El ingenio de Zubiaurre

Versión reducida para web del artículo que publiqué en la revista Historia de Iberia Vieja, edición del mes de diciembre de 2012.

No hace mucho que visitó este mismo espacio uno de los ingenieros más excelsos de toda nuestra historia. Se trataba de Agustín de Betancourt quien, sin más ayuda que la de sus propios sentidos y su memoria, fue capaz de replicar la secreta tecnología de las máquinas de vapor inglesas con sólo haber visto levemente una en funcionamiento. Pudiera considerarse como un ejemplo primitivo de espionaje industrial, pero ni mucho menos fue el primero. El caso que hoy me ocupa fue anterior pero, curiosamente, comparte alguno de los escenarios y detalles de la historia de Betancourt.

A la sombra de Juanelo

Si se revisa con cuidado algún plano antiguo de la ciudad de Valladolid, como por ejemplo el de Francisco Coello del año 1852, a buen seguro que nos llamarán la atención muchas cosas, sobre todo si conocemos el lugar. Entre esas sorpresas habrá una muy curiosa y es que, si nos fijamos bien en las cercanías del Puente Mayor dibujado con detalle en el citado mapa, aparece una indicación intrigante algo hacia el sur, en la orilla oeste del Pisuerga. El mapa reza así: Restos de la rueda de Juanelo. ¿A qué se podrá referir? En las cercanías de ese lugar se levanta hoy día el edificio más alto de Valladolid, el rascacielos Duque de Lerma, pero de ruedas de Juanelo nada de nada, ¿o sí nos ha llegado algo? Revisemos este misterio que tiene más miga de la que parece.

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Porción del plano de Valladolid de Francisco Coello del año 1852 en el que aparece la mención a la Rueda de Juanelo.

Lo que menciona el plano era, sin duda una máquina, ¿pero de qué se trataba? La existencia e historia de ese ingenio que se levantó a la vera del Pisuerga permaneció en las sombras hasta que no hace muchos años lo volviera a traer a la luz el gran historiador de la técnica e ingeniero Don Nicolás García Tapia, de cuyos escritos he bebido para preparar este pequeño recuerdo. Allá por el siglo XVII se cuenta que funcionaba en Valladolid una gran máquina, o ingenio, para elevar el agua del río Pisuerga hasta las huertas del palacio del Duque de Lerma, más tarde en manos del rey Felipe III en lo que hoy es el barrio de Huerta del Rey. Poco más se conocía del ingenio o de su creador, salvo alguna descripción muy somera realizada por viajeros o lo poco que aparecía en documentos municipales. A este olvido contribuyó la desaparición del propio palacio, caído en el olvido después del traslado de la Corte a Madrid. El lugar quedó abandonado y la máquina acabó siendo destruida por completo ya en el siglo XVIII, a merced de varias crecidas el Pisuerga.

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Cercanías del Puente Mayor de Valladolid, donde se localizaba el ingenio de Zubiaurre. Foto de Iván García Vázquez.

La memoria es muy frágil y tiende a buscar parecidos por doquier. Sucede con este caso, porque el plano que cité al principio, de mediados del siglo XIX, partía para su elaboración de otro muy anterior, el de Ventura Seco de 1738. Ahí, ya aparecía la referencia a cierto ingenio de Juanelo, ejemplo claro de olvido, pues ya por entonces la máquina debía ser una ruina. La atribución del ingenio al célebre Juanelo Turriano, quien ya visitó estas mismas páginas hace muchos meses, se debe a que, con seguridad, se pensó que el ingenio del Pisuerga no debía ser más que una copia de la imponente máquina diseñada por Juanelo para llevar agua del Tajo a Toledo en el siglo XVI. Nada más lejos de la realidad, Juanelo nada tuvo que ver en el ingenio vallisoletano y, además, la historia detrás de su construcción bien merece un recuerdo por lo singular de la misma.

La Corte se traslada a Valladolid

Para averiguar lo posible sobre la máquina del Pisuerga, Nicolás García Tapia indagó en los documentos relativos al Valladolid del siglo XVII y pudo ir reconstruyendo una trama digna de una novela de misterio. Viajemos pues a la capital castellana en la época en que la Corte tenía allí su sede, donde los aristócratas trababan de rodearse de lo mejor y más novedoso. Se tiene una imagen de la época en España que en algunos aspectos no se corresponde a la realidad. Si bien es cierto que el atraso técnico de nuestro país puede considerarse ya como algo muy claro, tampoco debe olvidarse que las invenciones y las nuevas tecnologías europeas también tuvieron su presencia en nuestro suelo. La máquina del Pisuerga fue todo un ejemplo de ello. A buen seguro su construcción no atendía a razones públicas, sino más bien de prestigio y de ostentación. En lugar de ser ideada para llevar agua a la ciudad, fue levantada la máquina al otro lado del río, donde se localizaban las huertas, jardines, fuentes y espacios de recreo pensados para la realeza y que tan oportunamente organizó el Duque de Lerma para su propio beneficio. Se trató, en suma, de un ingenio pensado para un lugar y un momento fugaces, pues la Corte no tardó en marchar a Madrid, con lo que todo el espacio diseñado alrededor del palacio perdió su función y, por ello, pronto cayó en el olvido.

En 1601 el rey Felipe III y su valido, el Duque de Lerma, deciden instalar la Corte en Valladolid, abandonando Madrid. Así, de repente, la ciudad castellana se convirtió en el centro de la actividad política del Imperio Español, con lo que eso suponía para su economía y su crecimiento, pero también para las exigencias en cuanto a infraestructuras y suministros. Entre los mayores problemas, se encontraba el suministro de agua, muy deficiente por entonces. El Duque de Lerma, todo un lince de la especulación inmobiliaria como se diría hoy día, diseñó todo un plan para construir un espacio ideal para el rey y toda la Corte. Naturalmente, las fincas, huertas y el palacio, eran todos propiedad del duque, con lo que los beneficios estaban asegurados a su cuenta. Hacia el oeste del Valladolid actual, en la orilla derecha del Pisuerga, muy cerca del Puente Mayor, tenía el dique todas sus imponentes fincas, adquiridas a la ciudad con intención de crear un gran complejo palaciego dotado de las mejores comodidades y jardines excepcionales. El lugar, que acabó siendo olvidado y del que no se conocen muchos detalles, contaba con un gran palacio, casas señoriales, grandes jardines con sofisticadas fuentes y hasta con algo parecido a un zoológico privado. Allí se celebraron grandes fiestas en las que los juegos de agua en las fuentes tenían una importancia fundamental. De haberse mantenido la Corten en Valladolid, hoy día a buen seguro ese gran espacio en el que ahora se levantan grandes torres residenciales hubiera sido hogar de uno de los mayores y más vistosos complejos monumentales y palaciegos de Europa.

Unos jardines tan imponentes, junto con las necesidades de Palacio, hacían necesaria una organización muy avanzada en lo que a suministro de agua se refiere. Claro, el Pisuerga estaba al lado, pero había que vencer un desnivel nada desdeñable y los manantiales más cercanos se hallaban a bastante distancia. ¿Cómo solucionar el problema del agua? Por mucho que se intentó, con norias y otros sistemas anticuados, siempre se necesitaba más agua. La solución vino de la mano de un ingenio muy novedoso gracias a un proyecto del general Pedro de Zubiaurre, que llegó providencialmente a Valladolid justo en el momento más adecuado para que sus palabras fueran escuchadas.

¿Agua para Valladolid?

A mediados del mes de julio de 1603 presentó Zubiaurre su proyecto a la ciudad. Según su propuesta, lo ideal para solucionar el problema del agua era construir un gran ingenio basado en una tecnología muy novedosa, capaz de elevar agua desde el Pisuerga en las cantidades que la creciente ciudad iba necesitando, aunque claro está, la máquina estaba pensada más que nada para alimentar a los jardines del Duque de Lerma, aunque en un primer momento y tras acuerdo con el ayuntamiento, parecía que toda la ciudad se beneficiaría de la gran máquina. No fue así, el Duque de Lerma se apropió de todo el agua que el ingenio era capaz de movilizar. Había más que suficiente como para abastecer a toda la ciudad y, sin embargo, el duque no cedió ni un momento. Y, así, aunque el ayuntamiento había cedido terrenos y había prestado ayuda, el duque se adueñó de la máquina, sabiendo que contra el favorito del rey no se iban a meter. Pronto la máquina funcionó a pleno rendimiento, llevando agua a través de canales hasta los jardines, el lago, las casas y palacios del duque pero sin que la ciudad viera ni una gota. Sin duda, el Duque de Lerma hizo el negocio de su vida. Vendió sus jardines y el Palacio de la Ribera al rey Felipe III, por lo que toda la propiedad y alrededores pasó a llamarse desde entonces como Huerta del Rey. La ciudad, que tantas esperanzas había puesto en la máquina, se quedó sin nada. Por entonces, hacia 1606, el general Pedro de Zubiaurre hacía un año que había fallecido en lejanas tierras inglesas, sin ver cómo su máquina se convertía en centro de toda una maniobra especulativa de tamaño monumental.


Pedro de Zubiaurre, aventurero y espía

zubiaurreZubiaurre no era ingeniero, es más, la máquina de ideó para Valladolid es la única en la que estuvo ocupado porque la vida de este aventurero vizcaíno nacido hacia 1541 estuvo siempre en el mar. Como militar y marino no tenía precio, llevó a cabo misiones de todo tipo con gran éxito, desde captura de piratas hasta combates costeros y escolta de navíos. Luchó en Flandes, combatió a franceses e ingleses y, además, fue un espía excepcional.

Y, he aquí que el ingenio que llevaba agua del Pisuerga a las fincas del Duque de Lerma nació gracias a esa labor de espionaje. Hacia 1584 viajó a Londres para preparar lo necesario a la hora de llevar a buen puerto una invasión de Inglaterra. Mala fortuna para Zubiaurre, buena para el Duque de Lerma, pues el espía fue apresado y, fruto de su cautiverio fue el ingenio de Valladolid. Pedro de Zubiaurre estuvo preso en la Torre de Londres, sometido a tortura. La verdad, no imagino cómo le quedaron ganas de algo que no fuera intentar escapar, pero es que, además, tuvo tiempo de seguir espiando. Así, no desaprovechó su estancia en Londres y se dedicó a observar la cercana bomba que llevaba agua del Támesis a Londres construida por Peter Morris. En su mente fueron tomando forma los mecanismos que formaban un complejo artilugio capaz de bombear agua y salvar desniveles considerables.

Posteriormente, tras pasar otro tiempo cautivo en Holanda, siguió luchando sin parar en mil misiones salvo el pequeño espacio de tiempo que pasó en Valladolid entre 1603 y 1604. En aquella pausa en una vida llena de aventuras, tuvo tiempo de diseñar y convencer a la ciudad de Valladolid para construir una copia de la máquina vista en Londres, todo un caso de espionaje industrial que terminó como novísimo ingenio a orillas del Pisuerga al servicio del Duque de Lerma, sin dar fortuna ni fama a Zubiaurre. Por desgracia para Zubiaurre, pronto las gentes comenzaron a llamar al ingenio como “el Juanelo”, olvidando que la máquina había surgido de las observaciones hechas por el marino en Londres y no por la mano del célebre autor del ingenio de Toledo. Una compleja máquina, a la vanguardia de la técnica de su tiempo, dotada de grandes ruedas motrices y un complejo sistema de transmisión por cadenas capaz de mover eficazmente bombas de émbolo dotadas de abastecer a toda una ciudad. Poco tardó en caer en el olvido hasta su reciente rescate de las nieblas del tiempo.