De sanguijuelas y tormentas

Durante siglos las tormentas fueron una de las mayores pesadillas para los marinos, llegándose a inventar toda clase de artilugios y métodos capaces de pronosticar su aparición. Pero aquellos métodos eran poco menos que simples supersticiones, nada prácticos, por lo que un arriesgado médico británico decidió, de una vez por todas, crear un «pronosticador de tormentas».

Pronosticador de tormentasEl invento de George Merryweather, denominado en inglés Atmospheric Electromagnetic Telegraph, conducted by Animal Instinct, era algo así como un barómetro que, para ofrecer su lectura acerca del tiempo atmosférico venidero se basaba, nada más y nada menos, que en el «instinto» de las sanguijuelas.

El bueno de George trabajaba en North Yorkshire, cerca de la costa, lo que le llevó a interesarse vivamente por el grave asunto de las tempestades, máxime cuando muchos de sus pacientes eran marinos. ¿Y qué instrumentos utilizaba en sus terapias? Los usuales de mediados del siglo XIX, a saber, todo un arsenal de utensilios de metal y unos ayudantes muy voluntariosos, hambrientos, resbaladizos y, para muchos repulsivos. Se trataba de las sanguijuelas, muy útiles para «purificar» la sangre, gracias a su gran capacidad chupadora. Aunque durante mucho tiempo se han dejado de utilizar, actualmente se ha vuelto la vista a estos «bichos» como fuente interesante de productos químicos para aplicaciones en farmacia.

En aquellos tiempos a nadie extrañaba ver a los médicos utilizar sanguijuelas y otro tipo de remedios «naturales». Merryweather era alguien muy observador y no se limitaba a utilizar sanguijuelas, sino que se interesaba por su comportamiento. Con el paso del tiempo, tras ir anotando impresiones acerca de sus investigaciones con aquellos pequeños anélidos parásitos, creyó detectar una pauta de conducta curiosa. Resultó ser que, cada vez que una tormenta eléctrica se aproximaba, las sanguijuels se mostraban inquietas.

Pero a este médico decimonónico también le gustaban las máquinas. Así que, si pensarlo mucho, decidió que tal conducta curiosa podría ser «explotada» con fines prácticos. De esta forma, construyó su invento capaz, según sus palabras, de pronosticar tempestades, presentándolo en 1851 a la Sociedad Filosófica de Whitby.

El aparato era bastante extraño. Básicamente estaba constituido por un conjunto de botellas que contenían sanguijuelas y agua de lluvia. Cuando una tormenta se aproximaba, y según las afirmaciones del médico, las sanguijuelas percibían el aire cargado de electricidad y se agitaban, trepando por las paredes de las botellas hasta la boca de las mismas, taponada por medio de un mecanismo de metal que, al ser presionado por las sanguijuelas, transmitía el movimiento a través de un cordel hasta una campana, avisando así de la llegada de una tempestad.

Durante sus experimentos, Merryweather anotó todos los «aciertos». Parece ser que la cosa no funcionaba tan mal, pues logró financiación oficial para mejorar el invento y consiguió exhibir tan curioso artilugio en la Gran Exposición de Londres, nada más y nada menos que en el legendario Palacio de Cristal, allá por el año 1851. Lamentablementa para aquel inquieto inventor, en la exposición ya se hallaban máquinas más sofisticadas y precisas, los barómetros de mercurio, con lo que no podía competir. Sin embargo, su máquina sorprendió por lo extraño de su concepción.

Más info en:

–> The Tempest Prognosticator
–> Dr. George Merryweather’s 1851 Tempest Prognosticator