
Vivir cerca de una central térmica de carbón, en mi caso la de Velilla del Río Carrión, guarda ciertos aspectos inquietantes. Este pensamiento viene porque acabo de toparme con un viejo libro que hacía años dormía olvidado entre un montón de manuales técnicos1. Una de sus hojas se encuentra doblada, así que me ha llamado la atención y he pasado a ver el motivo. He descubierto que la marca estaba allí con razón, pues el asunto es muy interesante. Lo que sigue son algunos extractos de esa página…
Radiactividad de las cenizas volantes
Los elementos radiactivos plantean problemas particulares [en lo que se refiere a las cenizas procedentes de la combustión de carbón en centrales térmicas] (…) Las tres áreas de mayor interés para su estudio son:
- La posibilidad de que las cenizas volantes contengan elementos suficientemente activos como uranio, torio y radio, para clasificarlas como peligrosas y, por lo tanto, requieran disposiciones particulares.
- La posibilidad de que la actividad de los elementos radiactivos con emisión directa pueda limitar sus aplicaciones, como por ejemplo en su incorporción a materiales de construcción.
- El hecho de que a corto plazo las cenizas volantes con elementos radiactivos no presenten problemas en su uso industrial, pero con el tiempo y si se usan en la construcción, en los recintos cerrados puedan producirse niveles elevados de emanación de gas radón.
Ahí está el núcleo de este asunto. El carbón presenta trazas de elementos radiactivos en su seno y, al ser quemado, pasan a las cenizas volantes. Estas cenizas son empleadas en ocasiones en la fabricación de materiales de construcción, ¿cabe la posibilidad de que presenten emisiones radiactivas peligrosas? Realmente esas emisiones serían bajas, pero la determinación del contenido de radionucleidos naturales en el carbón se presenta como algo de interés, sobre todo por el posible impacto radiológico ambiental que existe. Citando nuevamente el mismo libro:
Los carbones, como rocas sedimentarias, poseen un contenido [en radionucleidos naturales] similar a la media de la corteza terrestre. Los lignitos constituyen a veces una excepción, con contenidos anormalmente elevados de algunos radionucleidos, en particular uranio, hasta tal punto que algunos pueden considerarse como potenciales yacimientos de uranio.
El manual sigue desarrollando el asunto con detalladas gráficas y análisis de diversos carbones, algo que sobrepasa el objetivo de esta breve nota. El tema es sumamente interesante y, a este respecto, J. Ángel Menéndez, del Instituto Nacional del Carbón de Oviedo (CSIC) anotaba lo siguiente2:
Se ha dicho que, por unidad de energía producida, una central térmica de carbón emite, principalmente en las cenizas volantes, una cantidad de radiactividad 100 veces superior a la que emite una central nuclear de fisión. (…) En la actualidad, la mayoría de las centrales térmicas poseen, o deberían poseer, sistemas para capturar la mayor parte de las cenizas volantes producidas durante el proceso de combustión del carbón. Estas cenizas, al igual que las escorias, deberían gestionarse teniendo en cuenta el hecho de que poseen una pequeñísima, pero no despreciable, cantidad de material con actividad radiactiva. Por ejemplo, evitando su apilamiento cerca de corrientes de agua. (…) Por otro lado, las centrales nucleares prácticamente no presentan emisiones radioactivas, dado que, por ley, todos los residuos radioactivos deben ser convenientemente manejados y almacenados. Así pues, suponiendo que ambos tipos de centrales estén bien gestionadas, las emisiones de radiactividad deberían ser mínimas, en ambos casos. Sin embargo, si el control y la gestión de las cenizas producidas en una central térmica de carbón no fuese el adecuado, caso relativamente frecuente hace algunos años y que en la actualidad podría suceder en algunos países en vías de desarrollo, sí que puede ocurrir que la radiactividad emitida por una central térmica sea muy superior a la emitida por una central nuclear. Siempre y cuando esta última cumpla estrictamente la legislación. Esto, salvo caso de accidente, resulta más que probable, dado que los controles de emisiones radiactivas son mucho más estrictos y rigurosos que los controles de emisiones a los que están sujetos las centrales térmicas. De hecho, la afirmación inicial podría plantearse diciendo que una central nuclear, bien gestionada, da lugar a menos emisiones radioactivas que una central térmica de carbón.
En cualquier caso, si bien las emisiones radiactivas potenciales no son en absoluto despreciables, tampoco puede decirse que sean extremadamente elevadas, produciendo una perturbación de la radiactividad natural medioambiental apenas perceptible y siendo el riesgo asociado a estas emisiones, generalmente, no mayor que el asociado a la radiactividad natural. Sin embargo, y dada la gran cantidad de carbón que se quema en una central térmica, el problema podría radicar en la acumulación de especies radioactivas a lo largo de varios años de emisiones producidas durante el funcionamiento de la central térmica. Otra complicación asociada es que el uranio liberado en la atmósfera podría, al menos potencialmente, trasmutarse en plutonio absorbiendo neutrones de los rayos cósmicos que chocan en la atmósfera. Otro posible problema es la posterior utilización de las cenizas volantes, en las cuales se concentran los radionucleidos presentes en el carbón, en materiales de construcción. No obstante, la concentración de radionucleidos en las cenizas volantes depende del contenido de los mismos en el carbón y en la mayoría de los casos no parece que su uso debiera ser motivo de alarma para la salud humana…
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1 Manual de reutilización de residuos de la industria minera, siderometalúrgica y termoeléctrica. Instituto Tecnológico GeoMinero de España. 1995.
2 BOLETIN del Grupo Español del Carbón. Número 13, agosto de 2009. (PDF).
De interés: Experientia docet – Fuentes alternativas de combustible nuclear.