
Hacia la navidad del año 1986, año arriba o abajo porque la memoria no me da para más, gané un concursillo de dibujo. Se trataba de un típico certamen de postales navideñas organizado por el Ayuntamiento de Guardo. El caso es que, con apenas once años y pasando mucho rato cada día dibujando cualquier cosa, siempre con tinta o bolígrafo negro, decidí mandar una postalilla inspirada en el portal de Belén que habíamos montado en casa. Al cabo de unos días, una típica carta de la más rancia burocracia municipal me comunicó que había ganado el concursillo infantil. Pues vale, esas cosas nunca me hecho ilusión, debe ser que hasta para eso soy un retorcido bicho raro. Lo más gracioso de la carta, tal y como en el brumoso recuerdo se mantiene, era que me trataban «de usted» o algo así. Tiene gracia, un mocosillo pequeñajo tratado como un «señor», cosas de las plantillas preparadas para realizar escritos administrativos. Cuando llegó el día de recoger el premio, sin tener ni idea de su contenido, me presenté con mi padre en el Cine Bravo, hoy ya demolido y, tras aguantar el tostón institucional, me llamaron, subí las escaleritas del escenario, recogí un paquetito que me entregó un señor de corbata y, adiós, muy buenas… Pasado el trago de la «fiesta» de entrega de premios, que más bien me pareció una pesada tortura que me puso nervioso, con tanta cancioncita navideña y denso discurso, ya en casa, decidimos abrir el premio. Resultó que eran libros, magnífico regalo a mi modo de ver, pues ya en aquel entonces había comenzado a comprar, coleccionar o pedir como regalo, libros de todo tipo, de los que ya había acumulado buena cantidad. Los ejemplares seleccionados por la comisión cultural no eran una mala elección. Allí estaba la Vuelta al Mundo en ochenta días de Julio Verne, varios libros de aventuras infantiles, varios cómics -algunos «solo para niñas», qué curioso- y dos libros muy raros que me llamaron la atención desde el principio.
A excepción de estos dos últimos y el de Verne, no hice casi ningún caso al resto. Naturalmente, Verne ya estaba en mi «lista» y disfruté con aquella curiosa versión del clásico, tamaño bolsillo, pero tan grueso que se desencolaban las páginas. Ahora bien, no pudo haber mejor regalo que el de dos libros de ciencia ficción, extraños donde los haya: Naves espaciales1 y Grandes Batallas Espaciales2. Se trataba de dos curiosos volúmenes de gran formato, editados por Bruguera, que planteaban una especie de historia de la exploración del espacio en un futuro cercano, llena de fascinantes descubrimientos técnicos y guerras con especies alienígenas habitantes de sistemas estelares próximos. La calidad literaria del texto no era lo importante, porque no iba más allá de lo simplemente entretenido, la trama tampoco era muy complicada o interesante, pero había algo en aquellos libros que todavía me encanta. Se trataba de las ilustraciones. El texto no abundaba, pero ilustraciones… decenas y decenas, de gran tamaño, magníficamente realizadas. Ahí descubrí que había diseñadores, pintores y artistas gráficos, a los que encargaban realizar grandes obras pictóricas para ilustrar novelillas de ciencia ficción. Se notaba de lejos que el texto había sido adaptado al dibujo y no al contrario, porque a buen seguro la gran colección de ilustraciones procedía de muchas y diversas publicaciones y, algún editor con buen ojo, había decidido reunirlas en forma de libros de inverosímil trama pero indudable gusto visual. Pues nada, me pasé semanas repasando los detalles de aquellos dibujos, viendo uno tras otro los diversos mundos alienígenas dibujados, las naves imaginadas, hasta el más mínimo detalle… Una auténtica delicia para la vista. Durante algún tiempo cambié mis manías pictóricas, que solían consistir en plasmar paisajes de montaña y también mapas artesanales en cientos de cuartillas, para dolor de cabeza de mi madre que tenía que comprar paquetitos de cien hojas y bolígrafos o recambios de inoxcrom cada semana, por escenarios de ambiente espacial. Hoy, pueden encontrarse en Internet algunos ejemplos del trabajo de parte de aquellos ilustradores, como Bob Layzell, Angus McKie o Peter Elson, una de cuyas obras ilustra este post.
Además de las apasionantes ilustraciones, lo más atractivo del libro y que, a pesar de los años sigue haciéndome gracia, es la compleja cronología que se montaron autores y editores para «encajar» cada nave y escenario dibujados en un marco lógico. Así, se crea una convincente historia del futuro que no deja de ser un lejano reflejo de la propia historia de la humanidad, con sus triunfos y, sobre todo, conflictos. Imaginemos que nos hallamos dentro de dos siglos y miramos atrás, según aquel futuro alternativo, éstas hubieran sido las fechas clave en la historia espacial:
1987 – Aparecen los motores de energía nuclear, iónico y de plasma.
1990 – Se funda el Consejo Mundial de Investigación Comunitaria.
1998 – Entran en funcionamiento los centros de investigación espacial de África.
1999 – Se funda la Autoridad Comercial Mundial.
2004 – Entra en servicio el primer carguero espacial, la Colonial I.
2005 – Se inician las obras de la Estación Lunar.
2011 – Entra en funcionamiento la Estación Lunar.
2012 – Se inician las obras de la Estación marciana.
2014 – La Colonial II se equipa con propulsores iónicos.
2015 – La Reina Marciana efectúa el primer vuelo de pasajeros a Marte.
2018 – Primer embarque a la Tierra de aleaciones fabricadas en la Luna.
2027 – Se desarrolla el generador de torsión. (Algo así como un impulsor warp).
2036 – Una nave de reconocimiento contacta con la civilización de Alfa Centauro.
2038 – Se rompe la barrera del lenguaje con los alfanos.
2039 – Se llega a acuerdos comerciales y tecnológicos con los alfanos.
La Autoridad Comercial Mundial se convierte en Autoridad Comercial Terrestre.
2041 – Se termina el primer centro industrial espacial en órbita de Júpiter.
2042 – Desarrollo del sistema de defensa por pantalla absorbente de energía.
2045 – Desarrollo del generador antigravitatorio.
2046 – Finaliza la construcción de los astilleros marcianos.
2047 – Una patrulla terrestre es destruida por naves de Próxima de Centauro.
Los proximanos atacan Alfa Centauro.
2048 – Un crucero terrestre es destruído por los proximanos.
Se declara la guerra entre La Tierra y Alfa, contra Próxima.
2049 – Se crea Autoridad de Defensa Terrestre.
2052 – Batalla de Marte.
2060 – Ocupación de Próxima por los terrestres y alfanos.
2068 – Negociación del tratado de paz.
2073 – Inauguración de la tubovía entre Europa y América.
2078 – Parte de la Tierra la primera nave colonizadora, hacia Arturo.
2096 – La primera nave de pasajeros alfana inicia sus viajes.
Me parece que, tal y como vamos, me daría con un canto en los dientes si la humanidad llega a Marte a mediados del siglo XXI. La cronología era muy optimista, pero claro, cuando se editó nos hallábamos en plena euforia de los transbordadores, que luego resultaron ser un fiasco. Sólo espero que, si algún día sucede, el contacto con otras civilizaciones no sea tan traumático como en esta imaginaria cronología de los tiempos venideros.
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1 Naves espaciales, 2000 a 2100 D.C. Stewart Cowley. Primera edición, octubre 1982. Editorial Bruguera, Barcelona. ISBN: 84-02-08616-0
2 Grandes batallas espaciales. Stewart Cowley y Charles Herridge. Primera edición, octubre 1982. Editorial Bruguera, Barcelona. ISBN: 84-02-08617-9