Versión reducida del artículo que publiqué en la revista Historia de Iberia Vieja, número 103, enero de 2014.
Un accidente de automóvil, un detalle de este vertiginoso modo de ser de los tiempo que corren, en los que se llega a la muerta a noventa por hora, ha dejado sin vida al que era ya, entre los cirujanos españoles, un elegido; en el Cuerpo de Sanidad Militar, un predilecto. (…) Recientes están aún sus triunfos en Melilla. Las más felices intervenciones en cirugía abdominal en campaña, por Pagés fueron realizadas. (…) No ha publicado mucho, pues enemigo de toda manifestación externa de su saber, su labor fundamental se caracterizó desde el principio por el perfeccionamiento de los medios de técnica operatoria, en los que ponía tal escrupulosidad en el detalle, que sus intervenciones operatorias quedarán como modelo, y alcanzaban tan resonantes éxitos. Precisamente por ello, una de sus publicaciones más estimables es la de «Anestesia metamérica», que él realizaba con rara perfección.
G. Sierra, acerca de Fidel Pagés.
Revista de sanidad militar, número 19. Madrid, 1 de octubre de 1922
El temprano final de un cirujano excepcional
La mañana del viernes 21 de septiembre de 1923, Fidel Pagés Miravé, junto con su familia, emprende en coche el viaje de regreso a Madrid después de pasar unos días de vacaciones en Guipúzcoa. En las cercanías del burgalés pueblo de Quintanapalla, concretamente en el Alto de la Brújula, sufren un gravísimo accidente de tráfico. La mujer de Pagés y sus hijos sufren graves heridas. El cirujano, de 36 años de edad, fallece en el acto. En Madrid, el día 23, se celebró un multitudinario funeral en recuerdo de un genio de la medicina española que estaba a punto de alcanzar la celebridad mundial. Sin embargo, como en tantas ocasiones, su memoria se perdió pronto.
Fidel Pagés Miravé nació el 26 de enero de 1886 en Huesca, el mismo lugar en el que cursa sus primeros estudios, hasta llegar a ser Bachiller. En 1901 comienza su formación médica en la Universidad de Zaragoza, donde obtiene su título de medicina siete años más tarde con un expediente realmente brillante. Al poco, comenzó su carrera profesional, ingresando por oposición en el Cuerpo de Sanidad Militar. Desde sus primeros destinos, como en su primera estancia en Melilla, destacó por su tenacidad, ingenio y habilidad. Comenzó a ganar prestigio y reconocimiento con rapidez. Estuvo destinado en varias provincias españolas, dejando siempre tras de sí una estela de agradecimiento y admiración. En 1919 participa en la fundación de la Revista Española de Cirugía, publicación en la que aparecerá, en 1921, su primera mención acerca de lo que hoy conocemos como anestesia epidural. No se trató de una simple hipótesis o de un escrito superficial acerca de una nueva técnica prometedora. Nada de eso, su Fidel Pagés merece ser recordado por su descubrimiento, es porque no sólo ideó la técnica, sino que perfeccionó su uso con minucioso detalle y, además, lo puso en práctica con rotundo éxito. De hecho, la descripción que hace de su técnica en ese artículo es tan profunda, que sirvió de eficaz guía para muchos médicos posteriores interesados en ello aunque, por desgracia, el reconocimiento merecido del gran logro no le llegó nunca a su autor.
Aquel año de 1921 fue inolvidable para Pagés por otro motivo menos venturoso. Tras el desastre de Annual, fue enviado, junto con un amplio equipo de cirujanos, al norte de África para atender a las maltrechas tropas españolas. En Melilla nuevamente, la guerra ofrece a Pagés un espectáculo horrendo del que no era ajeno, pues ya lo había vivido antes trabajando como médico inspector en un campo de prisioneros de Viena, durante la Gran Guerra. La gran cantidad de heridos que llegaban al hospital de campaña en Melilla hizo necesario un trabajo continuo en el que las nuevas técnicas de Pagés tuvieron un papel de gran importancia. Es más, cuando los combates se localizaron en posiciones más alejadas del hospital, Pagés organizó todo un equipo de cirugía móvil para intentar atender a los heridos lo más cerca que fuera posible de la línea de batalla, aumentando así enormemente la posibilidad de supervivencia de los pacientes. Los relatos acerca de soldados heridos de gravedad, salvados por Pagés, son innumerables. El cirujano se convirtió en una leyenda viva, pues salvó la vida de soldados en condiciones extremas, en medio de situaciones en las que, normalmente, se solía dar por perdido al herido.
La anestesia metamérica de Pagés
El 15 de junio de 1921 apareció publicado en la Revista de sanidad militar, bajo el título «La anestesia metamérica», el primer artículo de la historia en el que se menciona la práctica de lo que hoy conocemos como anestesia epidural. Su autor, Fidel Pagés, describe con gran detalle los procedimientos de su invención, que había llevado a la práctica con éxito. Ese artículo seminal comenzaba de esta forma:
En el mes de noviembre del pasado año, al practicar una raquianestesia, tuve la idea de detener la cánula en pleno conducto raquídeo, antes de atravesar la duramadre, y me propuse bloquear las raíces fuera del espacio meníngeo, y antes de atravesar los agujeros de conjunción, puesto que la punta de la aguja había atravesado el ligamento amarillo correspondiente. Abandoné la estovaína que tenía preparada, y en una cápsula hervida hice la disolución de tres tabletas de novocaína suprarrenina de la serie A (375 mg. de novocaína) en 25 c.c. de suero fisiológico, procediendo a inyectarlo inmediatamente a través de la cánula, que estaba enclavada entre las vértebras lumbares 2ª y 3ª.
Explorando la sensibilidad, pudimos convencernos de que a los cinco minutos comenzaba una hipoestesia en la porción infraumbilical del abdomen, que se extendía a la cara anteroexterna de los miembros inferiores, dejando indemne el periné, escroto, cara posterior de los miembros inferiores y planta del pie en ambos lados; la hipoestesia se fue acentuando progresivamente, y a los veinte minutos de practicada la inyección, juzgamos prudente empezar a operar, practicando una cura radical de hernia inguinal derecha, sin la menor molestia para el paciente. El resultado de este intento nos animó a seguir estudiando este método, al que en la clínica denominamos de anestesia metamérica, por la posibilidad que nos proporciona de privar de sensibilidad a un segmento del cuerpo…
Esta es la descripción, de mano del propio Pagés, de una técnica novedosa de anestesia que continuó desarrollando con gran habilidad y maestría. Se trataba de la anestesia epidural que conocemos hoy día, ya puesta en práctica de modo más o menos común a mediados de los años treinta del siglo pasado, sobre todo en el campo de la obstetricia. El artículo de Pagés describe detalladamente la anatomía del canal raquídeo y el procedimiento preciso para realizar una anestesia epidural lumbar. Aparecen listados de materiales, fármacos, procesos, posibles problemas y otros datos necesarios para que cualquier otro médico pudiera replicar el procedimiento. En más de cuarenta operaciones, tal y como aparece referido en ese texto, el éxito había sido rotundo. Aquella era la receta de un éxito seguro, pero el accidente que se llevó la vida de Pagés poco después, hizo que su figura cayera con rapidez en el olvido.
Mientras tanto, la cirugía no dejaba de avanzar. El procedimiento de Pagés continuó siendo utilizado, aunque no era muy conocido. En un congreso internacional de cirugía, celebrado en Madrid en 1932, un médico italiano, Achilles Dogliotti, presentó un trabajo sobre anestesia epidural que era prácticamente un calco del procedimiento de Pagés. El italiano se llevó el mayor de los reconocimientos, mientras que Pagés cayó en el más absoluto de los olvidos. Y eso hubiera seguido así mucho tiempo, si no hubiera sido porque, desde 1929, el cirujano argentino Alberto Gutiérrez, llevaba empleando el método de Pagés con gran éxito. Fue Gutiérrez quien empezó a reclamar reconocimiento para Fidel Pagés en diversas publicaciones. La polémica duró algún tiempo, pero ya en 1935 el propio Dogliotti había reconocido que su técnica no era propia, sino que debía primarse como autor primigenio a Pagés. Sin embargo, la figura del cirujano español ha seguido siendo oscura y poco conocida hasta tiempos relativamente recientes. Sirvan pues estas breves letras, como pequeño homenaje a todo un genio malogrado que cambió para siempre el panorama de la cirugía y la anestesia.