Le tengo especial cariño al asunto Némesis, precisamente desde que hace ya muchos años leí un libro de David M. Raup que se titulaba de igual forma, El asunto Némesis. También me trae recuerdos porque uno de los primeros artículos de divulgación que publiqué, allá por el año 2001, versaba sobre el mismo tema y, para colmo, me llegan a la memoria aquellos mismos días, en los que intenté leer cierta novela de Isaac Asimov titulada Némesis. Y digo que intenté, porque no fui capaz de terminar el dichoso librillo. A cada página que pasaba me iba hundiendo cada vez más en el aburrimiento.
Eso no sucede, ni de lejos, con El legado de Prometeo, novela de ciencia ficción hard como pocas he podido leer en los últimos tiempos, obra del astrofísico Miguel Santander, una maravilla…
¿Quién se embarcaría en un viaje de 45 años al espacio profundo sin garantía alguna de retorno? Finales del siglo XXI. La Tierra ha sido devastada por los efectos del cambio climático, mientras gobiernos y corporaciones luchan en la sombra por hacerse con el poder. El proyecto Prometeo para extraer energía de Némesis, un agujero negro vecino del Sol, es el punto de partida de una trama de conspiraciones y espionaje que se extenderá más allá de las fronteras del Sistema Solar. Los 500 tripulantes de la Éxodo se enfrentan al desamparo del vacío interestelar, en un desesperado sacrificio para resolver la peor crisis energética de la historia de la humanidad.
Bien, hasta ahí nos cuenta la reseña «oficial» y yo no iré mucho más allá en el argumento, más que nada para no destripar la novela. Pero sí quiero comentar algunos detalles. Si he mencionado Némesis es porque tiene un papel importante en El legado de Prometeo. ¿Y qué narices es Némesis? Tal cosa se preguntarán muchos. Veamos, la estrella de la muerte, Némesis, es la hipotética compañera estelar de nuestro Sol, causante de enviar cada varios millones de años oleadas de cometas desde la nube de Oort hacia el interior del Sistema Solar. Viene a ser una explicación un tanto forzada a las extinciones periódicas que decoran el panorama del tiempo geológico en la Tierra, o lo que es igual, sería la culpable de la desaparición de los dinosaurios. Hasta ahora no se ha encontrado tal estrella nefasta, ni parece que vaya a serlo, pero como materia prima para buena ciencia ficción sí que puede servir. En El legado de Prometeo aparece Némesis, claro que en vez de estrella, siquiera enana, es otra cosa muy diferente: todo un agujero negro.
Santander convierte a Némesis en poco menos que salvadora de la humanidad. La segunda mitad del siglo XXI no ha pintando nada bien, con guerra mundial incluida, catástrofes climáticas y todo un nuevo mundo social y económico. El principio de la siguiente centuria tampoco pinta nada bien, pero al menos en los cielos pudiera encontrarse una respuesta a la gravísima crisis energética y ambiental terrestre. Ahora bien, aunque coloquemos a Némesis a dos años luz, o incluso más cerca, con la tecnología que podamos conseguir en este siglo no se puede llegar hasta allí de forma rápida. El autor explora así los problemas de los viajes espaciales de larga duración, con especial interés en la problemática psicológica de la vida en un ambiente cerrado durante prolongados periodos de tiempo. Además, crea todo un mundo completamente plausible, con notas introductorias en cada capítulo que acuden a obras de referencia de nuestro futuro, o bien del pasado lejano. El triunfo de Santander consiste en mezclar magistralmente situaciones localizadas en la Tierra con la vida a bordo pero, sobre todo, en el uso de datos reales que poco tienen que ver con lo fantástico y mucho con la más clásica ciencia ficción hard basada en datos científicos.
Por cierto, además de recomendar vivamente su lectura, no me resisto a citar aquí uno de esos documentos futuros que aparecen en la novela porque, ya que ahora mismo me encuentro en Valladolid, no hay nada más aparente…
Éste es el único testigo que ha llegado a nuestros días de la última cosehca en la región, antes de que las condiciones climáticas y la desertización de Castilla malograran el cultivo de la uva en la ribera del río Duero.
Etiqueta de audio de la botella «Vega Sicilia Gran Reserva 2036», Museo del vino de Peñafiel.