La muerte de Granados

Me sorprendió ayer el doodle de Google con una ilustración en memoria del 144 aniversario del nacimiento del genial Enrique Granados el 27 de julio de 1867. Eso me hizo recordar que, con 48 años, encontró la muerte de forma inesperada sin haber alcanzado la cima de su arte. Ciertamente, Granados ya era por entonces un compositor aclamado en todo el mundo, pero le quedaba mucho camino por recorrer, lástima que un submarino con aviesas intenciones se cruzara en su camino. He aquí este pequeño recuerdo de una muerte absurda, como lo son todas las habidas en cualquier guerra.

Granados
Una de las últimas fotografías de Enrique Granados, tomada en Nueva York en el momento en que revisaba un piano roll en el que acababa de grabar una de sus obras. Fuente: Biblioteca Nacional de España. Mundo Gráfico, miércoles 5 de abril de 1916.

Granados tenía motivos para estar orgulloso y feliz. Después del estreno mundial de su ópera Goyescas en el Metropolitan Opera House de Nueva York, con gran éxito de crítica y público, se le abría todo un mundo de posibilidades. Sin embargo, algo oscurecía ese futuro. La Gran Guerra estaba destruyendo Europa, motivo por el cual, precisamente, fue estrenada la ópera en América y no en París, destino inicial de la obra. Finalmente, el compositor había aceptado la invitación de la ciudad de Nueva York con agrado. Ay, pero el viaje de regreso no tuvo un final nada acorde con tan buenas perspectivas. El 24 de marzo de 1916 un submarino alemán fijó su objetivo en el buque con pabellón francés Sussex, en el que viajaban Granados y su mujer. La nave cruzaba el Canal de la Mancha tras partir de Inglaterra, a donde había llegado Granados en otra nave y donde había aprovechado para realizar una pequeña visita a Londres. Poco antes de las tres de la tarde de ese día, un torpedo del submarino SM UB-29 selló el destino del compositor y de su esposa, junto con el de otros ochenta desdichados. El Sussex quedó seccionado, hudiéndose la proa de inmediato. La popa pudo ser remolcada a puerto, pero Granados, que logró llegar a uno de los botes, saltó nuevamente al agua para intentar salvar a su mujer, desapareciendo el matrimonio al poco rato en las aguas del Canal (hay otra versión sobre este final, véase este comentario).

Tiene gracia macabra que, poco después, el gobierno alemán transmitiera su pesar al embajador de España en Berlín, afirmando que el comandante del submarino había cometido un error al torpedear lo que «de buena fe» había creído que era un buque de guerra. Cosas de la diplomacia, con notas muy formales y serias pero empapadas en sangre. El mismo comunicado incluía el pesar del gobierno alemán por la muerte del genio de la música española y su esposa y, además, se ofrecía a indemnizar a la familia de los fallecidos1.

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1 Véase Revista Musical Hispano-Americana, mayo de 1916.