La cámara de 1914 que grababa metadatos…

…o, mejor dicho, que permitía escribir «metadatos». Me encanta este artilugio, estaba en mi lista de pendientes para TecOb y no sé cómo no lo he traído antes porque me parece algo genial. Conocida como cámara autográfica, o suplemento autográfico en su versión como accesorio, permaneció en el mercado entre 1914 y principios de los años treinta, aunque el sistema autográfico no tuvo mucho éxito.

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Cámara autográfica de 1914.

Hoy día hasta la cámara digital más simple registra, además de imágenes o vídeos en diversos formatos, una gran cantidad de metadatos, desde el nombre del archivo hasta la fecha, información geográfica y, en las cámaras de mejor calidad, auténticos mamotretos de datos que guardan información de todo tipo, por ejemplo con la especificación Exif.

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La cámara autográfica en acción.

En 1914 apareció una cámara que permitía hacer lo mismo, salvando las distancias, pero como de cámaras «analógicas» se trata, el ordenador que se encargaba de grabar los datos era el propio fotógrafo, utilizando un «stylus» que venía incorporado en la cámara, sobre una especie de ventanita que daba acceso a una parte protegida del negativo pensada precisamente para escribir sobre ella.

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Detalles de la cámara autográfica Kodak de 1914. Fuente de la imagen (cc) e información técnica de la cámara.

Esta genialidad se le ocurrió a Henry Jacques Gaisman, inventor y filántropo estadounidense que no sólo ideó la cámara autográfica, sino multitud de objetos útiles, desde cuchillas de seguridad a carburadores perfeccionados (es quien aparece en la imagen de cabecera de este post).

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Una de las patentes originales de Gaisman. El inventor obtuvo varias sobre su sistema autográfico entre 1912 y 1917.

La cámara autográfica, cuyas patentes vendió en 1914 a George Eastman, de la compañía Eastman Kodak, por 300.000 dólares, toda una fortuna en la época, era un ingenio realmente curioso. Kodak comercializó el artilugio de forma rápida, pensando que iba a ser un éxito. No fueron mal las ventas, pero no arrasó como pensaron y con el paso del tiempo la idea fue perdiendo fuelle hasta que dejó de comercializarse en 1932. La magia se encontraba tanto en la cámara como en el negativo.

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Cámara autográfica.

Se trataba de un negativo especial que contaba, para cada fotograma o imagen, con un área de cartoncillo sensible que se exponía al exterior con seguridad, para prevenir que el acceso de la luz que pudiera velar el resto del negativo. En ese espacio, con un punzón metálico que solía traer la cámara, como si de una PDA de la Gran Guerra se tratara, se podía anotar lo que uno quisiera. Normalmente los fotógrafos ponían título, fecha y lugar, tiempo de exposición o cualquier otro detalle. Para cámaras que no tuvieran el sistema, se vendía también el conocido como «suplemento autográfico», que permitía realizar la misma función, aunque de forma un poco más aparatosa.

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Publicidad de la cámara autográfica. Caras y Caretas, 1.161, de 1921. Biblioteca Nacional de España.