Ramón Verea, el “inventor” de la calculadora

Versión para la web del artículo que publiqué en Historia de Iberia Vieja en Enero de 2008.


El título de este artículo es ciertamente exagerado y, sin embargo, no es descabellado considerar al gallego Ramón Verea como uno de los padres de la modernas máquinas de calcular. Lamentablemente, como en tantas otras ocasiones, el inventor y su máquina viven en la tierra del olvido.

Ingenios para calcular

imgDesde los tiempos más remotos la humanidad ha soñado con poseer máquinas capaces de realizar cálculos complejos y, así, liberar a sufridos contables y administradores de tener que luchar con grandes sumas, restas, multiplicaciones y otras operaciones más complejas. La historia de las calculadoras es tan larga y complicada que dista mucho de ser algo sencillo de narrar. Se trata de un viaje por la historia de la ciencia y la técnica plagado de nombres e ingenios de todo tipo, nadie puede atribuirse la paternidad del invento, muchos han sido sus padres. Ya a principios del siglo XVII el alemán Wilhelm Schickard ideó una especie de reloj calculador mecánico que podría considerarse como el primer aparato de este tipo conocido. A partir de entonces la lista de científicos, ingenieros e inventores relacionados con el arte de las máquinas calculadoras ha sido tan amplia, que se han dedicado tratados completos a su estudio. Entre ellos, cabe mencionar al ínclito Blaise Pascal, que con su pequeño artilugio portátil para sumar logró que el concepto de calculadora empezara a ser considerado como algo tangible. Más tarde, gracias a Leibniz, J. H. Müller o Charles Xavier Thomas de Colmar, entre otros, se perfeccionaron y comenzaron a comercializarse calculadoras mecánicas de diverso tipo hasta que, llegados ya al siglo XIX, con Charles Babbage como principal pionero, los artilugios de cálculo comienzan a tener una complejidad tan alta que podrían considerarse como verdaderos ordenadores mecánicos que incluso contaban con sistemas para introducir datos tan “modernos” como las tarjetas perforadas.

La calculadora de Ramón Verea

En medio de la fiebre por desarrollar la más perfecta máquina de cálculo mecánica, aparece Ramón Silvestre Verea García, nacido en la provincia de Pontevedra hacia 1833, que supera cualquier otro modelo anterior y presenta en Nueva York su ingenio capaz de multiplicar. Lamentablemente, Verea es un tipo “raro”, porque su único interés, como él mismo afirmó, era poder demostrar que un español es capaz de inventar algo sobresaliente, simplemente, pero no puso ningún interés en que tal máquina llegara al mercado. Una pena, porque si hubiera acompañado su espíritu inventivo con algo de perspicacia comercial, probablemente hoy sería recordado como padre de las calculadoras y, seguramente, se hubiera convertido en un hombre rico. Aunque por su invento recibió una medalla de oro durante una exposición celebrada en Matanzas, Cuba, llegando a merecer la atención de Scientific American, fueron otros los que explotaron la idea. Otto Steiger se encargó de llevar al mercado máquinas calculadoras capaces de multiplicar cifras de forma directa, sin necesidad de recurrir a sumas, como lo hacían los ingenios predecesores. Pero el corazón de esta calculadora había nacido en la mente de Verea y del francés León Bollée, quienes desarrollaron el sistema capaz de tal proeza, mejorando aparatos anteriores como el creado por Edmond D. Barbour.

La vida de un aventurero

Aunque no se conoce mucho acerca de la vida de Ramón Verea, puede afirmarse que se trató de un inquieto aventurero, una atractiva figura que tras pasar varios años en un seminario de Santiago de Compostela, abandona el curso de sus estudios eclesiásticos y decide, en 1855, emigrar a Cuba. En tierras americanas se dedica a escribir novelas y a trabajar como periodista. Una década más tarde viaja hasta Nueva York, donde vivirá algún tiempo, trabajando en oficios de todo tipo, como maestro, traductor o comercial de maquinaria de artes gráficas. Puede que esta última actividad sirviera para, dado su conocimiento de la tecnología de su época, incentivar su espíritu inventivo que desembocó en el desarrollo de su calculadora. Sin embargo, no se quedó mucho tiempo en Norteamérica, puesto que el inquieto Ramón viajó y vivió también en Guatemala, dejando los Estados Unidos por diversos problemas políticos relacionados con su postura ante el colonialismo, dando sus huesos al final en la capital argentina. Será en Buenos Aires donde fundará la revista El Progreso y continuará su labor como escritor y periodista hasta su muerte, sucedida en 1899. El que hubiera podido ser uno de los grandes de la historia de las máquinas de cálculo, terminó sus días siendo muy pobre, olvidado y, tristemente, enterrado en una tumba innominada.

Patente 207.918. Nunca se llegó a fabricar en serie, pero sirvió de inspiración para otros inventores e ingenieros que dieron vida a exitosas máquinas de cálculo. Hoy, queda el recuerdo de la inventiva de Ramón Verea en un documento de sumo interés, a saber, la patente registrada en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos el día 10 de septiembre de 1878, con el número 207.918. Puede obtenerse con facilidad el expediente de esa patente, documento que demuestra la complejidad de proceso desarrollado por Ramón, capaz de ser utilizado en máquinas de cálculo que podían multiplicar a una velocidad considerable. El único testigo que existe de aquella aventura, además de los documentos de la patente, son algunas reseñas en revistas de la época y un olvidado prototipo que duerme el sueño del tiempo en la colección de ingenios de cálculo que la IBM posee en su sede de White Plains, Nueva York.

Más información:
En TecOb El gallego que inventó la calculadora
La Voz de GaliciaCurantes ignora dónde nació su inventor de la calculadora
Engines of Our IngenuityVerea’s Calculating Machine (Fuente de la imagen)
Documento de la patente de Ramón Verea, septiembre de 1878
belayAno Cultural na Estrada – Ramon Verea?