Nunca digas nunca jamás…

prismaMe he encontrado con esta historia varias veces en los últimos años, pero no por ello deja de sorprenderme. Esta vez ha sido en las páginas del último libro de Richard Dawkins1, El espejismo de dios, al que, por cierto, dedicaré un artículo próximamente, si el tiempo y el ánimo lo permiten. Las cosas sucedieron, más o menos, así…

Auguste Comte, filósofo positivista francés y, según algunos, fundador de la sociología, declaró solemnemente en uno de sus escritos de 1835 que, para la ciencia, sería posible determinar la distancia a las estrellas, o los tamaños de las mismas y sus movimientos, pero nunca se podría determinar su composición química, porque jamás se podría realizar un análisis directo de ellas2.

La tajante afirmación no tardó en ser rebatida, es más, mientras la tinta con que Comte trazó con determinación aquellas frases seguía fresca, la realidad ya estaba discurriendo por otros caminos muy diferentes. Desde que Isaac Newton demostró que la luz blanca del Sol era, en verdad, una mezcla de luz de diversos colores que se podían separar por medio del uso de prismas, la puerta para conocer la composición de cuerpos lejanos estaba abierta. Los espectroscopios se basan en aquel principio de la óptica descubierto por Newton para «analizar» la luz de los objetos. La luz emitida por cada elemento químico presenta una huella o firma propia, que no posee ningún otro elemento. Cuando un elemento es calentado, emite luz con una serie de líneas espectrales –espectro de emisión–, o «colores», que sólo él posee. Igualmente, cuando luz blanca incide sobre dicho elemento, éste absorberá los colores que se corresponden a su espectro de emisión, en lo que se llama espectro de absorción. En definitiva, la luz que nos llega de cualquier elemento –o compuesto– puede ser analizada por medio de un espectroscopio a través de la lectura de su espectro característico. Toda esta teoría se puso en práctica desde principios del siglo XIX, cuando William Wollaston y, más tarde, Joseph von Fraunhofer, comenzaron a investigar el espectro solar. Hoy, gracias a la técnica espectroscópica, se ha logrado determinar la composición química de planetas, lunas, estrellas… sin necesidad de «contacto físico», tal y como pretendía Comte.

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1 Véase El espejismo de dios, de Richard Dawkins, pags. 57 y 58. de la primera edición en castellano.
2 Tal afirmación puede localizarse en Auguste Comte, Cours de Philosophie Positive, 1842.