Mapas de tiza



imgPor alguna ignota razón, aunque no tengo ni idea de cual, hoy me he acordado de alguno de los primeros mapas que dibujé. Allá, a mediados de los ochenta y con poco más de seis años, recuerdo que tenía la extraña manía de calcar con papel cebolla y un bolígrafo Bic el contorno de los continentes que de forma tan luminosa aparecían en las láminas del único Atlas que había entonces en casa, el que se incluía en el último volumen de la Enciclopedia de Selecciones del Reader´s Digest, acompañando a la letra Z. Supongo que los mapas a todo color que puden allí contemplar fueron los que despertaron en mi interior la pasión cartográfica. Bien, como puede imaginarse, mis primeros esbozos eran de pena, sobre todo porque a la hora de colorear, aunque utilizaba pinturas Alpino, las de madera de toda la vida y, a veces, ceras de colores, no lograba nunca que los tonos quedaran mínimamente uniformes. Llegué incluso a rellenar continentes y océanos con colores de acuarela o témpera. El papel arrugado resultante no era muy atractivo así que el resultado tampoco tenía nada de atractivo. Finalmente, gracias al consejo de una maestra, cambié de táctica, empleé un rotulador de punta fina para perfilar continentes e islas y, para colorear las aguas o mostrar los países con tonos vivos pero uniformes, usé una herramienta maravillosa. Con tizas de colores, de las cilíndricas y unas tijeras de punta roma, obtenía polvo de tiza rallada que, con algodones, difuminaba sobre los mapas logrando resultados asombrosos. No sé que habrá despertado hoy este viejo recuerdo, pero me alegro de haber rememorado los buenos momentos que pasé en compañía de las tizas de colores y los bonitos mapas que se lograban con tal sistema. ¿Los niños de hoy día harán cosas así?