Algunos errores curiosos (y comunes) en geografía física



El océano global. Fuente.

Un artículo publicado en 1992 en la revista Journal of Geography repasaba de forma breve algunos errores bastante comunes que tenían los estudiantes con relación a varias temáticas relacionadas con diversas áreas de la geografía física1. Hace mucho de eso, y puede pensarse que con el paso de los años esos errores hayan ido clarificándose para la mayor parte de la gente, ahora que el acceso a la información (o desinformación, según se mire) es «universal» gracias a Internet. Pero esta mañana, al cruzarme con una vieja copia impresa del artículo, decidí repasar los casos que cita y está claro que muchos de esos errores se siguen citando. De hecho, este fragmento que traduzco de la introducción de ese artículo podría firmarse hoy día:

Los conceptos erróneos son comunes en las disciplinas académicas y a menudo parecen tener vida propia. En algunos casos, la gente se enorgullece de creer en ideas que generalmente se consideran falsas (por ejemplo, la Flat Earth Society). Típicamente, sin embargo, los conceptos erróneos proporcionan explicaciones rápidas y superficialmente razonables. Si los conceptos erróneos se aprenden desde el principio, se puede tener una visión estable pero incorrecta del mundo. Los estudiantes entonces interpretarán los siguientes conocimientos a la luz de experiencias pasadas incorrectas. Este modo de organizar el conocimiento, conocido dentro de la literatura de psicología de la educación como el «enfoque constructivista», comienza a una edad temprana y tiene la capacidad de potencial para perpetuar conceptos erróneos…

Veamos algunos de esos «mitos modernos» que cita la publicación:

Errores de posición
Al dibujar muchos estudiantes en un mapa con cuadrículas que representan los meridianos y paralelos terrestres, el perfil de los continentes pasa a ocupar localizaciones curiosas en muchas ocasiones. Uno de los errores más comunes consiste en situar África bastante más al sur de su posición correcta con respecto a linea ecuatorial. Lo mismo suele suceder con Europa (para muchos estadounidenses, por ejemplo, les resulta extraño pensar que los países escandinavos se encuentren en la misma latitud equivalente que Alaska o que la mayor parte de Europa se localice en latitudes similares a las de Canadá. Para ellos, por «proximidad cultural y climática», les parece más adecuado dibujar Europa más al sur de su posición real).

Las tierras emergidas en relación con el Ecuador. Mapa elaborado con Maptorian.

Líos con los océanos
Un error común relacionado con el tamaño relativo de los océanos tiene como protagonista al Pacífico. Cierto es que la noción de que es «grande» se asume por la mayoría sin problemas (simplificando, diremos que ocupa la mitad del globo, ahí es nada), pero al dibujar un mapa del mundo suele olvidarse ese detalle, dando forma a un Atlántico o incluso un Ártico gigantescos. El uso tradicional de ciertas proyecciones cartográficas parece estar en el origen de este error. Por ejemplo, en Australia es más complicado que se de este error dado que allí la mayor parte de los mapas del mundo se centran en el Pacífico (véase, a modo de curiosidad, mi artículo sobre el caso de Stuart McArthur). En el caso de la exageración del Ártico, habrá que preguntar a Mercator por el problemilla. 😉

El océano global. Fuente.

Y, ya que estamos sobre las aguas, veamos el tema del «nivel del mar» (de paso, recordemos que desde 1871 se utiliza en España el nivel medio entre bajamar y pleamar en Alicante como referencia. Es una historia que contaré otro día). El tema es que (al margen del concepto de «subida del nivel del mar» por el cambio climático, tan mencionado en los últimos años), muchas personas piensan que ese nivel medio del mar es una especie de constante universal. Nada más lejos de la realidad, pues no sólo ha cambiado enormemente a lo largo de los siglos, sino que al margen del «relieve marino» de las olas y las mareas, la superficie del océano presenta ondulaciones en ese nivel medio a modo de colinas y depresiones que, en ocasiones, son muy destacadas.

Algo flota en el aire
Con el clima hemos topado (que no con la meteorología, que no es lo mismo). Una creencia que, por mucho que se intente, parece imposible de corregir es aquella que nos dice que el agua en un remolino de desagüe, ya sea de un lavabo o de una bañera o similares, gira en sentido diferente dependiendo del hemisferio terrestre en el que nos encontremos gracias al efecto Coriolis. La realidad es otra muy distinta: esos fenómenos son tan nimios, son de tan poca entidad y duran tan poco tiempo, que influye más en el sentido de giro cualquier mínima irregularidad en la superficie del baño que la fuerza de Coriolis. Tal como comenté en un artículo del año 2006:

A pesar de tener un efecto muy leve en los objetos que manejamos comunmente, se trata de algo muy importante cuando se realizan cálculos orbitales, por ejemplo, en guiado de satélites. Eso sí, en escalas domésticas no se puede percibir sin ayuda de instrumentos, así que la leyenda acerca de la diferencia en el giro de remolinos, como en desagües, entre los dos hemisferios de la Tierra, no tiene fundamento, porque en la realidad, no es observable. Sin embargo sí tiene importancia, por ejemplo, en la dinámica fluvial, pero considerando escalas temporales y físicas muy amplias. En cuanto a la dinámica climática, la fuerza de Coriolis afecta a los vientos predominantes y a las corrientes oceánicas. Sobre el límite atmosférico, donde la fricción es considerada como algo poco importante, con masas de aire moviéndose básicamente en direcciones paralelas, se logra una especie de equilibrio entre la fuerza ejercida por el gradiente de presión y la fuerza de Coriolis. Así se originan los vientos geostróficos, que dependerán del equilibrio de esas dos fuerzas. Así, los sistemas de bajas presiones rotarán en sentido antihorario en el Hemisferio Norte y los sistemas de altas presiones lo harán en sentido horario, siendo al contrario en el Hemisferio Sur.

A todo esto, atendiendo al artículo de 1992 que nos ocupa, viene a cuento mencionar el tema del gradiente de presión: Una noción común sostiene que la presión atmosférica es el el peso de la atmósfera presionando sobre la superficie terrestre debido a la gravedad. La idea no es completamente errónea. El problema surge, sin embargo, cuando uno concluye que esta fuerza sólo actúa hacia abajo. En realidad, la fuerza del gradiente de presión en la atmósfera actúa constantemente en una dirección ascendente, oponiéndose y estando estrechamente equilibrada por la atracción gravitatoria de la Tierra. Es mejor pensar en la presión como la fuerza por unidad de área que se ejerce sobre una superficie plana. Esta fuerza es, de hecho, igual en todas las direcciones en cualquier punto de la atmósfera.

Igualmente, se menciona que: existe la opinión general de que, en los días muy húmedos, el aire es más pesado debido al contenido de «vapor de agua». Esto se piensa, en parte, porque la gente es propensa a equiparar las propiedades más familiares del agua líquida con las de «vapor de agua» gaseoso. El agua líquida es obviamente más densa que el aire seco. Por lo tanto, se piensa que cuanto más alta sea la humedad, mayor será la densidad. Además, el aire húmedo parece sentirse más pesado o más opresivo que el aire seco. Esta percepción es falsa porque el peso molecular de la molécula de agua es sustancialmente inferior (más ligero) que el del aire seco. Como resultado, contrariamente a la creencia popular, una pelota de golf al viajar a través de aire más húmedo, realmente viajará más lejos y más rápido de lo que lo haría si se golpeara con la misma cantidad de fuerza a través de aire menos húmedo.

Y, ya que de la atmósfera tratamos, cabe recordar algunos mitos con respecto a uno de mis fenómenos favoritos: los rayos. Da igual las veces que se repita que son falsos, mucha gente seguirá pensando la falacia de que los rayos no caen dos veces en el mismo lugar. Realmente, dado que los rayos tienden a caer con frecuencia en los puntos más altos dentro de un área determinada, la probabilidad de repetición del evento es mucho más grande de lo comúnmente imaginado. De hecho, muchas cosas que sabemos hoy de los rayos se deben a que suelen golpear de forma insistente en determinados lugares o estructuras (golpeos que, por cierto, no son únicos, sino que en una fracción de segundo suelen repetirse por decenas). Otro concepto erróneo sobre los rayos, entre muchos otros, tiene que ver con la imposibilidad de que caiga cerca un rayo cuando se observa una tormenta en la lejanía, o incluso cuando no se ve ninguna en el horizonte. Se han dado infinidad de casos en los que ha caído un rayo fuera del área de precipitación o de tormenta.

Con los pies en la tierra
Hacer una lista detallada de este tipo de mitos podría llevar toda una vida. Por ejemplo, entremos en el campo de la estructura terrestre. Tomemos como caso clásico el magma. Todo el mundo tiene una idea aproximada de lo que es la lava volcánica y de que parece «quemar» bastante. Ahora bien, es muy común el pensamiento según el cual el ardiente magma que brota de las entrañas terrestres procede del núcleo de nuestro planeta. En realidad, la mayoría de ese material candente se origina principalmente por calor de fricción causado en la corteza, ya sea en el movimiento de fallas o en áreas donde la acción de la tectónica de placas se pone de manifiesto. Por supuesto, no proviene del núcleo terrestre. Lo mismo sucede con la idea de que un volcán es siempre una especie de montaña cónica y escarpada. Ahora bien, entre la gran variedad tipológica de erupciones volcánicas, las hay de toda clase: desde las muy violentas que generan depresiones hasta las explosivas que volatilizan una isla o aquellas «tranquilas» que generan nuevas tierras emergidas en el océano. Se trata de toda una fauna diversa, por desgracia poco conocida más allá de la imagen del volcán «clásico».

Y hay muchos más fenómenos físicos de nuestro planeta que parecen sencillos y fáciles de comprender, pero que guardan gran complejidad e inducen a error. Desde la creencia en que los grandes deslizamientos de tierra sólo se pueden dar cuando existen pendientes pronunciadas (se ha dado el caso de inmensos movimientos de tierra con pendientes muy escasas, suelen ser lentos pero impresionantes y dependen de la estructura material del terreno), hasta curiosos fenómenos como el ver marchar corrientes de agua subterránea «cuesta arriba» en terrenos cársticos debido a ciertos efectos de presión que parecen desafiar la lógica, por no hablar del flujo de agua ascendente que se puede observar en las grietas de ciertos glaciares, donde la presión hidrostática hace que el agua marche «cuesta arriba».

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1 Véase Burton D. Nelson, Robert H. Aron & Mark A. Francek (1992) Clarification of Selected Misconceptions in Physical Geography, Journal of Geography, 91:2, 76-80, DOI: 10.1080/00221349208979083.