El Palacio de Cristal

palacioHace poco, volviendo a ver Steamboy, recordé lo atraído que siempre me he sentido por uno de los edificios más fascinantes, a mi entender, de toda la historia. Aunque en la ucrónica película tal construcción sale bastante mal parada, en el mundo real tampoco es que terminara muy bien, aunque aguantó en pie bastantes décadas. Me estoy refiriendo al londinense Palacio de Cristal, ideado por el genio de Joseph Paxton y dedicado a albergar la Gran Exposición de 1851, localizada en Hyde Park, siendo posteriormente desmontado, modificado, ampliado y trasladado a otro espacio al sur de la capital inglesa, sirvió como escenario de exposiciones, eventos culturales y reuniones de la alta sociedad durante muchos años, hasta que, en 1936 desapareció entre las llamas. En su tiempo, llamó mucho la atención. Eso de erigir una construcción tan grande sólo con metal y cristal creaba inquietud en mucha gente, que sólo se veían seguros dentro de sus oscuras fortalezas de ladrillo. Aunque el nombre de Palacio de Cristal, surgió como una especie de chiste en una publicación satírica, prendió entre el público y terminó por conocerse así.

La belleza de sus líneas, su simplicidad y gran tamaño, la excelente luminosidad que proporcionó a sus espacios interiores, supusieron toda una revolución en el arte de la construcción y llamó tanto la atención de otros diseñadores y arquitectos que, a partir de entonces, se empezaron a plantear el uso a gran escala de los materiales que la industria ponía en sus mános, más allá del simple ladrillo. El acero y el vidrio comenzaron en este histórico lugar su reinado, que perdura hoy, por ejemplo, en muchos rascacielos.

A Paxton lo nombraron caballero por esta gran idea, lo que no está nada mal para un verdadero genio, autodidacta, experto jardinero, constructor de osadas fuentes, pionero de la planificación urbana, imaginativo trabajador de nuevos materiales, o de los que, al menos, entonces lo eran. A lo largo de su experiencia diseñando invernaderos, había llegado a la conclusión de que la combinación de una sólida estructura metálica, panelada con vídrio, era lo mejor para lograr amplios espacios cerrados con óptima iluminación y un agradable ambiente interior, además de ofrecer una gran resistencia y durabilidad. Dicho y hecho, sus «locos» planos para el Edificio de la Gran Exposición se transformaron en realidad y maravillaron a todo el mundo. Más de ochentamil metros cuadrados de vídrio fueron necesarios para recubrir el armazón metálico. El resultado, genial, sencillo y eficaz, como puede verse en los viejos grabados.

interior
Interior del palacio durante la Gran Exposición.

Naturalmente, la Exposición no iba a durar para siempre y, tras seis intensos meses, en los que miles de visitantes contemplaron asombrados los frutos más novedosos de las artes, las ciencias y la tecnología de su tiempo, que auguraban un futuro de progreso, la muestra cerró sus puertas. ¿Qué hacer con tan magnífica construcción? Algunos plantearon dejarlo donde estaba, otros, simplemente, demolerlo y aprovechar tantas toneladas de acero y vídrio, además de madera. Finalmente, a modo de solución intermedia, fue relocalizado lejos del centro de Londres, además de ser ampliado. Desde entonces, junto con sus estaciones de ferrocarril asociadas, sirvió de centro de exposiciones, como una permanente sobre historia natural, y de lugar para el esparcimiento para la población londinense.

1910
El Palacio alrededor de 1910.

Pero para este dinosaurio transparente las cosas no iban a ir muy bien, era demasiado caro de mantener y comenzó a deteriorarse peligrosamente. Sin dinero, ya se sabe, todo se vuelve oscuro. Con los años, se vendió, se revendió, por secciones, se utilizó como centro de reuniones, centro de entrenamiento para más de 125.000 soldados de la Marina Real Británica, allá por la Primera Guerra Mundial, siendo denominado HMS Victory VI, como si fuera un navío de combate. Los reclutas y lugareños, cariñosamente, llamaban al edificio HMS Crystal Palace. En su interior se instaló el Museo de Guerra Imperial, más el trágico final no era muy lejano. El 30 de noviembre de 1936, un feroz incendio destruyó el sueño de Joseph Paxton. El último símbolo del esplendor del vapor, el carbón y el acero, el victoriano y elegante Palacio de Cristal, desapareció para siempre, tal y como Winston Churchill afirmó: Éste es el final de una era.

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El Palacio, el 30 de Noviembre de 1936. Copyright: Kenneth Talbot.

Sin embargo, una nueva era estaba naciendo, el vapor y el carbón dejaron paso a una tecnología maravillosa que, tal y como ya se sospechaba entonces, cambiaría el mundo para siempre. La electricidad y, más tarde, la electrónica, vivieron algunos de sus primero pasos importantes en el tiempo y lugar en que el gigante de cristal desaparecía. En aquellos días, poco antes del incendio, la torre sur del palacio vivió algo que, al princio pasó desapercibido, pero que supuso el inicio de una nuevo tiempo. En su interior, John Logie Baird trabajaba incansablemente con aparatos eléctricos y extrañas cajas con frontales de cristal circulares. Pocos sabían entonces que, en el seno del viejo palacio, la televisión estaba naciendo. El incendio destruyó parte de los experimentos televisivos de Baird, pero la era de la tele ya era imparable.