El Tanque del Zar

Pocos dudarán, si es que alguien se atreve a tal osadía, a la hora de estar de acuerdo con la siguiente afirmación: el Tanque del Zar (o Tanque Murciélago) es una de las máquinas de guerra más extrañas jamás ideadas. Salta a la vista, todo un vehículo artillado y acorazado de gigantesco tamaño y asombrosa configuración. Veamos, un bicho con cerca de 40 toneladas de peso (algunas fuentes citan 60 toneladas), 12 metros de envergadura y casi 18 de longitud, dos ruedas principales con 9 metros de diámetro, tres pequeñas ruedas traseras directrices y una tripulación de diez hombres. A esto hay que añadir una torre principal rotatoria artillada que podía portar varios cañones de hasta 150 milímetros y dos torres secundarias laterales, también artilladas, con ametralladoras o cañones de pequeño calibre, junto a dos propulsores Maybach de 240 caballos de vapor de potencia, capaces de hacer moverse la máquina a una velocidad máxima de 17 kilómetros por hora. Impresionante, sin duda, pero este triciclo gigante no tuvo mucho éxito. Además de resultar excesivamente cara su fabricación, poseía una configuración que, aunque fue pensada para asaltar trincheras con facilidad, era muy vulnerable al fuego de artillería.

El Tanque del Zar

No hay más que imaginar qué le sucedería al monstruo si resulta alcanzada una de sus mastodónticas ruedas blindadas por un mortero. La fortaleza rodante caería sin remedio y sería incapaz de moverse. Este tanque, sin parentesco ninguno con los vehículos acorazados sobre orugas que todos conocemos, fue ideado por varios ingenieros rusos entre los que se encontraba Nicholas Lebedenko, su principal impulsor, motivo por el que, a veces, esta máquina ha sido llamada Tanque Lebedenko. El prototipo fue diseñado hacia 1914 y llevado a la práctica en pocos meses. En verano de 1915 tuvo que enfrentarse a su primera y última prueba. Una comisión se encargaría de verificar si el Tanque del Zar respondía a lo esperado y, como tal, se convertiría en un aniquilador sobrepasando trincheras sin problemas. No funcionó, el enorme peso del conjunto, unido a un deficiente diseño de las grandes ruedas principales, hizo que el tanque se hundiera en el barro. Los burócratas, al ver lo sucedido, decidieron que aquello no tenía futuro, y no lo tuvo, el prototipo fue abandonado en el campo de pruebas, en las cercanías de Moscú, hasta que fue desmontado en 1923. Nunca entró en combate y pasó los días que restaban de la Gran Guerra oxidándose en el olvido.

Para contemplar esta magnífica máquina de nuevo, he aquí una reconstrucción que ha realizado el genial artista gráfico Francisco Castracane, que ha cedido la imagen para TecOb, cosa que le agradezco profundamente. Lo mejor, cómo no, es verlo en grande.

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Más información: Beyond the creased spine: Tsar Tank