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Hay aviones que dejan una huella especial en la memoria, y no precisamente por sus éxitos o su historia, sino por su propia estampa. He aquí uno de mis ejemplos favoritos de aparato volador extraño que llama la atención en cuanto sabes de su existencia, una máquina única en todos los sentidos. Antes de comentar algo sobre ella, conviene imaginar qué podría pensar un piloto que, volando plácidamente sobre alguna bella campiña, viera cruzar velozmente a su vera algo como lo que aparece en la siguiente imagen.
El susto podría haber sido de los grandes, claro que viendo al monstruo en tierra, dormido, tampoco dejaba de impresionar. Que se lo pregunten al piloto, que debía acomodarse en las entrañas del aparato ocupando una postura que parece bastante incómoda.
El piloto de pruebas era Yvan Littolff y el aparato un Leduc 0.21, que no corresponde al de la imagen que aparece abriendo este post, pues se trataba en ese caso de un Leduc 0.22, pero para el caso y teniendo en cuenta que ambos aviones eran parientes, puede servir el ejemplo. Sí, porque los Leduc fueron de los primeros, y escasos, aviones estatorreactor en volar, gracias al ingenio de René Leduc.
Hay que ponerse en situación, volemos a Francia poco después de la Segunda Guerra Mundial, con pleno choque entre bloques en desarrollo, una Guerra Fría que se volvía demasiado caliente por momentos y una Francia que soñaba con los buenos tiempos de su Grandeur desarrollando todo tipo de tecnología capaz de poner nervioso a todo el mundo, bomba atómica, submarinos nucleares y aviones supersónicos entre otros. Y aquí es donde encontró el más favorable campo de batalla el ingeniero Leduc, antes de que todas esas máquinas vieran la luz, planteando la contrucción de una flota de estatorreactores supersónicos.
La idea le venía de bastante lejos. Su obsesión por los estatorreactores nació en la mente de Leduc en los años treinta, cuanto trabajaba en los talleres de Louis Breguet. Su primer modelo data de 1938, pero tuvo que esperar a finales de los años cuarenta para poder explorar con grandes medios todo el potencial de esa tecnología. Ah pero, ¿qué es un estatorreactor? Se trata del motor a reacción más sencillo que pueda imaginarse, porque ni tiene compresor ni turbina, simplemente funciona gracias a que el aire comprimido por la alta velocidad del aparato se consume en la cámara de combustión y sale por la tobera a gran velocidad. Ni partes móviles ni líos mecánicos, claro que por desgracia el invento sólo empieza a funcionar cuando la nave alcanza velocidades considerables, así que hasta que llega a ese punto debe ser «animado» por otro motor, un cohete o bien cualquier otro medio que lo «acelere», como un avión nodriza.
El estatorreactor Leduc 0.10, del que se construyeeron tres prototipos, fue diseñado a finales de los años treinta pero tuvo que esperar escondido durante la ocupación alemana de Francia para ver la luz. En los vuelos de prueba hacia 1948, que debían iniciarse a lomos de otro avión nodriza para ganar la velocidad necesaria para activar el estatorreactor, logró alcanzar casi 800 kilómetros por hora de velocidad, cifra que puede parecer respetable pero que se alejaba de lo que el propio Leduc soñaba.
Más tarde, con todo lo aprendido con el modelo 0.10, el ingeniero francés diseñó el modelo 0.21, que todavía era subsónico y que en los vuelos de prueba durante la primera mitad de los años cincuenta logró alcanzar Mach 0.95.
Finalmente, los esfuerzos de Leduc por alumbrar un avión supersónico estatorreactor tuvieron como último hijo al modelo 0.22, el más extraño de todos, una sorprendente nave capaz de alcanzar 1.200 kilómetros por hora de velocidad. Claro, Leduc había soñado con una nave Mach 2, pero tuvo que conformarse con superar la velocidad del sonido y poco más, porque ya en 1957, cuando fue cancelado su proyecto, había aparecido en el horizonte una novísima nave capaz de alcanzar grandes velocidades sin salirse de la tecnología «convencional» francesa, el Dassault Mirage III. A pesar de no haber logrado sus ambiciosos objetivos, los modelos de estatorreactor de Leduc quedarán para siempre en la memoria de la aviación como algunos de los aviones más osados jamás construidos.
Más información e imágenes: Áerostories – Leduc, an aviation Genius.