El cigarro de Winans

Mientras el intrépido riojano Cosme García preparaba su patente sobre una máquina submarina, historia que ya visitó TecOb, al otro lado del Atlántico otro inquieto y no menos intrépido ingeniero también pensaba en surcar las aguas con vehículos extraños. No es que el espíritu del vernesco Nemo hubiera invadido sus mentes, porque todavía quedaban muchos años para que el escritor francés publicara su genial obra submarina, más bien se trataba de algo propio de la época, había que llegar más lejos, más rápido y, si era posible, bajo el agua. Muchos lo intentaron, pocos lo lograron y, en esta carrera por los mares, sobresalieron ciertas naves dignas de ser recordadas.

A mediados del siglo XIX el estadounidense Ross Winans buscaba un reto a la altura de su ambición técnica. Nacido en 1796, quien fuera inialmente un granjero como otro cualquiera, ya que su familia se dedicaba a la cría de caballos, destacó por su inventiva y, sobre todo, por su decidida forma de afrontar cualquier aspecto de la vida. Llegó por méritos propios a convertirse en uno de los hombres más ricos del planeta, sobre todo gracias a sus negocios de construcción de maquinaria para ferrocarriles. Con mucho dinero y grandes ideas, decidió meterse en política, con lo que logró cargarse de problemas, peligros y, de paso, grandes aventuras que casi terminan con su vida, entre la amenaza de ruina y la prisión, sobre todo durante la Guerra de Secesión. Ah, pero no nos separemos del camino inicialmente marcado, no son tales aventuras el tema de este artículillo, nada de eso, el verdadero protagonista fue un cacharro genial que nació en la mente de Winnans hacia 1858. Como recorrer las vías con caballos de hierro cada vez más rápidos no parecía suficiente, deseó llevar su pasión por la velocidad a los mares. Así nació el Cigarro de Winans, un navío con extraño aspecto fusiforme que prometía revolucionar la navegación.

img

Vale, no llegó muy lejos, era demasiado atrevido pero, ¿acaso por ello deja de ser atractivo? Contémplese su figura, intentando romper las ola, el diseño era extraño, único, como el propio Winans. Junto con su hijo Thomas, el osado Ross dibujó en su estudio de diseño de máquinas lo que él consideraba como la próxima generación de naves marítimas, rápidas, seguras y bellas. Todos sus diseños tuvieron un motivo común, eran estilizados, con líneas alargadas y afiladas, de ahí que todo el mundo conociera tales barcos como Los Cigarros. Fueron varios los modelos que llegaron a ver los mares, pero el primero fue el más especial por su osada configuración. Sí, se pasó de rosca, deseó dar vida al más avanzado de los barcos y sólo consiguió un bello armatoste.

img

Pero ahí quedó, como precursor para muchos otros, una nave con un gigantesco propulsor central que giraba asociado a una corona en el exterior del casco. Nunca logró ser estable, fue modificado y mejorado, pero nunca navegó tan bien como Winans había imaginado. Quede aquí como simple recuerdo de una apuesta por lo más arriesgado, no funcionó, pero no puede negarse que fue genial, sirvió de modelo para otros ingeniosos barcos de Winans y, mucho después, la imaginación de Winans prendió con decisión en la mente de otro genio soñador, Julio Verne, que alumbró al inolvidable Nautilus.

Más información sobre Winans y su posible relación con Verne:
The Winans Cigar Ships – Michael y Karen Crisafulli.