Muerte al amanecer

Las matemáticas han sido, y son, temidas a la vez que admiradas por muchas personas, no hay más que recordar la famosa sentencia de San Agustín:

El buen cristiano deberá guardarse de los matemáticos y de todos aquellos que practican la predicción sacrílega, particularmente cuando proclaman la verdad. Porque existe el peligro de que esta gente aliada con el diablo, pueda cegar las almas de los hombres y atraparlos en las redes del infierno.

Las vidas de los matemáticos han sido, muchas veces, más apasionantes de lo que pueda sugerir la imagen que, por lo general, se tiene del mundo de los números. Muchos de los fundadores de las bases matemáticas en las que se funda la ciencia informática que permite vivir a este blog, vivieron apesadumbrados en un mar de dilemas y patologías mentales a causa, probablemente, de las dificultades de su propia búsqueda. Como ejemplo clásico de esto se puede tomar a Georg Cantor, el genio matemático que ideó la aritmética de los números transfinitos a finales del siglo XIX. Tras muchos años de incansable actividad mental, intentando domeñar al esquivo concepto de infinito, las psicosis maníaco-depresivas, eso que hoy llaman trastorno bipolar, pusieron fin a su labor creativa.

Ya entrados en el siglo XX no hay que olvidar a Kurt Gödel, gran matemático que revolucionó, y sigue revolucionando a través de su obra, los conceptos de la lógica. Gödel demostró que los métodos matemáticos aceptados desde la época de la Grecia clásica no eran adecuados para descubrir las verdades referentes a los números naturales. Este descubrimiento destruyó los fundamentos sobre los que se había construido toda la matemática hasta entonces. Así, su trabajo hizo que la matemática renaciera y que la computación se asentara sobre bases sólidas a partir de las cuales se han desarrollado los ordenadores y todas sus aplicaciones. Pero su triunfo sobre el mundo de la lógica se basaba en una vida interior que se hallaba sumida en las tinieblas. Durante toda su existencia luchó contra una hipocondría extrema. Parece que, aparte de en las épocas de ataques agudos, éste mal no entorpeció mucho su labor creativa. Pero, no deja de ser curioso que el padre de la nueva lógica estuviera obsesionado durante toda su existencia con asuntos poco racionales, como su alimentación, pues temía sufrir un envenenamiento, llevándole incluso a la desnutrición por su negativa a querer tomar alimentos, y a la ingestión de múltiples píldoras para un mal cardíaco imaginario.

Otras veces son asuntos más terrenales los que terminan el trabajo del científico creador. Algo así le ocurrió a Évariste Galois, joven genio de las matemáticas, que murió a la temprana edad de 20 años, el 30 de mayo de 1832. Y no fue por cuestiones de enfermedad o de conflictos inevitables. El triste final de Galois vino como consecuencia de un duelo a pistola.

A los diecisiete años, tras haber estudiado matemáticas durante sólo dos, ya había publicado artículos de gran calado técnico sobre fracciones continuas y había iniciado sus investigaciones sobre la teoría de ecuaciones que, finalmente, le llevarían a formular su novedosa teoría de grupos.

La noche anterior al duelo, el joven matemático escribió una apasionada carta a su amigo Auguste Chevalier, en la que describía algunos de sus nuevos descubrimientos, pidiéndole que difundiera los resultados por si eran de alguna utilidad. El estado emocional del joven era, cuando menos, penoso. Al amanecer, Galois dejó su habitación en una pensión de París, y se enfrentó en un duelo de honor al activista político Pescheux d´Herbinville, cerca de un estanque. Como resultado del trágico encuentro, el joven matemático recibió un balazo en el abdomen y fue abandonado a su suerte. Tras ser encontrado por un viandante, murió un día después en el Hôspital Cochin.

Pasados catorce años, el matemático Joseph Liouville publicó los manuscritos que Galois había dejado a Chevalier. De esta trágica forma nació una de las ramas de las ciencias matemáticas que más réditos ha generado para el mundo de la ciencia, un campo de investigación que todavía sigue siendo explorado, la teoría de grupos.

A sus diecisiete años, Galois había suspendido por segunda vez el examen de matemáticas para ingresar en la École Polytechnique de París. Por este motivo continuó estudiando en la École Normale, de la que fue expulsado a los diecinueve años por causa de sus actividades políticas, que también le llevaron a la cárcel en dos ocasiones. Entre todos sus apasionados juegos políticos, sacó tiempo para revolucionar las matemáticas, pero finalmente, un asunto, posiblemente amoroso, mezclado con discusiones políticas sacadas de toda mesura, llevaron a la muerte al joven Galois.