Ramanujan y el número 1.729

Srinivasa Ramanujan fue uno de esos genios tan sobresalientes y asombrosos que se cuentan muy pocos así a lo largo de la historia. Siempre me ha llamado la atención su vida, llena de aparentes contradicciones y tristemente corta.

Ramanujan nació en la India a finales de 1887 y falleció en Londres en 1920. En tan relativamente corto espacio de tiempo se convirtió en uno de los enigmas humanos más increíbles de la historia de las matemáticas. Aunque contaba con educación muy básica en matemáticas, su pasión por las estructuras abtractas hizo que desde muy pequeño destacara por su habilidad en esta ciencia. De hecho, parecía ser lo único que le preocupaba, por lo que no lograba aprobar ninguna otra materia llegado a la universidad. Godfrey Harold Hardy, de Cambridge, tuvo la fortuna de cruzarse con una carta dirigida a él por Ramanujar en la que le comunicaba algunos de sus resultados. Lo normal, como ya había sucedido con otros destinatarios de cartas similares, hubiera sido que los papeles terminaran en la basura. A fin de cuentas, en demasiadas ocasiones suelen llegar a los despachos de grandes matemáticos cartas similares de personas que afirman haber descubierto tal o cual cosa sin pies ni cabeza. Pero Hardy se detuvo un rato y contempló la maraña de trazos plasmados allí. Luego, dedicó toda una noche a estudiarlos. No, el tal Ramanujan no era un loco sino un genio como nunca antes se había visto. De hecho, algunas de las estructuras que aparecían allí superaban incluso la comprensión inicial del propio Hardy, que dedicó más tiempo a intentar averiguar algo más sobre el personaje que le había escrito. Hacia 1914 llegó Ramanujan a Inglaterra, invitado por el propio Hardy. Los siguientes años, hasta su temprana muerte en 1920, los pasó Ramanujan dando vida a matemáticas nunca vistas antes, asombrando a los sabios de todo el mundo.

He querido recordar hoy a Ramanujan porque anoche, releyendo Ascenso infinito, de David Berlinski, volví a encontrarme con una de las anécdotas más curiosas de su vida, que no me resisto a citar aquí:

Al final de su vida, el genio indio Srinivasa Ramanujan yacía moribundo en un hospital de Londres. Mientras los fríos vientos ingleses consumían sus pulmones, su amigo, el matemático G.H. Hardy, le hizo una visita. Paralizado por sus escrúpulos, a Hardy solo se le ocurrió decir, tal como había ocurrido, el número del taxi que le había llevado al hospital, el 1.729.

«No creo que sea un número muy interesante», añadió.

«¡Oh, no!, Hardy —replicó de inmediato Ramanujan—, es el número más pequeño que se puede expresar como la suma de dos cubos de dos formas diferentes.»

Y así es: 1.729 = 13 + 123 = 93 + 103. Ningún número menor tiene esa propiedad.

El 1.729 es lo que se conoce hoy día como un Número Hardy-Ramanujan y, de una generalización de este caso aparecen los conocidos como Números Taxicab.