morphing es un anglicismo que describe una técnica cinematográfica que hemos visto en infinidad de ocasiones en televisión o el cine, e incluso en videojuegos o impreso en revistas. Se trata de un efecto de animación por ordenador en el que se transforma una imagen fotgráfica de un objeto real en otra de otro objeto. Normalmente se emplea para transformar a una persona en otra, o a una persona en animal, como recurso muy socorrido en películas de fantasía y ciencia ficción.

Bien, pues he aquí que hace cuatro siglos al ingenioso Charles Le Brun se le ocurre estudiar las «pasiones animales» del ser humano en una serie dilatada en el tiempo de estudios en los que transforma una figura humana en diversos tipos de animal, con resultados asombrosos y muy llamativos. Tal como se comenta en el catálogo de la exposición:

Para dar en la diana del alma del espectador, el artista ha de atenerse a un código de signos, a una gramática de las pasiones, universal e inteligible por cualquiera. La expresión de las pasiones del alma será, hasta finales del siglo XVII, un mundo ordenado y mecanicista que no dejará emoción sin clasificar ni etiquetar. Charles Le Brun (1619-1690) es el paradigma de ese gusto por lo sistemático. En parte, agranda una vieja tradición, la de las fisiognomías zoológicas que Della Porta había codificado en 1585. Pero él la afronta bajo una mirada menos cosmológica, más artística, más moderna, como una forma de descifrar la interioridad humana y su representación. Con un dibujo sólido, de contornos cerrados y volúmenes poderosos, concentra su expresividad en cejas y ojos y otorga a la geometría del perfil animal un papel definidor. (…) Convierte la fisiognomía en un teorema: mientras zorros o camellos tienen un aire de inteligencia humana, los hombres aparecen bestializados, sin el menor atisbo de caricatura: todo es serio, calculado, grave. De ahí, resulta una humanidad equívoca, con algo de maléfico y terrible, inepto para la palabra y el entendimiento. Le Brun clasificó el circuito que ata el rostro al alma en «Méthode pour apprendre à dessiner les passions», expuesto en la Academia Francesa en 1668: «Todo aquello que causa pasión al alma es efecto de la alteración de los músculos, que se mueven gracias a las extremidades de los nervios que las atraviesan».

Aunque en la exposición sólo se muestra algún ejemplo de esta clase de ejercicios visuales de Le Brun, he buscado algunos otros de entre todos los que creó y he seleccionado varios de ellos. He aquí todo un experimento de morphing del siglo XVII…