Inventores del Siglo de Oro

brujulaHace varios meses visitaron TecOb diversos inventores españoles que desarrollaron su labor en torno al que es conocido como Siglo de Oro español. Hoy, siguiendo de nuevo la estela de la magna obra del historiador de la tecnología vallisoletano Nicolás García Tapia, reseñaré brevemente otros genios olvidados de la técnica de la época. Como recordará el paciente lector de este blog, ya se pasaron por aquí Juanelo Turriano y Jerónimo de Ayanz. Hoy le toca el turno a otros inquietos personajes, menos conocidos, pero no por ello menos dignos de retornar a nuestra memoria desde lejanos tiempos.

Las patentes no son cosa de ahora, en realidad son mucho más antiguas de los que pudiera pensarse. Desde finales de la Edad Media, en los diversos reinos cristianos de España, se conocieron las cédulas de privilegio, documentos que intentaban proteger un derecho de explotación sobre una propiedad o, también, sobre un nuevo tipo de tecnología, dando al inventor privilegio sobre la misma, protegiéndolo contra posibles imitaciones. Poco a poco la idea evolucionó y caló en muchos lugares de Europa, hasta que se desarrolló un sistema de patentes cercano, salvando las distancias, al actual, como forma de protección jurídica de las invenciones. Puede considerarse que esto es así, en España, desde la época de Carlos V. Así, buceando hoy en los archivos, pueden encontrarse sobresalientes documentos que guardan muchos parecidos con las patentes de hoy día y que mostraban la inquietud inventiva de la época. De 1522 data la que es considerada la primera patente de invención concedida en España, que se sepa, siempre y cuando no aparezcan otras anteriores en nuevas investigaciones. Se trata de una cédula de privilegio concedida de por vida al inventor catalán Guillén Cabier, en la que se describe cómo construir una máquina capaz de hacer que un navío avance en alta mar sin necesidad de velas o remos, usando algo parecido a palas o ruedas. Años más tarde, en 1531, el griego Jano Lascari ideó algo similar, aunque al parecer aquellas ideas no llegaron a materializarse positivamente.

Como la idea de usar ruedas con palas en la propulsión de barcos había calado hondo, otros inventores e ingenieros siguieron adelante con la cuestión, hasta que Blasco de Garay logró llevarla a la vida real. Sucedió en Málaga, allá por 1539, cuando una nao equipada con seis ruedas de palas movidas con manivelas por un numeroso grupo de marinos, se hizo a la mar. El invento funcionó, pero era demasiado caro y, además, entorpecía a la artillería, así que se dejó pasar la idea. Curiosamente, mucho después -e incluso todavía hoy-, Blasco fue considerado como el precursor del barco a vapor, pero aquellas ruedas de palas eran movidas por fuerza bruta. Además de tan osada invención, Blasco de Garay ideó sistemas para iluminar bajo el agua, tecnología para recuperar barcos hundidos y hasta equipos de buceo.

La estela abierta por Blasco fue seguida por muchos otros inventores españoles de la época. Nicolás García Tapia cita en uno de sus artículos el empeño del medinense Juan de Bracamonte en ese sentido, afirmando haber diseñado en 1588…1

…una máquina de guerra dispuesta por vía de ingenio, sin que para moverse tenga necesidad de viento… no pudiendo ser hundida por fuego de cañones ni incendiada, resistiendo las más grandes tormentas.

En definitiva, una máquina maravillosa que jamás se construyó. Muchos otros colaboraron en el empeño de convertir a la flota española en la más grande y avanzada de la época, como el excelso Álvaro de Bazán, pero el fatal destino de la Armada Invencible en 1588 terminó con todo aquello. No sólo de navegación vivía la invención española en el siglo XVI. Otro genio olvidado, Francisco Lobato, se empeñó en lograr una especie de molino dotado de movimiento continuo. Hoy sabemos, gracias a nuestro conocimiento de las leyes de la termodinámica, que aquella aventura estaba destinada a fracasar, pero no por ello dejó de ser útil, pues en el camino, Lobato logró inventar y poner en práctica diversos tipos de molino de viento e hidráulico perfeccionados. Los inventores proliferaron a la sombra de las cédulas de privilegio, haciendo que muchas veces los más fantasiosos fabuladores se presentaran en la Corte planteando ideas de lo más irreal. Así, para lograr que las cédulas fueran concedidas sólo a inventos realmente prácticos y posibles, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, se obligó a los inventores a demostrar en la práctica el funcionamiento de sus propuestas. De esa forma, en los archivos, como el de Simancas, duermen gran cantidad de expedientes en los que se muestra una España tan avanzada técnicamente, sino más, que el resto del continente, algo que la posterior crisis en el Imperio hizo que pasara a un olvido que todavía perdura.

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1 Ver: Inventores españoles en el Siglo de Oro. Nicolás García Tapia, Investigación y Ciencia, Septiembre de 1989.