El pantelégrafo era un aparato la mar de interesante, inventado por el físico italiano Giovanni Caselli a mediados del siglo XIX. Puede ser considerado como el abuelo del fax, puesto que permitía el envío y recepción de imágenes a larga distancia utilizando la red telegráfica convencional. El proceso de reproducción de la imagen se producía por medio de un sistema electroquímico.
Abbé Caselli era un tipo de lo más interesante, nacido en 1815, estudió letras y ciencias, profesor, agitador político, inventor y hombre obsesionado con las comunicaciones a distancia. Durante años, muchos ingenieros habían intentado enviar elementos gráficos a través del telégrafo, pero los resultados no eran buenos, la sincronización fallaba estrepitosamente. Entonces apareció Caselli con su invento, una máquina capaz de enviar y recibir imágenes a través de un cable telegráfico común, sin problemas de sincronización y con una calidad de reproducción muy decente.
Corría el año 1856 cuando, tras los primeros diseños y pruebas, el inventor decidió ir a la meca de la tecnología de la época, París, donde encontró apoyo por parte de conocidos ingenieros y físicos. Finalmente, en 1862, el invento primitivo se materializó en una máquina fiable y comercializable, el pantelégrafo, una maravilla de la técnica decimonónica.
El pantelégrafo electroquímico de Caselli basó su técnica de reproducción en el sistema creado por Alexander Bain y Frederick Bakewell. El primero, en 1846, logró reproducir imágenes sobre papel empapado de ferrocianuro potásico, siendo mejorado el procedimiento por Bakewell. Pero el método era problemático y poco fiable, la sincronización de los aparatos en la emisión-recepción fallaba siempre y los resultados eran, por ello, muy pobres. El pantelégrafo superó los problemas por medio de un circuito sincronizador, capaz de mantener «en línea» a los dos aparatos. Los resultados fueron tan buenos, que Caselli logró financiación para continuar investigando, incluso fue apoyado por Napoleón III.
Las líneas pantelegráficas comenzaron entonces a expandirse por Europa, para 1865 ya había muchas ciudades conectadas en Francia y en Inglaterra. Ese año se enviaron más de 5000 «pantelégrafos». ¿Cómo funcionaba este magnífico aparato? El remitente escribía su mensaje sobre una placa con tinta no conductora. Posteriormente, la placa se fijaba a un rodillo metálico sobre el que circulaba una aguja electrificada capaz de «escanear» en cada barrido tres líneas por milímetro, detectando variaciones en la corriente según se encontrara con el metal de rodillo o con la tinta no conductora. Esto generaba una señal eléctrica variable que, transmitida a través del hilo telegráfico, llegaba a la «impresora» electroquímica receptora. En ella, una aguja reproducía el mismo movimiento que la aguja hermana del remitente. Los movimientos de esta aguja, sobre el papel empapado de ferrocianuro potásico, que reaccionaba con tinta azul prusia depositada por la aguja en sus «pasadas», iban dibujando una copia del original. Para sincronizar ambas máquinas, las agujas se guiaban por los movimientos de engranajes controlados por relojes mantenidos «en línea» por medio de la señal telegráfica.
Sin embargo, el éxito técnico no llevó a Caselli por el sendero de la gloria. Aunque muchos países, incluso China, se mostraron interesados en el invento, fueron pocas las líneas que finalmente se abrieron, los servicios de correos se quejaron y obstaculizaron su difusión pues pensaron que era un competidor «desleal», los envíos eran demasiado caros y, como muchas veces el mantenimiento no se cuidaba, la recepción de los mensajes daba lugar a copias de mala calidad. Caselli se desmoralizó poco a poco, viendo que su gran invención iba cayendo, poco a poco, en el «silencio administrativo».
Imagen: Pantelégrafo de 1866.