Roadtown, la ciudad lineal kilométrica

Podría tratarse, por el título, del concepto de ciudad lineal pensado por Arturo Soria y que se llevó a la práctica en Madrid, pero no, porque aunque la línea también se encuentra en el fondo de este diseño, su planteamiento y tamaño son radicalmente diferentes. Todo comenzó con alguien arruinado, Edgar Chambless, un inventor y empresario estadounidense que, un día de 1893, pudo comprobar cómo su pequeña fortuna quedaba reducida a un único dólar en el banco por culpa de una de las crisis del ferrocarril que sacudieron Norteamérica a finales del siglo XIX. Edgar no se desesperó, aunque seguro que no le gustó su nueva situación. Tras comprobar su saldo, recuperó del banco su dólar y se lo gastó. A partir de ahí empezó a pensar en las crisis económicas, en las ciudades y en los transportes. Tanto mareó la cabeza que toda una utopía comenzó a tomar forma en su mente: ¡una ciudad lineal kilométrica!

Según Chambless, la mejor forma de gestionar la civilización e impedir su colapso en medio de ruinosas y gigantescas ciudades, con atascos monumentales y una forma de vida insufrible, sería la conversión de las ciudades en grandes bloques de varias plantas que se extendieran linealmente a lo largo de varios kilómetros. La megaciudad lineal se encontraría diseñada racionalmente para que tanto los hogares, como los transportes y las industrias, funcionaran sin problema. Vaya, un primer vistazo al planteamiento puede hacernos pensar que el tal Edgar estaba algo loco, pero si situamos el planteamiento en su época, comprobaremos que no es ni mucho menos la más loca de las utopías de principios del siglo XX. Hubo quien apoyó el proyecto durante años, tal y como hizo el inventor Milo Hastings, o incluso Edison, que pensó seriamente en ello, sobre todo con relación a sus patentes para la construcción de edificios «instantáneos».

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Para desarrollar sus ideas, Edgar Chambless publicó en 1910 un extenso tratado titulado Roadtown. A lo largo de sus páginas el autor desmenuza los detalles que debieran tenerse en cuenta a la hora de contruir una utopía como la que él soñaba, y no se olvidó ni de explicar cómo se dispondrían los sistemas de comunicación, el teléfono o las áreas comerciales, ni de la forma en la cual establecer las diversas instalaciones de trabajo, industrias y similares. Quien lo desee, puede leer el libro gracias a archive.org.

Crítica del libro en The New York Times (PDF), sábado 1 de octubre de 1910.