Prora

Los totalitarismos suelen tener técnicas muy especiales de adoctrinamiento o, mejor, aborregamiento. He aquí la idea que el Nacionalsocialismo tenía de unas vacaciones soñadas para la clase obrera alemana, un megabloque de pisos en el que vivir unos días en «concordia» con los mandamientos del Führer.

Prora era una colonia de vacaciones levantada en Rügen, la mayor isla de Alemania, situada en la costa del Mar Báltico. Escribo en pasado porque ya no «es» o, mejor pensado, nunca llegó a ser. Se ideó con la idea de que los obedientes obreros alemanes disfrutaran de unos días de vacaciones playeras. El arquitecto Clemens Klotz desarrolló un imponente cascarón de hormigón, formado de bloques de pisos unidos entre sí, capaz de albergar a más de 20.000 personas «almacenadas» de manera cuasi industrial en pequeñas habitaciones de apenas doce metros cuadrados, además de áreas comunes, como los baños.

El conjunto ofrece hoy una imagen fantasmal, ocho grandes bloques abandonados, alineados para formar un monstruo de cuatro kilómetros de largo a pocos metros de la playa. Nunca se ocupó por ningún veraneante, la Segunda Guerra Mundial terminó con los fondos necesarios para terminar la gran obra, iniciada en 1936 por la Kraft durch Freud, organización nazi que viene a decir algo así como el trabajo da la felicidad. Curiosamente, lo que se pensó para albergar al obrero modélico alemán, en realidad sólo cumplió una función, la de servir de alojamiento de parte del ejército soviético de ocupación. Finalmente, la idea de paraiso vacacional de Hitler se ha convertido en un montón de hormigón que ha quitado el sueño al gobierno alemán durante años, porque nadie quería hacerse cargo de semejante engendro, hasta que, recientemente, ha sido adquirido por un comprador privado a través de una subasta, por el módico precio de 625.000 euros.

PRORA

Imagen: Prora/Knu†/Licencia Creative Commons