¡Que inventen ellos!

imgComo complemento al anterior artículo, que formaba parte de la iniciativa La ciencia española no necesita tijeras, creo que no vendría nada mal recordar un diálogo de lo más singular. A partir de él nació la polémica, que realmente ya se arrastraba desde mucho antes, sobre España y su relación con la ciencia. No trataré aquí sobre si Unamuno, autor de este texto, era más «africanista» que «europeísta», no mencionaré los conflictos entre religión y ciencia, las graves polémicas con Ortega, las ácidas críticas de los partidarios de unos y otros, pues todavía son motivo de discursos filosóficos de lo más enconado. Sencillamente, véase aquí, en esta ficticia conversación mantenida entre Román y Sabino, cómo todavía en nuestro país abundan los Romanes, para nuestra desgracia1.

ROMÁN – ¿Que nada hemos inventado? Y eso, ¿qué le hace? Así nos hemos ahorrado el esfuerzo y ahínco de tener que
inventar, y nos queda más lozano y más fresco el espíritu…
SABINO – Al contrario. Es el constante esfuerzo lo que nos mantiene la lozanía y la frescura espirituales. Se ablanda,
languidece y desmirría el ingenio que no se emplea…
ROMAN – ¿Que no se emplea en inventar esas cosas?
SABINO – U otras cualesquiera…
ROMAN – ¡Ah! ¿Y quién te dice que no hemos inventado otras cosas?
SABINO – ¡Cosas inútiles!
ROMÁN – Y ¿quién es juez de su utilidad? Desengáñate: cuando no nos ponemos a inventar cosas de esas, es que no
sentimos la necesidad de ellas.
SABINO – Pero así que otros las inventan, las tomamos de ellos, nos las apropiamos y de ellas nos servimos; ¡eso sí!
ROMAN – Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero en que
estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó.
SABINO – Acaso mejor.
ROMÁN – No me atrevía a decir yo tanto…
SABINO – Pero ellos, ejercitando su inventiva en inventar cosas tales, se ponen en disposición y facultad de seguir
inventando, mientras nosotros…
ROMAN – Mientras nosotros ahorramos nuestro esfuerzo.
SABINO – ¿Para qué?
ROMAN – Para ir viviendo, y no es poco.
(…)

1 Texto extraído de El pórtico del templo, de Miguel de Unamuno (en la fotografía que abre el artículo), 1906. Tomado de Ciencia, tecnología y sociedad. D. Carlos Ignacio Angulo Martín, INE. (PDF).