
El método cartesiano -evidencia, análisis, síntesis y comprobación-, naturalmente creado por René Descartes, fue el motor que impulsó la ciencia moderna. Sus principios de duda sistemática y descubrimiento de las leyes naturales a través de la experimentación y su matematización constituyeron aportaciones geniales, a pesar de los errores que el propio Descartes cometió al aplicarlos. Digo errores, en sus conclusiones sobre mecanismos fisiologicos y ópticos, por ejemplo, pero poco importa porque, lo interesante de su método es que permite seguir buscando, afinando, hasta lograr desarrollar modelos representativos de la realidad lo más aproximados a ésta.
Entre las meteduras de pata más interesantes cometidas por Descartes, todas ellas muy interesantes incluso a pesar de su error, creo que me quedo con sus ideas acerca de la glándula pineal. De sus observaciones procedentes de disecciones, llegó a la intrigante conclusión de que la glándula pineal, localizada en el centro de la cavidad craneal, constituía el verdadero asiento del alma, esto es, a través de ella se conectaba el mundo exterior con ella. Los sentidos enviarían información al cerebro, que los focalizaría en la glándula pineal y, de ahí, se conectaría con el alma, que tomaría la decisión adecuada, mandando una «señal» de vuelta a la glándula pineal que activaría la respuesta correcta. En el ejemplo de la ilustración, tal y como Descartes describe el mecanismo en su obra L´Homme, las imágenes formadas en la retina se transmiten hacia el interior cerebral, donde forman una única imagen sobre la glándula pineal, marcada con la letra «H». Siendo considerada esta glándula como el centro desde el que el alma controla al cuerpo, el ente incorpóreo actuaría sobre ella inclinándola para activar la respuesta, en el caso del dibujo, para mover un brazo.
Hoy sabemos que esa teoría no tiene sentido, pero da muestras del ingenio que Descartes desarrolló, ideando y eliminando a cada paso teorías para intentar explicar la realidad a través de su método. Se sabe ahora que la pequeña glándula pineal, o epífisis, localizada en el techo del diencéfalo entre los tubérculos bigéminos, cumple la función de producción de la hormona melatonina, al activarse en ausencia de luz ambiental, algo importante en la regulación de los ritmos circadianos.