El fotoelectrógrafo de Thomas, un «escáner OCR» para ciegos en 1930

Por el nombre de tiflotecnología se conoce a las técnicas que permiten a los ciegos o a las personas con problemas severos de visión el acercamiento, por ejemplo, a ordenadores, por medio de máquinas convenientemente adaptadas. No es algo nuevo porque ya a principios del siglo XX se comercializaban máquinas de escribir en Braille. Con el paso de los años aparecieron aparatos mucho más sofisticados, como el Optacon, de finales de los setenta, dotado con una pequeña cámara que permitía, por medio del tacto, identificar textos e imágenes. Hoy día la tiflotecnología ofrece una gran cantidad de aparatos y técnicas de todo tipo pero, hoy, quiero desviar la atención a cierto aparato que durante algunos años de la primera mitad del siglo XX llamó mucho la atención pero que, al parecer, no tuvo el éxito que se esperaba. Se trata del fotoelectrógrafo de Thomas.

Bien, cuando en el título menciono lo de «escáner OCR»1 debe entenderse como una pequeña licencia. A fin de cuentas, el fotoelectrógrafo no era una máquina digital, ni mucho menos, pero sí tenía la pretensión de traducir lo impreso en el papel a un medio adecuado para que los ciegos leyeran de forma directa, ya fuera un libro o un periódico2. Veamos qué se decía en la prensa de la época sobre tan sorprendente aparato adelantado a su tiempo3.


El fotoelectrógrafo de Thomas y esquema del mismo.

El fotoelectrógrafo recibió mucha atención en la prensa a lo largo de los años treinta del siglo pasado. Sin embargo, la información clara que puede extraerse de entre lo que puede encontrarse publicado no es mucha. Por ejemplo, el inventor del aparato no es identificado más que como M. Thomas (Lo de M. no sé si era por su la inicial de su nombre o por Monsieur, señor, en francés), lo que no sirve para ir muy lejos cuando se pretende averiguar algo sobre su vida.

El tal Thomas era un tanto enigmático. De su máquina se hablaba en media Europa y en América, pero pocos habían visto funcionar el aparato aunque, los que lograron acceder a alguno de los prototipos se mostraron admirados. Se cuenta que se fabricaron máquinas de prueba para dos tipos distintos de conversión de texto. Uno para leer letra impresa convencional, el otro epecialmente adaptado para Braille. Bien, lo que aquí nos interesa es conocer algo sobre la tecnología que empleaba la máquina, que era capaz, al menos en teoría, de traducir letra impresa a un sistema táctil muy particular para ciegos.


Receptor en el que las letras iluminadas en el papel aparecían en relieve.

El propio M. Thomas solía afirmar en los encuentros públicos que realizó para presentar su máquina que la idea había surgido en 1914. Fue al comienzo de la Gran Guerra, hará dentro de poco un siglo, cuando Thomas fue herido en combate, perdiendo temporalmente la vista. En los seis meses que estuvo ciego concibió mentalmente un aparato que le permitiera leer, ya que pensaba que su nueva condición sería permanente. No fue así, recuperó la vista, pero aquella idea se convirtió en una obsesión y, junto a su mujer y un amigo, hizo todo lo posible para llevar el sueño a la realidad. El desarrollo del fotoelectrógrafo llevó más de una década hasta que a principios de la décadas de los treinta la prensa comenzó a difundir la existencia del aparato.

¿En qué consistía el fotoelectrógrafo? En palabras del propio inventor…

…tiene la forma de una mesa de escritorio. El texto que se ha de leer está colocado sobre un carro fácilmente movible y se encuentra espléndidamente alumbrado por un proyector de luz especial; el ciego, con su mano izquierda, da vueltas a una manivela que hace introducir las líneas de escritura sobre el proyector. A medida que los rayos luminosos hieren a las letras en negros, se van convirtiendo éstas en letras de realce, las cuales pasan a un receptor sobre el cual pone el ciego el índice de la mano derecha para leer toda la escritura que se ha reproducido en relieve. Este aparato es tan dócil que se atempera a la destreza del ciego y transforma inmediatamente la escritura en relieve, la que se tacta sin necesidad de intermediario. Reproduce este aparato de una manera fiel, no sólo las letras latinas, sino todos los caracteres, cualesquiera que sea su forma: el griego, el ruso, las cifras, el Braille, Wait, Abreu, Moon, etc…

Mmmmm, técnicamente no es mucho decir. Revisando otros artículos de la época se puede obtener una idea más aproximada sobre cómo funcionaba el artilugio.


El fotoelectrógrafo en funcionamiento.

La máquina estaba dotada de dos áreas separadas. Por una parte, el dispositivo de captura, a modo de atril sobre el que se fijaba un libro, periódico o texto impreso. La calidad de impresión debía ser buena, pues el contraste entre la tinta negra del texto y el color del papel era vital. El texto se iluminaba con una lámpara y, sobre él, iba pasándose una especie de cabeza lectora con 42 pequeñas células fotoeléctricas y un juego de lentes que convertía las manchas de tinta en formas táctiles en la otra parte de la máquina, que era algo así como una impresora de formas en relieve. Dicho de otro modo, el ingenioso aparato enfocaba sobre cada mancha de texto y, dependiendo de si la señal que llegaba de cada una de las células era mayor o menor, si habían captado tinta o papel, se reproducía en la máquina táctil un hueco o un relieve con un sistema de varillas accionadas por electroimanes. Así, las variaciones en la corriente eléctrica que llegaba al generador de formas desde las células fotoeléctricas iba creando todo un paisaje en relieve que reproducía lo que en forma de manchas de tinta estaba plasmado en el papel.

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1 Reconocimiento óptico de caracteres.
2 Otra máquina de la época, de principios de los años 30, llamada Visagraph cumplía al parecer una función similar, pero todavía estoy sobre su pista por lo que he preferido no mezclar las dos máquinas en un mismo post, aunque posiblemente estén muy relacionadas.
3 Fuentes consultadas:

  • Ric et Rac: grand hebdomadaire pour tous. Edición del 27 de febrero de 1932, página 155. Bibliothèque nationale de France.
  • Le Monde illustré. Edición del 23 de julio de 1934. Página 513. Bibliothèque nationale de France.
  • La Nature. Primer semestre de 1932, páginas 208-210. CNAM.
  • Boletín oficial del centro instructivo y protector de ciegos. Febrero de 1932, páginas 1-4. Biblioteca Nacional de España.
  • Boletín oficial del centro instructivo y protector de ciegos. Marzo de 1932, páginas 3-6. Biblioteca Nacional de España.
  • Algo. Edición del 5 de marzo de 1932, página 8. Biblioteca Nacional de España.
  • Heraldo de Madrid. Edición del 9 de febrero de 1933, página 12. Biblioteca Nacional de España.