El lugar que no existía, luego se convirtió en real y, finalmente, desapareció del mapa



agloeEn La cartoteca he mencionado en otras ocasiones el asunto de las calles trampa, esos lugares que aparecen en algunos mapas y que no existen en la realidad, que son colocados ahí para cazar posibles copias no autorizadas de ciertos mapas. Se trata de un método anticopia que ha sido utilizado también en enciclopedias, he ahí el célebre caso de Lillian Virginia Mountweazel, la imaginaria fotógrafa que tenía su propio artículo en una conocida enciclopedia, colocado ahí para cazar a quien copiara sin permiso el contenido publicado. Cosas parecidas suceden, por ejemplo, con los censos electorales, pero por motivos diferentes. Ahí se suelen introducir datos erróneos de personas que no existen para rastrear la copia inadecuada de las bases de datos. En otras ocasiones se han falseado datos en mapas públicos con fines estratégicos, como sucedió en la cartografía soviética durante la guerra fría.

Volviendo al tema de la cartografía comercial, recientemente he conocido un caso realmente singular de «lugar trampa». Se trata de una supuesta localidad que no existió nunca pero que más tarde tuvo efímera vida para, finalmente, desaparecer de los mapas. Se trata de un lugar situado en el estado de Nueva York llamado Agloe.

Crear mapas es complejo y, en lo que se refiere a cartografía comercial, suele ser un proceso muy costoso tanto en tiempo, como en medios y en capital utilizado. Por no ha sido extraña a lo largo de la historia la aparición de copias no autorizadas de mapas entre empresas editoriales y cartográficas. Por esto, en los años treinta del siglo pasado Otto G. Lindberg, fundador de una empresa cartográfica y editorial, la General Drafting Company, y un técnico, Ernest Alpers, decidieron crear un lugar trampa en su mapa de carreteras de Nueva York. Situaron el imaginario pueblo, al que llamaron Agloe como anagrama de las iniciales de los autores de la trampa, en un lugar en el que realmente no hay más que campo. Así, en medio de un polvoriento camino al norte de Roscoe, en aquellos mapas aparecía orgullosa la localidad de Agloe.

La historia del pueblo imaginario se complicó más allá de servir como trampa para cazar copias no autorizadas de aquella cartografía. Décadas más tarde de que fuera creado, el lugar fantasma apareció en los mapas de la gran casa cartográfica Rand McNally y se armó un gran lío que terminó en los tribunales. ¿Había copiado Rand McNally los mapas de General Drafting Company? Al final parece que no, o sí, o más bien todo lo contrario, la cosa se enredó de manera endiablada.

Veamos, ¿cómo diablos acabó Agloe en los mapas de Rand McNally si no se había copiado del mapa anterior y sin permiso? Al parecer, en los años cincuenta en aquel preciso lugar del mapa una empresa instaló un almacén de suministros. Como en los mapas de carreteras de la petrolera Esso que consultaron aparecía el nombre de Agloe, decidieron llamarlo así. Parece que la Rand McNally basó su defensa en el juicio por presunto plagio en la existencia de este almacén llamado Agloe, con lo que el caso se cerró. Con el paso de los años el almacén cerró y el lugar volvió a ser un simple campo. Sin embargo, en muchos mapas de años posteriores ha seguido apareciendo Agloe como localidad real, un pueblo que nunca existió.

Vía: NPR – An Imaginary Town Becomes Real, Then Not. True Story.