Toxpiro, el arma definitiva

Una búsqueda en el Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas nos mostrará que guarda registro de un número considerable de patentes a nombre de Manuel Daza Gómez y, sin embargo, nada aparece sobre el ingenio que otorgó fama durante un tiempo a este personaje. Para colocarnos en situación, hagamos un ejercicio de imaginación histórica…

Soleada tarde de un día del mes de mayo de 1899. Oteando el horizonte, puede contemplarse en lo más lejano, donde una fina línea hace que el cielo se confunda con el océano, una pequeña mancha. La guarnición del puerto está alerta, saben que la fantasmal silueta que parece acercarse podría ser su peor pesadilla. No mucho más tarde, la sospecha se confirma, una flota de combate de los Estados Unidos está a punto de bombardear la ciudad. Es hora de tomar una valiente decisión, pues la flota española sólo es una sombra de lo que fue tras la derrota en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En un puerto del norte español como este, las defensas poco van a poder hacer contra los proyectiles de los cruceros americanos, a no ser… ¡Fuego! Las defensas costeras intentan frenar el avance de los invasores, pero no logran nada. La flota venida del otro lado del Atlántico comienza a bombardear la ciudad, ha llegado la hora de resistir.

En la batería de combate colocada en lo más alto del cerro, duerme un artilugio que ha esperado durante meses esta oportunidad. Dada la orden, no se tardan más que unos minutos en apuntar y disparar. Al otro lado del escenario, los vigías encaramados en sus atalayas metálicas desconocen que algo siniestro va a volar sobre ellos en escasos segundos. Avanzando en trayectoria parabólica, lo que parecen ser simples proyectiles de artillería caen sobre la flota americana pero, para sorpresa de la marinería, explotan a varios metros de las naves con tal potencia que destrozan el metal sin remedio. Ya es tarde, nada pueden hacer los invasores, el mortal Toxpiro llega a cada rincón de cruceros y navíos de escolta. Al caer la tarde se ha convertido en una flota fantasma, las tripulaciones han perecido y la amenaza ha sido hundida.

Este pequeño relato, que me acabo de sacar de la manga y el teclado, narra algo que nunca sucedió, pero que bien pudiera haber sido real. En una España hundida tras los desastres del 98, existía el gran temor a que la flota de los Estados Unidos, posiblemente aliada con los británicos, procediera al bombardeo y posible toma de puertos a lo largo de toda la península. No se trataba de una idea loca, se pensó en ello son seriedad y hasta llegó el miedo a la población. Fue entonces cuando apareció algo que parecía poder salvar la situación y, además, ofrecía una oportunidad para volver la situación del revés, todo ello gracias a un arma secreta de poder inaudito.

El inventor de tal ingenio fue Manuel Daza Gómez, nacido en 1853, habilidoso personaje que había logrado gran éxito con diversos aparatos, desde una taladradora eléctrica hasta diversos mecanismos para excavar pozos. Reconocido y hasta famoso, llegó a ser miembro de la Academia de Inventores de París. Pero, cosas del destino, fue la desesperación del 98 lo que contribuyó a convertirlo en una figura presente en la prensa día tras día. La venganza española tenía nombre, Toxpiro, el fuego venenoso, ideado por el singular Daza, un sistema capaz de disparar proyectiles como si de misiles se tratara, que al explotar crearían una destrucción brutal. La prensa encumbró a Daza, incluso a pesar de que no contaba con apoyo oficial y que, salvo algunas pruebas dudosas, nunca pudo probar que el invento fuera tan mortífero como se afirmaba. El inventor terminó convertido en motivo de burla por la propia prensa que se había encargado de exagerar sus afirmaciones, porque pasaban los años y la venganza en forma de Toxpiro no llegaba. El invento pasó de largo, como la fama de Daza, que decidió retirarse del ruido de la fama. También fue pasando el miedo, ninguna flota lejana llegó para bombardear Santander o Bilbao. Como muestra del cachondeo al que llegó el asunto, he aquí un chiste gráfico publicado el 23 de Julio de 1898 en Madrid Cómico, dirigido por Leopoldo Alas Clarín y que contaba como redactor jefe con el mismísimo Jacinto Benavente.

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En «La Dinastía», publicado en Barcelona el 17 de Julio de1898 contábase lo siguiente, cuando todavía se confiaba en que el ingenio secreto de Daza pudiera hacer cambiar el rumbo de los acontecimientos…

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