Astroingeniería

Rising Worlds IINada de grandes puentes, ni islas artificiales o aeropuertos flotantes, rascacielos imponentes o portaaviones del tamaño de una pequeña ciudad… lo verdaderamente grande en ingeniería va mucho más allá de esas «pequeñeces». Puede plantearse cómo modificar un continente entero y estaremos hablando de macroingeniería, o bien pensar en alterar un planeta al completo y ya entraremos de lleno en la astroingeniería. Incluso, más allá, está la ingeniería estelar, aunque eso ya son palabras mayores.

Algunos grandes proyectos –podría decirse que locuras, simplemente– han visitado hace tiempo TecOb. Es el caso del proyecto para construir un gran dique en el Estrecho de Gibraltar con la intención de desecar el Mediterráneo. Otros muy conocidos, como el ascensor espacial o las ideas para terraformar planetas de nuestro Sistema Solar, han sido exploradas con asiduidad en la ciencia ficción. Me viene a la memoria ese curioso «retrouniverso» de Cowboy Bebop, en el que la humanidad se ha visto obligada a terraformar diversos lugares1, esto es, adaptar otros mundos para convertirlos en espacios habitables. Así, se muestra un Venus con atmósfera respirable, un gran asteroide hueco transformado en una ciudad giratoria, recordando modestamente al megacilindro Rama de Arthur C. Clarke… También en Cowboy Bebop aparecen ciudades marcianas, al más puro estilo «terrestre» decadente, bajo cúpulas formadas por campos de energía, e incluso satélites de júpiter terraformados, al igual que se describía con detalle la vida en el Ganímedes subterráneo de Venus Prime, ideado por Clarke y artesanalmente compuesto por Paul Preuss.

En realidad, terraformar un planeta hostil no es algo sencillo y, de realizarse, requeriría tal esfuerzo material y de tiempo que, probablemente, nunca se lleve a cabo. A pesar de todo, la posibilidad existe y del futuro, en realidad, nada conocemos, así que… ¿quién sabe? Dentro de la astroingeniería se han propuesto muchas otras ideas, generalmente también dentro de la ciencia ficción como semillero de ideas que agún día pudieran ver la luz en el mundo real.

Más allá de estas «minucias», imaginemos una civilización con un poder tecnológico muy superior al nuestro. En 1964, el astrónomo ruso Nikolai Kardashev propuso una sencilla forma de clasificar civilizaciones tecnológicas dependiendo de la cantidad de energía que son capaces de manejar2. La conocida como escala de Kardashev propone civilizaciones de Tipo I, capaces de aprovechar toda la energía de un planeta como la Tierra. De Tipo II, capaces de aprovechar al completo la energía de una estrella y de Tipo III, capaces de «alimentarse» de toda una galaxia. La verdad, los terrestres ni siquiera hemos llegado al Tipo I, así que nos queda mucho para ser «astroingenieros» prácticos, pero todo se andará.

Una civilización de Tipo I puede plantearse proezas como el ascensor espacial o la terraformación de mundos cercanos, mundos anillo alrededor de planetas o estrellas e, incluso, ya al filo de una civilización de Tipo II, podría pensar en convertir planetas del tipo de Júpiter en estrellas. Así viviríamos en un sistema binario tal y como planteó también Clarke en 2010 Odisea Dos, a través de toda una «lluvia» de monolitos proliferando como virus sobre el sufrido gigante gaseoso.

Disponiendo de la energía de una civilización de Tipo II, podríamos ser más audaces. Aquí entran de lleno las máquinas capaces de «exprimir» estrellas enteras, como las esferas Dyson, estructuras construidas alrededor de estrellas capaces de utilizar toda la energía radiada por el astro, verdaderos monstruos mecánicos del tamaño de esferas inscritas en órbitas como la de Marte o Júpiter.

Propuesta la idea por el físico Freeman Dyson a finales de los años cincuenta3, la creación de una esfera Dyson supera ampliamente lo imaginable. Una civilización de Tipo II no lo tendría tampoco sencillo, porque no debe ser nada fácil construir una «corteza» capaz de alimentarse de la energía emitida por una estrella, ya fuera por medio multitud de ingenios colocados en órbita del astro, a modo de colectores solares o con verdaderas burbujas –adaptables o rígidas, cosa que parece físicamente imposible– habitables, capaces de sustentar una cantidad inimaginable de seres vivos en su interior

¿Para qué narices iba a querer una civilización, por avanzada que sea, «vampirizar» una estrella? Sus razones pueden tener, tal y como muestra un tipo muy particular de esfera Dyson. Se trata de las mentes Matrioshla que, como inmensas muñecas rusas tejidas de nanocircuitos, unas dentro de otras, formarían una computadora del tamaño de un sistema estelar, alimentada de la energía de la estrella madre, con una capacidad sencillamente más allá de lo imaginable.

Vale y… ¿las civilizaciones de Tipo III? Aquí lo mejor es no decir nada porque, ¿qué narices se le puede ocurrir a alguien capaz de controlar galaxias? ¿Creará sus propios universos en miniatura? ¿Utilizará agujeros negros con la misma facilidad con la que nosotros calentamos un vaso de leche en el microondas? Cualquier cosa es posible.

Más info:
Astroengineering
Works by Richard Cathcart
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1 Una explosión en la Luna, causada por un experimento fallido del «puerto diferencial», algo así como un generador de salto hiperespacial, ha formado tal cantidad de escombros en órbita terrestre que la humanidad, para huir de las continuas lluvias de meteoritos, ha colonizado el Sistema Solar.
2 Ver: After Kardashev – Farewell to super civilizations
3 En los años cuarenta, Olaf Stapledon planteó algo similar en su novela Hacedor de estrellas.
Imagen: De mi galería virtual dreams en Flickr.