En la Barcelona de principios del siglo XX, al editor Alberto Martín y a Ceferino Rocafort, que había participado en varios proyectos cartográficos sobre las regiones españolas, se les ocurrió una idea de negocio interesante. Los atlas nacionales estaban de moda y las grandes enciclopedias también, pero aunque en muchas ocasiones se vendían por fascículos, no llegaban a todo el público deseado (vamos, que no se vendían tanto como los editores querían y solían ser obras bastante caras). Lo que en 1910 fue un primer paso de lo que es el «Portfolio fotográfico de España», terminó convirtiéndose en una selva de fascículos que alargó su vida hasta 1915. El proyecto iba donde las clásicas obras geográficas no llegaban: al kiosko de toda la vida, al librero de la esquina y a la casa de todo el mundo.
El «Portfolio fotográfico de España» partía de un esquema sencillo que se repitió casi sin variaciones: cuadernillos apaisados sencillos, con portada colorida, una introducción descriptiva con mapa provincial o de partido judicial, una media de 16 láminas fotográficas en blanco y negro por fascículo o «cupón» y, finalmente, un índice geográfico sobre poblaciones.
Así, esta obra en fascículos fue recorriendo todas las provincias españolas y, más tarde, muchos partidos judiciales. Todo un éxito de ventas con el que se podía recorrer España desde casa. Hoy día se pueden encontrar muchos de estos cuadernillos en librerías de viejo y similares, pero no es tan común encontrar la versión encuadenada en volúmenes gofrados que tienen cierto encanto. Aunque las reproducciones fotográficas no eran una maravilla, llamaron mucho la atención en la época y a la gente le encantaban.
Esta obra fue todo un éxito de ventas de la España en torno a la Gran Guerra (el moderado precio de venta fue un arma muy potente). Hay varias bibliotecas online en las que se pueden revisar algunos de los fascículos, por ejemplo en la de Castilla y León (se pueden consultar en PDF, que es la opción más cómoda).