Davy Crockett, dispositivo nuclear portátil

Desconozco si a Davy Crockett, el popular héroe norteamericano que cayó en la Batalla de El Álamo, le hubiera hecho mucha gracia que casi un siglo más tarde utilizaran su nombre para apodar a este chisme letal, pero seguro que si en el asedio hubiera tenido uno… ¡lo hubiera utilizado!

Veamos, ayer en la Danger Room de Wired pasaron revista a toda una colección de locos proyectos militares. Ciertamente, los que ahí aparecen tienen mucho de locura, algunos son bastante estúpidos y otros rayan la megalomanía más peligrosa. Dentro de esa colección de extravagancias mortales encontré a un viejo «conocido», un artilugio verdaderamente singular.

El Davy Crockett era sencillamente una especie de mortero nuclear o, más sencillo, un arma portátil con la que un soldado podía disparar pequeñas bombas nucleares. Sin pensarlo mucho se llega a la conclusión de que no es una buena idea, no sólo para el soldado que apriete el gatillo pues se encontrará demasiado cerca del área expuesta a la explosión, apenas unos kilómetros, sino por lo terrorífico que podría suponer la proliferación de pequeñas armas nucleares. Claro que, en la Guerra Fría, cualquier cosa que sonara a «atómico» y pudiera emplearse para aniquilar al enemigo, aunque fuera hipotéticamente y jugando peligrosamente con las políticas de disuasión mutua, recibía el visto bueno y un montón de dinero para su desarrollo.

El arma consistía en un lanzador de proyectiles sin retroceso tipo XM-388 de 120 o 155 milímetros capaz de alcanzar objetivos situados en un rango de entre dos y cuatro kilómetros de distancia. En lo más profundo del conflicto entre bloques, allá por los años 50, parecía una idea genial para los militares, que imaginaron pequeñas unidades de infantería equipadas con este tipo de arma capaces de detener una invasión soviética en la misma frontera con el Telón de Acero. La táctica era sencilla, una vez detectada una invasión, los equipos dotados con XM-388, dispuestos a lo largo de toda la frontera, freirían a bombazo atómico a las unidades de vanguardia enemigas e irradiarían el espacio circundante durante el tiempo suficiente como para que el invasor se viera obligado a retirarse mientras acudían al rescate de Europa las tropas de la OTAN. ¿No es de locos?

La bomba, una minúscula y terrorífica maravilla de fisión con potencia inferior al kilotón, pesaba alrededor de 23 kilogramos y formaba parte de todo un sistema de armas en miniatura que podía ser manejado por un equipo humano muy limitado. ¿Acaso alguien se imagina a una pequeña patrulla de tres hombres equipada con esto? Literalmente, se daba el poder de arrasar pueblos enteros a «células» independientes de soldados. Lo dicho, terrorífico, sobre todo porque cuando fue probado, porque aunque parezca sorprendente tuvieron las narices de probarlo en el mundo real, su precisión no fue como para alegrarse. Las pruebas realizadas en Nevada en el verano de 1962, además de ser las últimas que llevó a cabo Estados Unidos con armas nucleares en la atmósfera, mostraron que su fuerza letal podría ser sobresaliente… ¡tanto para el enemigo como para el propio equipo de lanzamiento! El viento es traicionero y si haces explotar uno de estos artilugios a dos o tres kilómetros ya sabes que, posiblemente, lo vas a pasar muy mal. A pesar de todo se construyeron y desplegaron más de dos millares de sistemas Davy Crockett hasta finales de los sesenta.