Clyde Tombaugh

TombaughHoy es un día muy especial en la historia de la exploración espacial. Por primera vez, la humanidad va a enviar una nave espacial al lejano planeta Plutón y más allá, al misterioso Cinturón de Kuiper. En el momento de escribir este post, la New Horizons espera ser enviada al espacio por medio de un lanzador Atlas V, esperemos que todo salga bien… 😉

Todavía se discute si Plutón es, o no, un verdadero planeta, un miembro de la familia de planetas del Sol. En realidad, eso no importa demasiado y probablemente en el futuro se añadan a la lista de «planetas» otros objetos celestes más lejanos como Sedna, Orcus o Quaoar. En su día, el descubrimiento de Plutón fue una gran noticia, corría el año 1930 y hacía tiempo que se estaba esperando «cazar» al noveno planeta.

El honor le correspondió a Clyde Tombaugh, del Observatorio Lowell, de Arizona. Nacido en 1906, desde pequeño le fascinó el mundo de la astronomía. Construyó sus propios telescopios, con los que realizó multitud de dibujos, sobre observaciones de Marte y Júpiter, que envió al Observatorio Lowell. La calidad de aquellos trabajos motivó que le ofrecieran empleo en ese observatorio, donde permaneció desde 1929 hasta 1945.

En la época en que descubrió Plutón, se hablaba mucho acerca de la posible existencia de planetas transneptunianos, muchos astrónomos se hallaban trabajando para econtrar al esquivo «planeta X», como se le llamaba. Ciertas anomalías en la órbita de Neptuno hacían «predecir», la existencia de dicho planeta. La táctica de Clyde para cazar al lejano Plutón no difería mucho de la utilizada por el resto de «cazadores». Básicamente, consistió en fotografiar secciones del cielo nocturno varias veces, pero separando cada toma por un cierto periodo de tiempo. Más tarde, al ir comparando esos pares fotográficos, se pondría de manifiesto si, en esa sección del cielo, existía algún objeto que se movía de manera diferente a las estrellas «fijas». Se trata de un trabajo muy laborioso. Finalmente, tras dedicar mucho tiempo al estudio de gran cantidad de estos pares de fotografías, Tombaugh localizó un vulgar punto de luz en una de las fotografías, tomada el 18 de Febrero de 1930. Ese punto luminoso había «saltado» de la posición que anteriormente había mostrado en una toma del mes de Enero de ese año. Plutón, finalmente había sido desvelado.

Ahora había que despejar la «X», o sea, bautizar al nuevo planeta. El nombre Plutón, fue idea de Venetia Burney, una niña inglesa que contaba con 11 años de edad. Aunque se sugirieron muchos otros nombres, que llegaron a cientos al Observatorio Lowell, remitidos desde todo el mundo, se eligió Plutón, tanto por su carga mitológica como por que sus dos primeras letras, P y L, eran las iniciales del fundador del Observatorio y precursor de la búsqueda del planeta «X», Percival Lowell. El nombre fue aprobado en mayo de 1930.

Después del descubrimiento de Plutón, Clyde terminó su licenciatura y, más tarde, doctorado en astronomía, para pasar más tarde a ser profesor de Universidad de Nuevo México, hasta su retiro. Además de Plutón, este astrónomo es recordado por haber localizado muchos nuevos asteroides, catorce en total, uno de los cuales fue bautizado con su nombre.

Ahora bien, la historia de Tombaugh no termina aquí. Tras su gran logro, se ocupó con pasión de algunos asuntos ciertamente extraños: los OVNIs y la búsqueda de nuevos satélites de la Tierra. De todos los científicos que alguna vez se hayan mostrado interesados en investigar «objetos volantes no identificados», uno de los más emimentes fue Tombaugh, quien afirmó haber observado en alguna ocasión extraños objetos en el cielo que no pudo identificar positivamente. De ahí que, con los años, dedicara tiempo en buscar alguna explicación para aquello que observó, en concreto, Clyde afirmó, con asombro, hacer visto en Agosto de 1949, cerca de Las Cruces, Nuevo México, varias luces de formas cuadrangulares estáticas en el cielo, no pudiendo atribuirlas un origen cierto, con lo que su curiosidad acerca del caso se mantuvo viva el resto de su vida. No fue ese el único momento en el que afirmó haber observado algo extraño en los cielos, pues algunos años más tarde también habló de otro objeto, esta vez de rápidos e inusuales movimientos, surcando el cielo nocturno y, más tarde, junto con otros muchos testigos, presenció la aparición de extrañas luminosidades, «esferas grises», sobre Nuevo México en 1948. Todos estos extraños fenómenos, junto con otros parecidos, fueron descritos por Tombaugh en sus artículos con gran detalle y con sorpresa pues, según su análisis, no había sido capaz de identificar su origen con ninguna de las propuestas que estudió, desde las atmosféricas a las puramente astronómicas.

La otra «manía» de Tombaugh, en el buen sentido de la palabra, era la presencia de pequeñas «lunas» cerca de la Tierra, esto es, la localización de asteroides cercanos a nuestro planeta. La idea surgió en su cabeza al ser informado de extraños ecos de radar, no identificados, registrados en investigaciones con radares de alta potencia por el ejército de los Estados Unidos a finales de los años cincuenta. Los ecos parecían provenir del espacio circunterrestre. Naturalmente, la obsesión que por esa época ya tenía Clyde con los OVNIs también influyó, pues éste llegó a hablar de algo más que satélites «naturales». Para acallar muchos malentendidos, sobre todo con cierto tipo de prensa, Tombaugh afirmó, con rotundidad, en 1959 que jamás había localizado ningún objeto nuevo cerca de la Tierra y, mucho menos, nada artificial y no humano.