Philip K. Dick publicó en 1962 una de las más célebres ucronías, esto es, una narración sobre un mundo que vive una historia alternativa a la nuestra. Ese libro, El hombre en el castillo (The Man in the High Castle), se convirtió en una de las novelas más conocidas de Dick. Esta tarde he comenzado a ver la segunda temporada de la adaptación como serie de televisión de esta obra, que puede verse en Amazon Video. Aunque esta serie parte del mismo escenario que la novela original, sus tramas van completamente por libre. Lo que más me atrae es la ambientación, está muy bien conseguida, con multitud de detalles de interés (algunos un tanto artificiosos, pero por lo general bastante logrados). Y, como aquí de lo que se trata es de mapas y gráficos, llama la atención el nivel de cuidado que se ha tenido, por ejemplo, a la hora de representar la situación geopolítica de ese mundo alternativo. He aquí, por ejemplo, un gran mapa mural que se puede ver en algunas secuencias de la serie (captura de pantalla publicada en Reddit).
Quien no conozca la narración de Dick, o la serie, habrá encontrado el mapa un tanto desconcertante. Veamos, nos encontramos a principios de los años sesenta del siglo XX. La Segunda Guerra Mundial había concluido a finales de los cuarenta con triunfo aplastante de las potencias del Eje. Un Adolf Hitler ya anciano gobierna desde Berlín (rodeado de traidores), ciudad reformada como Germania según los más locos sueños del propio führer y Albert Speer. Se vive una especie de guerra fría entre los vencedores (aunque sólo los alemanes disponen, al menos de momento, de «dispositivos Heisenberg», o lo que es igual: bombas atómicas). Alemania se ha hecho con el control de toda Europa (al parecer Italia, otra de las potencias del eje, ha quedado bajo el manto alemán). Los nazis controlan igualmente África, parte de Asia y la porción occidental de la antigua URSS. Japón se ha hecho con el control de todo oriente, sobre todo grandes áreas de China, el este ruso y, también, Indonesia, Australia y Nueva Zelanda, así como parte del sur de América. Norteamérica, que a fin de cuentas es el escenario principal de las dos ficciones, se encuentra dividida en tres grandes sectores. Los nazis gobiernan sobre la costa este y gran parte del centro continental, mientras que en el oeste aparecen los Estados del Pacífico, bajo mando de los japoneses. Existe una franja de estados «libres» en el centro de la región, en las Rocosas, algo así como una zona neutral entre las dos grandes superpotencias. El siguiente mapa muestra con más detalle cómo es el escenario sobre el que se desarrolla la historia de este mundo ucrónico y ciertamente terrible (fuente: Strange Maps).
Existen diversas versiones de esta geografía imaginaria. Los dos ejemplos finales son más detallados (igualmente proceden de Strange Maps. Para ampliarlos, se debe pinchar sobre las imágenes).
Lo más llamativo es lo que sucede con el Mediterráneo, que ha sido desecado por los nazis siguiendo las directrices de un proyecto que realmente se propuso a principios del siglo XX, dando forma a Atlantropa (en realidad, el proyecto original no planteaba desecar por completo el Mediterráneo, pero se ve que es más sencillo rellenarlo en los mapas con un color y asunto concluido).