En caso de duda… misil nuclear

Quien haya visto la serie Battlestar Galactica, en su versión más reciente claro está, entenderá muy bien a qué me voy a referir. La sufrida estrella de combate terrestre sufría de vez en cuando ataques por parte de sus enemigos, los cylon, en forma de pequeños misiles nucleares. La nave aguantaba a duras penas cada uno de aquellos aguijonazos atómicos, pero el blindaje siempre aguantaba. ¡Vaya pedazo de placas de armadura debían tener en el casco!

prueba_genieImagen de una prueba real de un misil nuclear aire-aire Douglas AIR-2 Genie en los cielos de Nevada durante las pruebas de la Operación Plumbbob, 19 de julio de 1957.

La idea, por supuesto, no es nueva, pero no por ello deja de sorprender. Como siempre, la Guerra Fría fue el marco ideal para algo que, en condiciones normales, hubiera sido tomado como una locura. A lo largo de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, en pleno terror atómico y con el choque entre las dos grandes superpotencias a punto de estallar en algo muy caliente, se aplicaron artilugios nucleares prácticamente a todo lo imaginable. Si con ello se podía conseguir una ventaja táctica, se ponía en práctica, así de sencillo. De esa forma, submarinos, barcos, aviones y hasta piezas de artillería, se equiparon con todo tipo de proyectiles y misiles atómicos. Pero hubo un caso que siempre me llamó la atención por lo tosco del planteamiento, aunque bien pensado debía funcionar a las mil maravillas.

Durante décadas la industria de la aviación de combate se ha esmerado por conseguir los misiles aire-aire más precisos y eficaces. Ahora bien, ¿qué se puede hacer si lo que se pretende es derribar en el aire a toda una flota de bombarderos nucleares o a un misil atómico? Son muy conocidos los misiles interceptores y, también, la famosa iniciativa de defensa estratégica de la época de Reagan, eso que por aquí llamaron «Guerra de las Galaxias». El objetivo final consistía en evitar que un artilugio volante nuclear enemigo alcanzase suelo propio. A todas esas ideas se unió algo no tan conocido: todo un misil nuclear aire-aire. Sí, suena raro, pero se llevó a la práctica, ¡y de qué manera! Además, un misil así también podía servir para, de un solo golpe, destruir toda una flota de aviones enemigos. No hacía falta precisión ni nada parecido, el caza detectaba a lo lejos la presunta amenaza, ya fuera un misil nuclear o varios bombarderos y, como solución, no tenía más que disparar el misil que llevaba en su panza y olvidarse del resto. Podía hacer eso porque no era un misil aire-aire normal, sino que guardaba un pequeño secreto en su interior: ¡una bomba atómica capaz de destrozar cualquier cosa en un área de muchos cientos de metros de a su alrededor!

Se trataba del misil aire-aire Douglas AIR-2 Genie, un engendro terrorífico transportado por aviones de caza «normales». Fue el primero en su clase, todo un infierno enlatado en un simple cilindro de menos de tres metros de largo y casi medio metro de diámetro. En ese pequeño espacio, era capaz de contener un motor cohete preparado para alcanzar una velocidad de Mach 3.3 y una cabeza nuclear con una potencia de 1,5 kilotones. Los primeros modelos datan de 1957 y estuvo en servicio para el ejército de los Estados Unidos, y también en Canadá, hasta mediados de los años ochenta, cuando ya se habían fabricado más de tres millares de unidades. No tenía sistema de guía, ni falta que hacía. Si veías delante una flota de bombarderos soviéticos no tenías que preocuparte por nada, sólo disparabas el Genie y a otra cosa, porque allá lejos, para sorpresa de tus enemigos, una gigantesca bola de fuego en medio del aire les iba a borrar del mapa. Asombroso y letal, todo lo que se encontrara en el radio de acción del arma nuclear quedaba destrozado, ya fuera avión, misil o pájaro.