Son pocos los nombres que realmente quedan grabados a fuego en las páginas de la historia y que puedan soportar con fortuna el paso de las décadas en la memoria colectiva. Uno de esos nombres es el de Charles Lindbergh, héroe desde el año 1927, cuando se convirtió en el primer ser humano que cruzaba el Atlántico en vuelo solitario y sin escalas, entre América y el continente europeo. Cierto es que, más tarde, su fulgor perdió brillo cuando mostró su apoyo a Hitler, pero hoy día sólo se menciona a Lindbergh como protagonista del primer vuelo a través del Atlántico. Sin embargo, otros antes lograron la hazaña, solo que no lo hicieron en solitario.
De esos otros aventureros no se acuerda casi nadie, salvo los aerotrastornados que gustan de recordar viejas hazañas apenas mencionadas en otra parte. El sueño de volar a través del Atlántico viene de lejos. Ya mencioné hace tiempo a un soñador español, Ubaldo Pasarón, que imaginó un gigantesco dirigible con el que llevar a cabo viajes de línea entre España y Cuba, allá por 1862. Años antes, en 1844, el gran Edgar Allan Poe realizó también un curioso ejercicio de imaginación en el que, en una pretendida crónica periodística, se narraba un vuelo en globo de tres días a través del Atlántico. Muchos lo tomaron como un hecho real, hasta que se destapó la «broma». Aquello llamó la atención de todo el planeta. La prensa en España también se hizo eco de aquella imaginaria hazaña, tomada como cierta. He aquí un fragmento de una crónica de varias páginas sobre aquel bulo, publicada el 26 de junio de 1844 en El Pensamiento de la Nación.
Varios intentos de cruzar el Atlántico en globo a lo largo del siglo XIX terminaron bastante mal para sus protagonistas. En 1913 al londinense periódico The Daily Mail se le ocurre ofrecer un jugoso premio para quien cruce de una vez por todas en un avión el océano, bajo ciertas condiciones. Nadie lo intentó, más que nada porque al poco se interpuso en la aventura la Gran Guerra. Terminada la contienda, con grandes avances en máquinas volantes, todo parecía listo para llevar a cabo la gran aventura. En 1918 el sueco Hugo Sundstedt parecía tener las de ganar con un prototipo de hidroavión construido por la casa Wittemann-Lewis. Por desgracia, no pasó de un vuelo de pruebas en el que resultó dañado y nunca fue reparado (agradezco la información sobre este pionero a Jose Manuel Gil García).
Llegado el año 1919 todo parecía listo para lograr la hazaña. Y así fue, entre los días 14 y 15 de junio los británicos Alcock y Brown volaron en un Vickers Vimy mejorado entre Nueva Escocia e Irlanda. Poco más tarde, a principios de julio de aquel año, un dirigible realizó un vuelo de ida y vuelta entre el Reino Unido y la costa este de los Estados Unidos, bajo el mando de George Scott.
Fueron aventuras impresionantes hoy apenas recordadas, pero lo más curioso es que no fueron los primeros, porque quienes volaron por primera vez a través del Atlántico lograron tal gesta un poco antes, en el mes de mayo de 1919. Entre el 8 de mayo y el 31 de ese mes de 1919, un hidroavión de la US Navy con tripulación comandada por Albert C. Read logró cruzar el charco. Sí, todo un Curtiss NC-4 merece ser recordado por ello pero, ¿por qué narices apenas lo menciona nadie? Bien, la razón puede que se encuentre en cómo se llevó a cabo aquella aventura. Las fechas ya nos dicen mucho… ¡más de veinte días para cruzar el Atlántico! Aquello no era espectacular, salvo por lo aparatoso del plan de vuelo. Era lento, complejo, casi aburrido. Sí, fueron los primeros, pero al poco tiempo ya nadie los mencionaba. Precisamente por eso, quiero hoy guardar un recuerdo a aquella tripulación pionera a través de una serie de imágenes que traen de vuelta su logro, aunque sea fugazmente1.
Aquí está el complicado plan de vuelo del Curtiss NC-4. Puede decirse que, arriesgado, lo que se dice arriesgado, no lo era mucho. (Pincha en la imagen para ampliar).
Sí, pisaban sobre seguro, aunque fuera volando sobre el indómito Atlántico. He aquí algunas imágenes de la nave.
Y aquí tenemos a la tripulación. (Pincha en la imagen para ampliar).
Claro, la aventura tenía sus riesgos y lo pasaron mal en algunos momentos, pero el plan era demasiado perfecto. Lindbergh se la jugó en un vuelo casi suicida, y puede que por eso sea todavía recordado. Para la tripulación del Curtiss todo era precisión, demasiada precisión y, además, contaban… ¡con decenas de barcos de apoyo a modo de estaciones base! He ahí, posiblemente, la principal razón por la cual su vuelo, aunque fue el primero a través del Atlántico, cayera pronto al olvido. Veamos, para terminar este recuerdo, algunos detalles de las etapas en forma de mapas.
Llegada a Lisboa y última etapa del viaje hasta Gran Bretaña.
___________________
1 Véase la crónica completa del vuelo y muchas más imágenes en The flight across the Atlantic (1919).