El pozo geotérmico de Flammarion

Si tuviera que comparar la figura de Flammarion con la de algún personaje de nuestra época, para lograr entender el impacto de sus publicaciones y opiniones, no dudaría en acudir a Carl Sagan. Si hoy día, y desde hace varias décadas, a pesar de haber fallecido ya, Sagan sigue siendo considerado el prototipo del científico divulgador de la ciencia, hace cien años vivió alguien a quien podríamos considerar el equivalente de entonces. Se llamaba Camille Flammarion y, durante muchos años fue el más conocido escritor de temas científicos, tomado por algunos como el heredero de Julio Verne y, en definitiva, un autor que, a pesar de que se dejó llevar por la fantasía en muchas ocasiones, sirvió para que mucha gente conociera los avances científicos de su época a través de sus obras de forma muy amena. A Flammarion le encantaba imaginar cómo serían las tecnologías del futuro, por lo que dedicó gran número de artículos a pensar en todo tipo de artilugios que, basados en las tendencias de la época, parecían marcar el camino del progreso.

Veamos un ejemplo de especulación de lo más atractivo, publicado en la revista Por esos mundos, editada en Madrid en noviembre de 1909, donde el astrónomo y escritor francés da muestras de una inventiva de altos vuelos, o mejor, de grandes profundidades. Es un artículo titulado El gran pozo geotérmico, una nueva fuente de energía, donde Flammarion deja libre a su imaginación para pensar sobre cómo aprovechar el calor interno de la Tierra. Pensaba el francés que, gracias a ese calor, se podría alimentar de energía a toda la humanidad, en una época en la que las principales fuentes energéticas eran el carbón y la hidráulica. Curiosamente, a principios del siglo XX se planteaba un futuro «cercano» en el que se habría agotado el carbón, cosa que inquietaba mucho a algunas personas, en un tiempo en que el petróleo todavía no era considerado como algo vital.

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Máquinas perforadoras del pozo geotérmico según Flammarion. Fuente: Biblioteca Nacional.

La idea descrita por Flammarion era sencilla. Consistía en abrir un gigantesco pozo en la corteza de nuestro planeta, una magna obra que alimentaría de energía a todas las industrias del mundo. Hay que pensar en lo que se conocía por entonces del interior terrestre, más bien poco, con lo que tal ingenuidad es completamente excusable. Veamos algunos detalles del proyecto. Contaba Flammarion que, por entonces, lo más que se había logrado ahondar en el interior de la corteza terrestre había sido el pozo de Paruschowitz, con unos 2.190 metros de profundidad. Ahora bien, lo que se proponía el intrépido astrónomo era algo mucho mayor, a saber, un agujero con trescientos metros de diámetro y decenas de kilómetros de profundidad, revestido con láminas de acero y dotado de ascensores. Como lugar ideal para tal monstruosidad se plantean áreas cercanas al nivel del mar y, calculando la profundidad necesaria, Flammarion acude a lo que hoy día se conoce como gradiente geotérmico, esto es, el aumento de la temperatura con la profundidad. Según sus cálculos, aumentando un grado centígrado cada treinta metros, sin ser esto uniforme, bastaría profundizar «poco», sólo unas decenas de kilómetros para obtener la temperatura necesaria para mover máquinas capaces de generar energía a gran escala.

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El pozo geotérmico de Flammarion. Fuente: Biblioteca Nacional.

No sólo la búsqueda del «calor central» movía la imaginación de Flammarion. Para el escritor y astrónomo la construcción de tal agujero monumental permitiría acceder a grandes reservas minerales presentes en el interior terrestre, desde oro y plantino a metales desconocidos y fuentes de agua termal. Se quejaba Flammarion de que, habiéndose medido la distancias a las estrellas y fotografiado los planetas a través de telescopios, era muy poco lo que se sabía del interior terrestre. No puede decirse que hoy días estemos igual, actualmente la geología conoce bastante bien el interior de la Tierra, de forma indirecta claro está, pero no por ello deja de ser cierto que, habiendo ya posado sondas en el lejano Marte, sea tan poco lo que sabemos del corazón de nuestro mundo y, también, de los océanos que lo rodean. Añade Flammarion que su idea no es nueva, puesto que hacía mucho se planteó una discusión sobre el mismo tema entre Maupertuis y Voltaire. Es más, viajando hacia el pasado remoto, recuerda que Plutarco ya pensó en qué podría encontrarse si se realizaba un gran agujero hacia el interior terrestre.

Como apunte final no quiero dejar de mencionar que, hoy día, no hemos profundizado todavía demasiado en la corteza terrestre. Por ejemplo, la mayor perforación hasta ahora, realizada por el proyecto ruso Pozo Superprofundo de Kola, alcanzó en 1989 los 12.262 metros de profundidad.

Más información:
Por esos mundos, Noviembre de 1909. (Véase edición en PDF gracias a la Biblioteca Nacional)
Obras de Flammarion en la Bibliothèque Nationale de France