La presa de Gibraltar

Imagina una presa tan grande como nunca antes se ha visto. Imagina un muro de hormigón colosal capaz de unir España y Marruecos. Imagina poder controlar la comunicación entre el Atlántico y el Mediterráneo. ¿Locura? Seguramente, pero alguien se tomó en serio la cuestión. ¿O mejor sería llamarlo «burrada»? Técnicamente es factible, pero no por poder hacerlo hay que terminar realizándolo.

Atlántropa, que así es como se llamaba el engendro, surgió en la mente del ingeniero alemán Herman Sörgel, aunque ya se había sugerido antes. Ríanse de la presa de las Tres Gargantas, el proyecto de Sörgel, que data de 1927, iba mucho más allá que lograr una simple pero gigantesca presa. Primeramente el Estrecho de Gibraltar sería «rellenado» con una presa capaz de abrirse a voluntad al tráfico marítimo. Naturalmente, estaría repleta de turbinas para proveer de hidroelectricidad a media Europa y, además, serviría de puente para facilitar el tráfico entre los dos continentes.

Vale, la cuestión es imponente, pero sólo es el principio. Otras «pequeñas» presas etre Túnez y Sicilia, en el Nilo y en el Bósforo, harían desecar parcialmente el Mediterráneo, con lo que todos los países ribereños de nuestro querido Mare Nostrum contarían con millones de metros cuadrados más de tierra a su disposición. Lo mismo sucedería en el Mar Negro.

Así las cosas, para qué quedarse en eso. Aprovechemos para desviar los grandes cursos de agua africanos, como el Nilo, al Sahara, para convertirlo en el lugar fértil que un día llegó a ser. Todo con la vista puesta en convertir al norte de África en un granero para Europa, puro colonialismo típico de la época.

Ahora bien, el «idílico» paisaje de turbinas monstruosas en presas del Mediterráneo, el puente entre Túnez e Italia, caminar por la «nueva» Costa del Sol, que supongo se llenaría como la actual de cemento y hormigón, y las supercosechas africanas crearían algunos problemillas. Cambio climático, alteración de las corrientes oceánicas, salinidad en las aguas… un desastre.