El Proyecto Jennifer: Howard Hughes y el submarino soviético

Glomar ExplorerEl 8 de Marzo de 1968 fue un día terrible para la flota soviética de submarinos de combate. Ese día, el K129, un submarino con cargamento de misiles nucleares de Clase Golf, sufrió un accidente, en concreto, una explosión de origen desconocido mientras realizaba la operación de recarga de baterías emergido, a raíz del cual termina hundido a unos 16.000 pies de profundidad a 750 millas al noroeste de las Islas Hawaii. No hubo ningún superviviente.

Desde ese trágico día, el Océano Pacífico se convirtió en una «pastelería» para la Armada de los Estados Unidos y, sobre todo, para la CIA. El «pastel» más apetitoso: un submarino soviético «intacto» y cargado de secretos capaces de otorgar ventajas estratégicas en los oscuros días de la Guerra Fría. Pero claro, el mortal «regalo» no estaba a disposición de la tecnología humana… ¿o si? En realidad, sólo era cuestión de dinero, audacia y locura. ¿Quién reunía esas tres cualidades dentro de su persona? La respuesta era sencilla: Howard Hughes.

Para recuperar al submarino soviético, la CIA creó todo un tinglado digno de la mejor película de espías. La Operación Jennifer, se marcó el objetivo de reflotar la nave hundida por medio de un buque de nueva factura, algo jamás soñado hasta entonces, una maravilla de los océanos fletada por Hughes, el USNS Glomar Explorer, dotado de una plataforma destinada a labores de investigación de grandes profundidades.

Los estadounidenses conocían el lugar del accidente con pasmosa precisión, con un margen de error máximo de 10 millas, dado que sus sistemas de escucha y espionaje, concretamente los hidrófonos de la red SOSUS, alertaron tempranamente del suceso. Cuando los buques soviéticos de rescate abandonaron la zona, conscientes de que era imposible acceder a la profundidad del accidente, el buque de exploración Mizar se encargó de iniciar el proceso de «rescate», relevando al submarino USS Halibut, que se había mantenido vigilando los movimientos de los soviéticos.

La carga del K129 no podía ser más apetitosa, pues en sus silos portaba misiles de ataque a tierra con cabeza nuclear tipo SERB y, en sus camarotes, posiblemente, se hallaban libros de códigos y sistemas criptográficos capaces de servir para «pinchar» las comunicaciones navales soviéticas. Henry Kissinger, a la sazón consejero de seguridad del presidente Nixon, ordenó el inicio de la operación, naturalmente de alto secreto.

No todo el mundo estuvo de acuerdo con la «loca» idea. Durante las votaciones, en el seno del Consejo Nacional de Seguridad, muchos asesores y militares advirtieron que dicha operación era ilegal según el Derecho Marítimo Internacional. A pesar de todo, Nixon firmó la orden secreta.

¿Qué herramienta hacía falta para aquella aventura? Un monstruo jamás visto. El diseño y construcción del USNS Glomar Explorer constituyó todo un reto, tanto tecnológico, como financiero. La opinión pública no se enteró de nada, como casi siempre, hasta que en 1974 Los Angeles Times publicó un «rumor» al respecto.

El 1 de Noviembre de 1972 se hizo a la mar el gigantesco buque de «rescate» con una capacidad de desplazamiento cercana a las 60.000 toneladas, 188 metros de eslora y cinco propulsores diesel de gran tamaño, con 16 cilindros cada uno. Hughes, que había logrado el contrato en exclusiva directamente de la CIA, creó una «coartada» para el navío. Así, el Hughes Glomar Explorer, HGE,, su nombre «tapadera», se encargaría de explorar los fondos marinos para hacer prospecciones mineras, sobre todo de los grandes recursos en forma de nódulos polimetálicos de manganeso que guardan los océanos. Ciertamente, esa labor sí la puede realizar la nave y, de hecho, ha trabajado en ello, pero su destino inicial era «cazar» al K129.

El Glomar Explorer portó en su interior, durante la misión, un submarino avanzado, unido al buque, capaz de sumergirse a grandísimas profundidades. Se trataba del HMB1, o Hughes Mining Barge, una maravilla tecnológica. En total, la «broma» costó más de 200 millones de dólares de la época. ¿Consiguió su objetivo? La verdad, eso no está claro. A pesar de todas las «desclasificaciones», no se conoce toda la historia. Al parecer, la nave pudo acceder al submarino, explorarlo, recuperar piezas y algunos de los misiles de la sección de proa del submarino. Se supone que, también, se logró acceder a los sistemas criptográficos. Los soviéticos se enteraron pronto de la proeza del Glomar Explorar pero, gracias a una «cortina de humo» de la CIA, supusieron que nada de valor había sido rescatado de la nave.

¿Qué fue de tan prodigiosa nave tras aquella aventura? Durante muchos años se destinó al Glomar Explorer a realizar las tareas propias de su nombre, esto es, la exploración geofísica, la investigación de recursos marinos y, cómo no, la búsqueda de petróleo. Curiosamente, en 1981, poco antes de la Guerra de las Malvinas, el barco reveló que la cuenca malvinense podría contener en su seno reservas de petróleo de gran interés estratégico. ¿Casualidad?

Hoy, el Glomar Explorer, operado por GlobalSanteFe Corporation, ha sido mejorado para servir de perforador de grandes profundidades. Por cierto, en El espectro del Titanic, novela de Arthur C. Clarke, aparece este navío, enviado a «reflotar» el Titanic.

–> Más datos sobre el Glomar Explorer: FAS Project Jennifer/Hughes Glomar Explorer

–> Imagen: Chevron Corporation.