El camino equivocado de Corrigan

img¿Puede un aviador convertirse en héroe por accidente? Tal cosa se preguntó Douglas Corrigan después de lograr su hazaña pero, aunque él afirmaba que todo se trató de un error, no hay duda de que la equivocación estuvo muy bien preparada. Esta historia tiene de todo, un aventurero audaz, una época de grandes retos y una metedura de pata que convertirá a un piloto casi desconocido en toda una celebridad.

A Corrigan le encantaba volar, pero siempre llegaba tarde para alcanzar la fama. Como tantos otros, deseó ser el primero en cruzar el Atlántico en avión y, aunque Lindbergh se adelantó a la hora de realizar tal proeza, finalmente consiguió su objetivo: los titulares de los periódicos grabaron su nombre con grandes letras, aunque de forma muy particular. Corrigan decidió muy pronto que lo suyo eran lo aviones, así que se convirtió en mecánico y piloto de vehículos volantes. Quiso la fortuna que el mismísimo Charles Lindbergh delegara algunos aspectos de la fabricación de su Espíritu de San Luis, aparato con el que cruzaría el océano, al taller en el que trabajaba el mecánico soñador. Lo que sucedió después fue completamente natural, a Corrigan se le metió en la cabeza repetir la hazaña de Lindbergh y, así, diseñó todo un detallado plan para volar desde la costa este de los Estados Unidos hasta Irlanda. Nadie le hizo el más mínimo caso y, mientras llamaba a todas las puertas posibles buscando apoyos, fue perfeccionando su técnica de vuelo llegándose a convertir en un piloto muy estimado. Claro que, sus modos de volar tampoco hacían que los magnates confiaran en él, era arriesgado, todo un genio de las acrobacias y un tipo muy temperamental. En conclusión, no se le permitió realizar su previsto viaje a Irlanda, demasiados pilotos habían muerto ya intentando tal temeridad y, aunque se había logrado el reto, las autoridades no estaban dispuestas a que un hombre tan apasionado fuera el siguiente en la lista de cadáveres tragados por las aguas.

Pese a todo, a Corrigan no se le iba de la cabeza su plan original, corriendo el peligro de convertirse en malsana obsesión. Sólo había un camino, así que, sin licencia ni apoyos el pertinaz aviador cumplió su propósito, eso sí, por error. Durante años batalló por lograr licencia para realizar un vuelo transatlántico con su avión, un ingenioso Curtiss Robin J-1 Special, modificado con propulsión más potente y depósitos suplementarios de combustible. Ya fuera por insistencia o por algún otro motivo, las autoridades de aviación de los Estados Unidos le permitieron realizar vuelos entre Nueva York y California sin escalas, algo así como una compensación por no dejarle volar hasta Irlanda. Los motivos del rechazo eran claros, el informe señalaba con rotundidad que el avión, por muy modificado que estuviera, no estaba diseñado para soportar una travesía oceánica.

Bien, todos contentos, Corrigan tendría su espacio en alguna esquina de los periódicos como aviador de categoría capaz de cruzar el continente y así se olvidaría de sus locuras. Eso es lo que, a buen seguro, pensaron al ofrecerle el permiso para volar de costa a costa. Lo que sucedió después fue increíble, una hazaña digna de el más osado de los aventureros porque, ciertamente, el avión de Corrigan no era, ni de lejos, lo más indicado para cumplir su sueño. Lindbergh dedicó mucho tiempo y contó con apoyos considerables para dar forma a su Espíritu de San Luis. Corrigan, en cambio, se lo comió casi todo él solo, rumiando concienzudamente la forma de salirse con la suya.

Y así, llegamos al 9 de julio de 1938. Años de experimentación con su «inestable» avión, le hicieron creer que estaba preparado. Como hombre de palabra, partió para realizar un vuelo continental, se elevó en California y aterrizó en Nueva York tras más de un día de travesía sin escalas y algunos problemas técnicos. En teoría, según su plan de vuelo previamente establecido, debía regresar al oeste a los pocos días. Eso fue lo que en la mañana del 17 de julio todos creyeron que se disponía a hacer, su avión se elevó desde Floyd Bennett Field y tomó rumbo a California. Acompañaban al piloto dos barras de chocolate, algunos frutos secos, una buena provisión de agua y un mapa de los Estados Unidos con la ruta perféctamente marcada.

Para pasmo de los testigos, el avión giró hacia el este, California se encontraba en la dirección opuesta. No se sabe si se le cruzaron los cables, fue un ataque repentino de locura o lo había meditado previamente. El caso es que su sueño de alcanzar Europa volando sin escalas se instaló de tal manera en su vida que esa mañana de verano el avión se «equivocó» de rumbo. Se dio por perdido el aparato, hasta que veintiocho horas más tarde los asombrados irlandeses se enteraron de que un osado piloto estaba aterrizando en Dublín desde América con un avión preparado por él mismo y sin previo aviso. En sus declaraciones afirmó que, sencillamente, se equivocó de rumbo. Tal y como afirmó, la brújula le había jugado una mala pasada y, por error, había tomado el camino equivocado entre un mar de nubes. ¿Puede un piloto experimentado cruzar el océano en peligrosa travesía cuando lo que deseaba era ir en el rumbo contrario? Desde aquel día, Douglas Corrigan se convirtió en un piloto célebre en todo el mundo, las autoridades le retiraron el permiso de vuelo temporalmente pero, a la vez, le trataron de forma magnánima. El piloto fue llamado a partir del mismo día en que aterrizó en Irlanda como Wrong Way Corrigan. Los periódicos adoraban su estilo a la hora de conceder entrevistas y posar para los fotógrafos. Con el tiempo, escribió toda una apasionante autobiografía y, curiosamente, siempre afirmó que todo había sido un «error». Tan sorprendente fue aquel supuesto despiste que la portada del New York Post en que se glosaba su gesta fue encabezada por el siguiente titular: Hail Wrong Way Corrigan, eso sí, impreso a la inversa.

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Más información:
AJ – Corrigan’s Way: Right or Wrong, He Made His Mark on History
USCFC – Douglas «Wrong Way» Corrigan