Versión para TecOb del artículo que publiqué en la revista Historia de Iberia Vieja, edición de septiembre de 2015.
El señor Balsera ha inventado un aparato que hará ineficaces los ataques de los submarinos. Se verificaron las pruebas con éxito excelente, habiendo sido presenciadas por numerosas personalidades científicas y diplomáticas. El gobierno francés, por medio de su embajador en Madrid, ofreció al señor Balsera cinco millones de pesetas por la propiedad de su invento. También ha inventado una máquina fotográfica de gran potencia; con ella se pueden tomar vistas desde los aeroplanos, impresionando las placas hasta los más pequeños detalles. Otro de los inventos del señor Balsera es una estación receptora portátil de radiotelegrafía. Este aparato pesa un kilogramo y es manejado por una sola persona. Con él se puede recibir radiotelegramas desde una distancia de tres kilómetros. El gobierno inglés hace gestiones para comprar todos los inventos del sabio español.
La hormiga de oro, 26 de abril de 1919.
Con hueso hemos topado y, pese a lo vulgar de la expresión, no creo que haya forma más acertada de expresarlo. Todo un hueso tanto por las sobras que existen acerca del gran Matías Balsera, como por esa sensación extraña de haber visto una y mil veces una historia similar, dado que las brumas se vuelven más densas en los años que rondan la época de nuestra infausta guerra civil. Sea como fuere, he aquí un esbozo biográfico de este personaje que, sin ninguna duda, merece aparecer con letras de oro en los libros de historia.
¿Acaso exagero? Dejo el veredicto al lector que, tras repasar todas las pruebas que a continuación desplegaré, creo que tendrá a bien en considerar a Balsera como alguien singular y genial, si acaso a la altura en cuanto a variedad de intereses y originalidad de sus planteamientos de otros grandes olvidados contemporáneos como Julio Cervera Baviera o Isidoro Cabanyes.
Máquina impresora telegráfica de Balsera.
Un descubrimiento posiblemente inútil
Hoy, cuando empleamos ondas de radio de diverso tipo en mil y una tareas, sin siquiera darnos cuenta de ello, queda lejos de nosotros ese tiempo en el que la mera existencia de las ondas electromagnéticas parecía algo casi mágico, puesta en duda su posible realidad incluso por algunos grandes sabios.
El siglo XIX se encaminaba hacia su segunda mitad cuando, entre el asombro de algunos privilegiados experimentadores, comenzó a vislumbrarse la existencia de las ondas electromagnéticas. Algunos como Joseph Henry iban por buen camino pero se perdieron lo mejor de la fiesta y no fueron muy lejos con aquellas experiencias. Tuvo que llegar un gigante teórico como James Clerk Maxwell para mostrar el camino a través de una serie de elegantes estructuras matemáticas. Pero, claro está, pasar del papel al teléfono móvil no iba a ser nada sencillo.
Fue Heinrich Rudolf Hertz, en cuyo honor se bautizaron las “ondas hertzianas” (o hercianas, como también está permitida su grafía), quien diera el paso definitivo. Hertz era un tipo de lo más humilde, tanto que puede decirse que lo era de forma exagerada. Diseñó y puso en práctica un elegante montaje experimental con el que desarrolló varias experiencias con ondas electromagnéticas entre 1886 y 1888. Demostró que Maxwell tenía razón y que era posible generar y registrar con aparatos aquellas fantasmales ondas a cuya gran familia pertenece incluso la propia luz que nos sirve para ver.
El ingenioso conjunto experimental de Hertz, un simple circuito eléctrico oscilante con dos esterillas de metal entre las que saltaba una chispa y, por otro lado, un circuito receptor con antena, o resonador, puso de manifiesto que era relativamente sencillo emitir y recibir ondas de lo que iba a conocerse como “radio”. Pero la humildad de Hertz le llevó a decir en cierta ocasión que no veía grandes aplicaciones prácticas en todo aquello. Por desgracia para él, falleció co apenas 36 años de edad, en 1894, justo cuando Tesla, Lodge, Marconi y otros, estaban alumbrando la nueva tecnología de comunicaciones vía radio que iba a cambiar para siempre nuestro mundo y nuestra historia.
Puede que Hertz tuviera un mal día cuando opinó que aquello era algo posiblemente inútil, pero por fortuna se equivocó por completo. En apenas unos años todos hablaban de las posibilidades de la radio y, en España, no estuvimos en el vagón de cola, ni mucho menos, otra cosa es que aquellas aventuras hayan caído en el olvido general. Ahí estaba el gran Leonardo Torres Quevedo, que a la par de Nikola Tesla, presentó un autómata al que llamó “telekino”. Era algo prodigioso, una primicia mundial que consistía en una máquina capaz de ser controlada a distancia por medio de ondas hertzianas. Sus demostraciones de 1903 y años posteriores, tanto en Francia como en España, permitían soñar con un mundo como el actual, en el que drones y máquinas de todo tipo, se pueden controlar a distancia por radio. Torres Quevedo pensó en aplicar la tecnología de su telekino al guiado de armas, sobre todo para torpedos, pero no llegó muy lejos por falta de financiación. En esto fue mucho más allá Matías Balsera, como mostraré en breve. Antes, cabe mencionar al que fuera gran pionero de la radio en España: Julio Cervera.
Cervera fue, al igual que lo fuera Balsera, un genio polifacético. Explorador, geógrafo, pionero de la enseñanza a distancia e incluso de la electromedicina gracias a una de sus últimas patentes pero, sin duda, el campo en el que más destacó fue en el de la incipiente tecnología de radiodifusión. Ya en los albores del siglo XX había patentado un sistema de control a distancia y había experimentado con la tecnología de Marconi, con cuyo equipo llegó a colaborar un tiempo, acerca de telegrafía sin hilos. Pero, y he aquí la sorpresa, puede que Marconi fuera el primero en tener éxito comercial con su radiotelegrafía, aunque en cuestión de primacía el tiempo y una sentencia le diera la razón a Tesla como verdadero padre de la radio, sin embargo Julio Cervera se adelantó a todos ellos en algo que merece ser recordado: fue el primero en experimentar con éxito la transmisión de sonido por medio de ondas de radio gracias a una prueba realizada entre Alicante y las Baleares allá por 1902.
El experimentador inquieto
Y aquí, centrada la situación de los primeros años de la radio, es donde entra en escena el gran Matías Balsera Rodríguez. Vino al mundo en Gibraleón, provincia de Huelva, en 1883. De familia le venía la pasión por la comunicación a distancia, más que nada porque desde que era niño se vio rodeado de cables y aparatos para telegrafía. Su padre y sus hermanos trabajaban en el mundo del telégrafo y, naturalmente, por ahí parecía que iban sus propios pasos. En 1903 ingresó en el Cuerpo de Telégrafos y comenzó a interesarse por todo aquello que habían Marconi y Cervera. ¡Era fascinante! Imaginó cómo podía ser un mundo en el que la voz, la música e incluso documentos e imágenes pudieran “volar” por el aire a lomos de ondas hertzianas de un extremo a otro del planeta. Pero como era alguien más práctico que ilusorio, decidió llevar a la práctica aquellas ensoñaciones. Primero experimentó con radiotelégrafos entre Cádiz y el Puerto de Santa María. El éxito de sus prueba legó muy lejos, interesando incluso al gran Marconi.
Sistema de rayos X de Balsera.
Más tarde pasó a construir con su propio trabajo y dinero la que fuera primera estación de radioaficionado de España. No fue más que el principio de una carrera asombrosa de innovaciones técnicas a las que pocos hicieron caso. Cierto es que fue conocido como el gran “primer experimentador” del mundo de la radiodifusión y el radiocontrol en España, pero también es cierto, como él mismo afirmó en múltiples ocasiones, que de haber nacido en tierras lejanas más propicias, su destino hubiera sido muy diferente y más venturoso.
Entre 1904 y 1905 el radiotelegrafista convertido ya en maestro de la ingeniería de la radio alumbró diversos sistemas avanzados de control de torpedos que fueron incluso probados en el arsenal de La Carraca. El mecanismo de control a distancia que propuso se basaba en el uso avanzado de nuevas técnicas de sintonización, algo que iba mucho más allá de lo que Torres Quevedo había conseguido con su telekino, y que presentaba la ventaja de no poder ser intervenido por una señal enemiga. Aunque despertó el interés de lo militares y consiguió alguna ayuda económica para su desarrollo, finalmente se desestimó su desarrollo definitivo por ser considerado algo con poco futuro y de escaso interés práctico. ¿Qué pensarían aquellos burócratas de nuestros misiles teledirigidos de hoy día?
El sistema de sintonización para control de torpedos por medio de radio fue el primer paso en una serie de inventos geniales alumbrados por Balsera, a la vez que asombraba al mundo al ser capaz de comunicarse desde su estación de radio en tierra con barcos en alta mar. En 1909 presenta su telégrafo rápido que es adoptado por la Dirección General de Telégrafos y, al año siguiente, aparece su modelo portátil, ideal para uso por militares. Luego llegó su estación de telegrafía Morse automática, pensada para ser dirigida por u solo operador, sus sistemas de radiomegáfono, el estereoscopio por radio y su asombroso sistema de comunicación rápida vía radio desde estaciones de ferrocarril con trenes en marcha. Cerca ya de la Primera Guerra Mundial, Balsera da a conocer su sistema de armas por medio de aire comprimido que recuerda a los modernos tubos lanzadores de torpedos, así como otras mejoras en el armamento de submarinos que, como no podía ya ser de otro modo, no encontraron ni el más mínimo apoyo en su propio país.
Pero tanta genialidad no iba a caer por completo en el olvido. Sí, en casa era alguien respetado pero tratado casi como si fuera un objeto de museo: un tipo genial que hacía gracia pero a quien no se le daba la más mínima oportunidad. Llegó entonces la Gran Guerra, y todos los beligerantes visitaron a Balsera. Los alemanes compraron su sistema de control de armas por radio allá por 1914, lo que les permitió gozar de una gran ventaja para su flota submarina en los primeros compases del largo conflicto mundial.
Acabada la guerra, nuestro genio de la radio creyó encontrar su camino definitivo en España, cuando a principios de los años veinte realiza diversos ensayos de radiodifusión, como el que llevó a cabo en 1922 retransmitiendo conciertos desde el Palacio de las Comunicaciones de Madrid. Fueron los primeros pasos del mundo de la radio “hablada” en España, una semilla que pronto dio sus frutos y alcanzó una expansión asombrosa. A pesar de aquellos éxitos, continuó siendo un olvidado y Balsera decide buscar nuevos aires en los que poder desarrollar su ingenio. Comienza así su larga etapa británica. En Londres logra la celebridad con su sistema mejorado de rayos X, al que había llamado radioestereoscopio, una máquina avanzada a su tiempo que permitía localizar cuerpos extraños de forma sencilla.
Un final muy oscuro
Y se acabó, así de simple. ¿Qué fue de Balsera? La verdad es que no está nada claro. Teníamos a un genio de la radio, capaz de inventar sistema de control de aparatos por medio de sintonización avanzada, muy adelantado a su tiempo. Todo un prodigio que ayudó a dar los primeros pasos a la radiodifusión en España, capaz además de crear artilugios singulares de aplicación médica pero nada, ni caso, no encontraba su lugar. Por muy repetido que sea lo de “nadie es profeta en su tierra”, el caso de Balsera nos demuestra hasta qué ridículo punto puede llegar eso por aquí. Se sabe que vivió varios años en Londres y en París pero, sorpresa, ni siquiera parece haber acuerdo en la fecha y el lugar de su muerte.
Dependiendo las fuentes que se consulten, cada cual nos informará de una cosa. Parece claro que debió morir en Francia, o tal vez no, pero por lo general se fija su fallecimiento en el París de 1927 o de 1929… ¿o bien fue en 1934? No está nada claro. A pesar de todo, hay algo que me ha intrigado al analizar las bases de datos de patentes. Parece claro, según muchos, que a principios de los años treinta Balsera ya había fallecido pero, ¡hay registros de patentes posteriores! Hagamos un pequeño repaso a la genial carrera de Balsera a través de sus patentes para descubrir que, incluso con su fecha de partida de este mundo, se han borrado por completo sus huellas.
Acudamos a las bases de datos de patentes de España, Francia y Gran Bretaña. Aparece por primera vez como solicitante de patente Matías Balsera Rodríguez a finales de 1905, con su célebre “sistema sintonizador y director de torpedos por medio de las ondas de Hertz”. De años posteriores son sus sistemas avisadores, máquinas telegráficas mejoradas, selectores telefónicos, una impresora tipográfica telegráfica, varias máquinas de rayos X perfeccionadas e incluso avances en motores de explosión. En total, más de una veintena de patentes asombrosas que apenas tuvieron desarrollo en su tiempo y que, curiosamente, comparten fechas con las de otros inventores, como un tal Juan Balsera Rodríguez, o cierto Luis Balsera Rodríguez, que bien pudieron haber sido hermanos de Matías. No olvidemos que el ingenio estaba bien arraigado en su familia, siempre relacionados con e mundo de los telégrafos, por lo que no sería algo raro.
Hasta aquí, nada que se salga del guión ya mencionado. Lo raro viene a partir de su supuesta muerte a finales de los años veinte en París. Las bases de datos de patentes son tozudas: o bien había otro Matías Balsera Rodríguez patentando genialidades por media Europa desde entonces o, lo que es más lógico, el bueno de Matías seguía dando guerra desde Francia, y lo hizo al aparece durante muchos años más.
De esos tiempos oscuros son patentes sobre lámparas termoiónicas, simuladores de guerra navales, nuevos métodos de señales para ferrocarriles, alarmas por radio, mejoras en alumbrado para automóviles, e incluso complejos sistemas para la mejora de motores de corriente alterna. Algunas de esas patentes tienen fechas tan lejanas desde la supuesta muerte de Balsera como son las fechadas a finales de los treinta y principios de los cuarenta. Teniendo en cuenta que Matías nació en 1883, hacia 1945 el genial inventor bien podía seguir vivo y en activo pues contaba con poco más de sesenta años. Cabe imaginar la razón de aquel olvido, del por qué hay decenas de patentes olvidadas que apenas lograron atención, siendo como eran realmente interesantes, que eran obra de alguien que había logrado cierto reconocimiento años antes. Desconozco las razones que llevaron a estas décadas de oscuridad en la vida de Balsera, así como muchos otros detalles de sus posibles hermanos inventores, algunos de ellos con propuestas muy interesantes. Sea como fuere, sólo he rascado la superficie del enigma de los Balsera e intuyo que hay sorpresas esperando ser descubiertas.
Como muestra de la infinita variedad de intereses y campos de invención a los que contribuyó Matías Balsera, valga esta muestra de una entrevista al “brujo de las ondas” publicada en la revista Nuevo Mundo el 7 de julio de 1933, mencionando un tema muy actual en nuestros días como es el de los aviones sin piloto:
–¿Cuál es, pues, su último invento?
–La aplicación de la radio para dirigir, controlar y orientar aviones sin que vaya a bordo ningún piloto.
–Algo de esto hizo usted antes, ¿no?
–Hace veintisiete años hice varias pruebas en el estanque de la Casa de Campo, con éxito indudable. Si en aquella época ya podía controlar barcos desde tierra, como lo vio todo el mundo, sin ningún tripulante, cuando la radio –como ahora se llama– estaba en sus comienzos, ¿qué no se podrá hacer hoy cuando con un receptor de complicación nada extraordinaria puede oírse reír, cantar y llorar a los habitantes del Japón?
–Aquello se llamaba telekino, ¿no?…
–No, no. Lo mío nada tenía que ver con el telekino del señor Torres Quevedo, ni con lo descubierto por Marconi. Ya entonces lo demostré. Lo que ni Marconi ni los demás físicos del mundo habían conseguido, la sintonía, lo logré yo. (…)
–¿Y ahora ha perfeccionado usted aquellos descubrimientos? ¿Cree posible el vuelo sin piloto?
–Dirigir un avión sin piloto desde tierra o desde otro avión utilizando la radio es sencillamente una consecuencia de mis trabajos sobre control de torpedos y de barcos realizados en el año 1906.
–¿Qué eficacia inmediata ve usted a su descubrimiento?
–Por lo pronto, el transporte de correspondencia y de mercancías con autogiros de vuelo automático, dirigidos por radio desde tierra, lo que vendría a causar una revolución en el ramo de transportes. (…)
Lectura recomendada:
Experiencias tempranas de radio en España – Matías Balsera Rodríguez, (1883-1953) primer radioaficionado y DX-ista español en 1903 Capítulo IV y último (1924-1952).