
(El texto de este post corresponde a un artículo que publiqué a principios de 2004).
[Artículo pendiente de revisión de estilo]
El destino guarda sorpresas ciertamente asombrosas. Porque, al menos personalmente, lo sucedido el día cuatro de Enero de 2004 fue uno de los sucesos más asombrosos de los que he sido testigo. La tarde de ese domingo sorprendió a media España con un mensajero de los cielos, cientos de personas pudieron observar la estela dejada en lo alto por un bólido. Pero los más sorprendidos fueron los habitantes del norte leonés y, sobre todo, los de la comarca del Alto Carrión, en la Montaña Palentina. Cerca de la vertical de Guardo, explotó con gran violencia el bólido, extendiendo sus restos posteriormente por el norte palentino.
Como vecino de Guardo, me encontraba aquella tranquila tarde navideña escribiendo en mi ordenador, sin pensar que nada iba a perturbar el silencio. Pero los cielos se abrieron cerca de las seis menos cuarto de la tarde. De repente, el tiempo pareció detenerse. Tras percibir un extraño murmullo lejano, sordo y persistente, un potente flash luminoso lo invadió todo. El teclado del ordenador comenzó a temblar, los cristales de la ventana vibraron y pareció que iban a desencajarse de sus marcos. Primeramente pensé que una especie de apisonadora había pasado por la calle, a veces sucede, o que un camión de gran tonelaje había aparcado enfrente. Pero nada de eso, al asomarme a la ventana, pude contemplar una extraña nube blanquecina sobre la vertical, creciendo radialmente. Sin duda, algo extraño acababa de suceder.
En los días siguientes me dediqué a recoger testimonios de muchos vecinos que, sin dudarlo, afirmaron que se trató del suceso más asombroso que habían observado nunca. En las primeras horas desde el suceso, no estaba claro qué había sucedido. Algunos hablaron acerca de un avión que había estallado, otros de la reentrada de un fragmento de chatarra espacial en la atmósfera. Con la Guardia Civil en alerta, las noticias acerca del avistamiento del fenómeno desde gran parte del país, fueron aclarando las cosas: se había tratado de un bólido, la entrada en nuestra atmósfera de un fragmento de asteroide o cometa. El flash luminoso, la gran potencia de la explosión y, sobre todo, el “terremoto” causado por la onda expansiva, fueron motivos de conversación en Guardo durante muchos días. Personalmente he de decir que fue algo impresionante, un fenómeno que mi memoria guardará con gran viveza durante mucho tiempo.
El asteroide que ocasionó este suceso se fragmentó en su recorrido por nuestra atmósfera, hasta explotar finalmente, dejando tras de sí, no solo una imagen inolvidable, sino también muchos rumores sin fundamento. Así, en los días posteriores, aparecieron en los medios de comunicación diversas noticias acerca de presuntos incendios ocasionados por restos incandescentes del bólido. Todos ellos fueron descartados como verdaderos tras los correspondientes análisis.
¿Qué sucedió?
Tras las primeras especulaciones, llegó el momento de aclarar qué había sucedido realmente. Diariamente la Tierra se ve bombardeada por miles de pequeños fragmentos de asteroides, cometas, polvo o basura espacial. La alta velocidad con la que llegan esos “invasores” hace que se desintegren a causa de la fricción resultante de su paso por nuestra atmósfera. Forman así lo que tradicionalmente se conoce como “estrellas fugaces”. Algunas veces, cuando el objeto que penetra en la atmósfera es lo suficientemente grande, puede sobrevivir a su viaje atmosférico para convertirse en un meteorito, una roca espacial caída a la Tierra. Contemplar uno de esos objetos a la luz del día y con tanta intensidad luminosa es un suceso muy raro, que ocurre pocas veces en un siglo. El bólido, como se denomina al objeto en su transcurrir por la atmósfera, se fragmentó en su veloz viaje, rompiéndose en pedazos dada las enormes temperaturas y presiones a las que se vio sometido. Los meteoritos que se fragmentan en la atmósfera nunca llegan incandescentes al suelo debido a que se rompen a muchos kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, con lo que queda descartado en este caso el origen “espacial” de los presuntos incendios reclamados.
Tras la explosión, los fragmentos cayeron recorriendo la estratosfera, enfriándose hasta alcanzar el suelo. Esta última fase no pudo ser observada puesto que, al bajar su temperatura, ya no se produce ablación en el material y no se genera estela. Esos minutos de caída libre, denominados “vuelo oscuro”, terminaron con la llegada a tierra de los pequeños restos del meteorito original, esparciéndose por el norte palentino. El hecho singular que supuso la existencia de la potente explosión y la gran onda expansiva se explica a causa de la fragmentación del objeto que, incapaz de resistir la presión en su camino atmosférico, detonó a gran altura.
La Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, a cuyo frente se encuentra el astrofísico Dr. Josep María Trigo-Rodríguez del Institute of Geophysics & Planetary Physics de la Univ. California Los Angeles, descartó desde el principio que el fenómeno luminoso se debiera a la reentrada de un satélite artificial o a un fragmento de chatarra espacial. Así, el Dr. William Ailor, director del Center for Orbital and Reentry Debris Studies, confirmó a la red de investigación española que no se había producido ninguna reentrada sobre nuestro cielo en aquella fecha. Las diversas filmaciones del objeto, analizadas por estos expertos, indican que se trató de un fragmento de asteroide que penetró en nuestra atmósfera a gran velocidad. Es a través del estudio de las imágenes obtenidas como se ha logrado calcular su trayectoria real.
Calculando la trayectoria
Una de las características más extraordinarias de este meteorito es que, por primera vez en España, se ha podido reconstruir con gran precisión la trayectoria seguida por el mismo. El mérito corresponde al equipo de jóvenes investigadores de la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos. Generalmente sólo se registran los bólidos que surcan los cielos nocturnos, por eso, este suceso diurno es totalmente excepcional. La roca cósmica entró en nuestra atmósfera a una velocidad aproximada de 20 kilómetros por segundo, iluminándose casi tanto como el propio Sol, perdiendo masa en su camino. Los científicos han calculado que la masa inicial del objeto pudo ser superior a las diez toneladas. La observación diurna ha supuesto una gran dificultad en la tarea del cálculo de la trayectoria. Para reconstruirla se ha recurrido a fotografías y vídeos, datos de los testigos y complejos cálculos matemáticos.
La trayectoria calculada por los investigadores muestra cómo el objeto sobrevoló el sur de la provincia de León, pasando la capital leonesa cuando se encontraba aproximadamente a 80 kilómetros de altura, dirigiéndose hacia Guardo y explotando poco después, a unos 30 kilómetros de altura, sobre la Montaña Palentina. Los fragmentos resultantes profundizaron más, generando destellos por debajo de los 20 kilómetros de altura, para finalmente enfriarse, entrando en la fase de vuelo oscuro hasta llegar al suelo. Los cálculos indican que el objeto no procedía de ningún enjambre de escombros cósmicos, generadores de “lluvias de estrellas”, como el de las Cuadránticas, como inicialmente se informó en algunos medios. Todo parece indicar que su origen se debe buscar en el cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter, dada su similitud al aparecido en 3 de Enero de 1970 en Lost City, Oklahoma, en los Estados Unidos, caso en el que la trayectoria se calculó a través de una red de cámaras automáticas. De momento, los cálculos continúan, para averiguar la órbita del objeto y su procedencia definitiva.
Recogiendo meteoritos
Tras el impresionante fenómeno, la búsqueda de fragmentos meteoríticos se puso en marcha. Un grupo de investigación formado por miembros de la red citada, en colaboración con el Museo Nacional de Ciencias Naturales, descubrió a finales de Enero varios fragmentos del meteorito en la Montaña Palentina. Estas muestras se suman a otras localizadas anteriormente y dadas a conocer por el Dr. Javier García Guinea. La búsqueda se desarrolló en un área muy concreta, definida gracias a la reconstrucción de la trayectoria y la determinación de la velocidad del objeto.
El Dr. García Guinea, del CSIC, realizó las primeras pruebas para verificar la autenticidad de las muestras recogidas por Abel Tarilonte en el área de búsqueda, de 22 y 42 gramos respectivamente. El análisis resultó positivo, indicando que nos encontramos ante un meteorito rocoso del tipo condrita. Las muestras presentan una inequívoca corteza de fusión reciente y un interior intacto que confirma su carácter rocoso.
Recoger meteoritos y analizarlos es algo muy importante desde el punto de vista científico. Generalmente se trata de rocas con varios miles de millones de años de edad, manteniendo en su interior informaciones valiosas acerca de la formación del Sistema Solar y nuestro propio mundo, siendo mucho más antiguas que cualquiera de las rocas existentes hoy en la Tierra. En algunos meteoritos se han localizado compuestos orgánicos que probablemente tengan alguna relación con el origen de la vida en nuestro planeta. Otro de los aspectos interesantes en el estudio de los meteoritos está en que, algunos de ellos, proceden de la superficie lunar o marciana, siendo testigos excepcionales de lo sucedido en esos astros.
–> Red de investigación sobre bólidos y meteoritos
–> Imágenes del meteorito.