Caballo de Vapor

Ya fuera por no desentonar con el típico paisaje urbano del siglo XIX, repleto de carruajes, o como decía el inventor, «para no asustar a los caballos que circulan por las calles», a un tal Señor Mathewson, de Gilroy, en el californiano Condado de Santa Clara, se le ocurrió plantear este invento allá por 1876. Como puede verse en el grabado de la época, el caballo de vapor de Mathewson, de haberse hecho realidad, hubiera portado la típica campana de las locomotoras, un requisito legal en los Estados Unidos de entonces para cualquier vehículo a vapor que circulara por las calles. Por lo demás, la cosa se complicaba desde el punto de vista técnico. Idealmente debía contar con una planta motriz animada por el vapor generado en una minúscula caldera tubular que movería un motor rotatorio, también ideado por el propio Mathewson. Ahora bien, el uso de carbón y vapor no eliminaría ruidos ni humos, así que el inventor planteó substituir el combustible sólido por gas comprimido. La idea no era mala, pero ninguna ciudad llegó a ver uno de estos caballos de vapor, o gas, circulando por sus calles.

Más información: The Self Site – The Steam Horse Locomotive
Documento original: Scientific American, 22 de enero, 1876.

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